EL RINCÓN DE PENSAR… EN LA EMPRESA / OPINIÓN

Teletrabajo y productividad

14/12/2020 - 

MURCIA. Una de las ideas repetidas más insistentemente en estos últimos meses en relación al mundo del trabajo -y en particular en la empresa- es la necesidad de aplicar en muchos puestos el trabajo a distancia, o teletrabajo.

E incluso el pasado mes de septiembre se publicó el Real Decreto-ley 28/2020, de trabajo a distancia. Un texto legal con una exposición de motivos de más de 11 folios, y con 22 artículos y 25 disposiciones (7 adicionales, 4 transitorias, y 14 finales).

También el Real Decreto-ley 29/2020 recogió medidas urgentes en materia de teletrabajo en las Administraciones Públicas.

"no estamos socialmente preparados. No ya tanto los sistemas de trabajo sino -hablando en conjunto- las personas"

No voy analizar esa 'afición' que parece haber cogido este Gobierno por legislar a base de decretos-leyes sin buscar antes el diálogo ni profundizar un poco más en las implicaciones de esas leyes, sino que me gustaría hacer unas reflexiones más de fondo sobre el trabajo a distancia. Y las hago desde la experiencia que he podido vivir, y que entiendo compartida con muchas personas.

Recuerdo mi primer trabajo nada más terminar la carrera, en una empresa de comercio internacional. Me dedicaba sobre todo a la organización y financiación de las importaciones. Trabajábamos con un buen número de países: de Europa, norte de África, Norteamérica, Asia, e incluso países al otro lado del Telón de Acero poco tiempo antes de la caída del Muro de Berlín. Teníamos un pequeño ordenador en la oficina, pero sobre todo las comunicaciones las hacíamos por fax y por télex (me imagino a alguno de mis lectores buscando en Google qué son esas cosas…), pues las llamadas telefónicas internacionales eran carísimas entonces.

Yo procuraba trabajar duro y bien, pero desde el primer día me gustó cumplir con mi horario en la medida de lo posible, tanto a la hora de la entrada como de la salida. Porque desde siempre he considerado que al terminar el trabajo tenía también mi vida personal (que aunque sin especiales emociones o aventuras, era mía). Pero encontré un jefe un poco 'anárquico' a la hora de empezar, y sobre todo a la hora de terminar: bien porque venía de una comida de trabajo que se había alargado, por cualquier otro motivo, o incluso sin él, le 'gustaba' terminar su jornada laboral casi de noche.

El caso es que yo, siempre que hubiera terminado con mi trabajo de ese día, pasaba a despedirme de él. En ocasiones me miraba con cara de pocos amigos, pero si no quería nada más, le saludaba y me marchaba hasta el día siguiente.

Mi principal recuerdo de todas formas no tiene que ver con aquel primer jefe, sino con un compañero, al que calificaría de 'calientasillas'. Pienso que no hace falta decir a qué me refiero, porque todos lo conocemos… Esa persona capaz de estar sentada durante horas simulando actividad mientras se entretiene en cosas completamente ajenas al trabajo. Y eso que como he dicho contábamos con un único ordenador, y por supuesto sin conexión a Internet. Todos los días me dedicaba 'cariñosos' epítetos por mi comportamiento, pero jamás le vi al menos intentar un cambio en su actitud.

Y en todas las empresas en las que he estado después me he encontrado con más frecuencia de la esperada con esa 'figura', incluso en puestos relativamente elevados.

Al cabo de los años me convertí en autónomo y tengo el despacho en casa. Desde esta nueva perspectiva tengo también una experiencia doble: por un lado, me parece que es mucho más fácil el esfuerzo por trabajar bien, porque repercute directamente en algo tuyo. Pero por el otro, no tener un jefe, no tener un horario, etc. requieren una mayor responsabilidad y autodisciplina, que no se adquiere porque se publique un Real Decreto.

Titulaba este artículo Teletrabajo y productividad porque me parece que en una sociedad en la que cada día se valora menos el esfuerzo (basta pensar por ejemplo en la nueva Ley de Educación que está en trámite), veo muy arriesgado optar masivamente por el teletrabajo. Es más, en mi opinión no estamos socialmente preparados. No ya tanto los sistemas de trabajo sino -hablando en conjunto- las personas.

En la exposición de motivos del Real Decreto de trabajo a distancia, el legislador se le 'llena la boca' hablando de conceptos que todos tenemos ya asumidos, pero que en mi opinión manejamos como auténticos mantras: "Mayor flexibilidad… para la conciliación de la vida personal, familiar y laboral; reducción de costes en las oficinas y ahorro de costes en los desplazamientos; productividad y racionalización de horarios; fijación de población en el territorio, especialmente en las áreas rurales; compromiso y experiencia de la persona empleada; atracción y retención de talento o reducción del absentismo". Hasta habla del efecto que puede tener en la emisión de gases con efectos invernadero como consecuencia de la reducción de los desplazamientos.

Desde luego, una argumentación impecable. ¿Quién no 'compraría' todas esas bondades? El problema es saber si en realidad lo que están haciendo es vendernos la burra…

Porque, ¿cuál va a ser el precio de la implantación generalizada del teletrabajo? Me gustaría estar equivocado, pero mucho me temo que en nuestra sociedad -y hablo de la española, con nuestras peculiaridades- el precio será una importante pérdida de productividad y por tanto de competitividad. Algo que en especial en estos momentos de pandemia, con una fuerte contracción del PIB, no nos podemos permitir.

Y quizá antes de dar este 'salto tecnológico', necesitaríamos dar un 'salto' como personas en nuestro planteamiento del trabajo. E insisto, eso no se consigue a través del BOE, sino que es un proceso bastante más profundo, y que requiere liderazgo, formación y tiempo.

Javier Giner Almendral

Economista

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