MURCIA. Las armas ya están en alto. Los cinco principales partidos que se medirán el cobre en las próximas elecciones tienen confirmados a sus candidatos. El último que faltaba era Ciudadanos, que lo proclamó esta semana. Todos afrontan un objetivo común: alcanzar la Presidencia del Gobierno regional. Todos menos uno, obviamente, el hombre a batir, Fernando López Miras, y que en su caso aspira revalidar el trono que ocupa desde 2017. De lograrlo, podrá estirar su mandato hasta 2027 y cumpliría diez años al frente de la Comunidad; de fracasar, la oposición acabaría con tres décadas de frustraciones y batiría una meta que se le resiste desde 1995.
PP, PSOE, Vox, Unidas Podemos y Ciudadanos son los que más opciones tienen y también son los que están a día de hoy representados en la Asamblea Regional, aunque el Parlamento autonómico hoy alberga a diputados sin partidos... -cosas de esta estrambótica y sorprendente legislatura-. Pero no son los únicos. Varias fuerzas aspiran a ingresar en la Cámara regional, como los cartageneristas MC Cartagena, los regionalistas Por mi Región -herederos del proyecto de Alberto Garre- la Coalición Verde en la que cabalga Óscar Urralburu -pues todo apunta a que no habrá candidatura unitaria de la izquierda-, la formación que dirige el exmilitante de Vox Alfonso Galdón, Valores, así como el resto de partidos minoritarios que sueñan con encontrar su hueco, como Tercera Edad en Acción.
Pero si hubiera que acotar las expectativas y reflejar un análisis realista y ecuánime -adjetivo siempre temerario en el periodismo-, la carrera electoral hacia la Comunidad se resume en un claro favorito y dos alternativas antagónicas. Es decir: López Miras frente a José Vélez y José Ángel Antelo, respectivamente. El presidente ocupa la pole position porque así lo reseñan todas las encuestas conocidas en esta legislatura; y encara dos rivales contrapuestos, porque ambos están en las antípodas ideológicas. Uno aspira al sorpasso por la derecha, mientras que el otro intenta aglutinar los máximos apoyos posibles entre el centro y la izquierda.
En el PP todos dan por hecho la victoria. Pero la incógnita estriba en el 'cómo'. ¿Cómo ganará López Miras? ¿Ganará a lo Juanma Moreno? ¿A lo Ayuso? ¿O ganará como Fernández Mañueco? O sea, ¿conseguirá la anhelada mayoría absoluta? ¿O se quedará a las puertas pero al menos tendrá una amplia mayoría como la presidenta madrileña? ¿O, por el contrario, tendrá que repetir fórmula y volver a formar un gobierno de coalición? Feijóo le ha dejado claro a López Miras en más de una ocasión que no le vale más que un triunfo aplastante. Pero el mismo PP que se siente seguro de la victoria no tiene tan claro la mayoría absoluta. "Va a estar ahí, ahí, ahí", cuenta un alto dirigente, que calcula que el porcentaje de voto para la absoluta estará en el 48% -A Moreno en Andalucía le bastó el 43%-. Para que eso suceda, el PP tiene que barrer en plazas complicadas como Cartagena -que se ha considerado históricamente el lugar clave para triunfar en la Comunidad-, en fortines hoy socialistas como Lorca y Molina de Segura y que sus rivales se lleven un sonoro descalabro.
Pepe Vélez lo tiene difícil. Aunque no imposible. El socialista lo fía todo a una conjunción de factores: primero, la división de la derecha. Que Vox crezca le puede venir bien electoralmente -por más que le duela al PSOE- porque debilita al PP y fragmenta el voto conservador. Segundo, la fuerza de sus feudos locales socialistas. El PSOE gobierna en 23 municipios, doce de ellos con mayoría absoluta. Puede hacer valer la gestión de sus alcaldes para intentar arrastrar votos al ámbito autonómico -aunque esa no sea siempre una fórmula exacta y equivalente-. Tercero, apelar al voto útil del cambio. Los politólogos calculan que hay más de 50.000 votantes dormidos. ¿Por qué no los despiertan? ¿Por qué no espolea a ese votante hastiado? ¿Por qué no gritan a los cuatro vientos que hay un partido a punto de sumar más de 30 años en el poder? Cuarto, evitar el desgate del Gobierno de España. Contar con un presidente de tu mismo partido puede ser una ventaja... pero también es un arma de doble filo. Y ahora mismo, con el recorte del Trasvase todavía sangrando y la polémica de la ley del sólo sí es sí, el Ejecutivo no ayuda.
Vox aprieta en el campo y en el Mar Menor. En unas elecciones donde el nacionalismo español no pinta nada -a diferencia de 2019, con todo el procés coleando aún-, el partido de Antelo pone toda la carne en el asador para erigirse en el adalid de los agricultores, intentando agrietar el discurso del PP. No tiene hemerotecas, una ventaja para las campañas. Por eso puede enarbolar reclamaciones de otra época como el Trasvase del Ebro, una guerra que no se libra en este mes de mayo. Y especialmente centra su diana en censurar las leyes del Mar Menor. Si el PP no planta cara -en noviembre lo hizo, cargando contra la Fundación Ingenio-, Vox tendrá vía libre para seguir captando entre el agricultor cabreado. Las urnas medirán el verdadero calibre de Vox en la Región, su territorio fetiche. Todos dan por hecho que mejorará sus resultados de 2019, pero de ahí a gobernar es un salto considerable. Su gran rival es el PP (y viceversa). Si los populares tropiezan y surgen debilidades, Vox morderá y crecerá; si los populares son sólidos, Vox tendrá menos opciones.
Podemos e Izquierda Unida concurren juntas. Una buena noticia para ellas, pues en la coyuntura actual no se pueden permitir ir por separado: suman fuerzas y concentran el voto allende al PSOE. Falta saber qué pasará con Más Región, pero todo apunta a que no habrá candidatura unitaria de la izquierda. Podemos e IU tienen un objetivo realista y un sueño. El anhelo es replicar la fórmula del Gobierno central en la Región. Para ello necesitarían el descalabro del bloque conservador, un PSOE que sume y una fuerte movilización de la izquierda murciana. Y si surge algún otro partido, también les podría valer. El objetivo realista para María Marín, su candidata, es ampliar su representación para consolidar un grupo propio en la Asamblea y poder, así, desempeñar sin cortapisas la labor de la oposición ante un futuro Gobierno del PP (o de Vox). Es decir, aspiran a rearmarse ante los tiempos duros que vendrán. Aunque su mensaje ante la ciudadanía es otro -no puede ser de otra manera-, como así insisten, apelando a la esperanza y resignados a no quedarse condenados. Pero son tiempos arduos para la izquierda en la Región. Ninguna encuesta ha pronosticado otro escenario que no sea el de una abrumadora mayoría de PP y Vox.
Ciudadanos encara los momentos más trascendentales de su historia. El partido se juega su supervivencia en las urnas. Pero María José Ros, la mujer que afronta el desafío más difícil, se niega a aceptar que son los últimos días naranjas. Sostiene que maneja encuestas internas que le dan presencia en el Parlamento. Sería un gran éxito obtener un solo diputado. Quién los ha visto y quién los ve. Pero un escaño no sólo certificaría que están vivos, sino que además podrían ser decisivos en futuribles pactos. ¿Cómo diferenciarse en las urnas? Difícil respuesta. Gran parte del electorado de centro derecha que le votó nunca le perdonará la moción de censura y está regresando al PP o... esfumándose a Vox. Y el electorado de centro izquierda -que en la Región es menos numeroso- nunca le perdonará que se aliara con el PP para gobernar y se plantea votar al PSOE... cuando no quedarse en casa. Y entre tanto quedan en la retina los errores acumulados del pasado. La papeleta es muy complicada para Ciudadanos. Ros necesita un milagro.