CARTAGENA. Pasado ya el verano, las prisas y las vacaciones, La Manga presentan un estado idílico para pasear, relajarse, disfrutar de la tranquilidad, del silencio y del buen tiempo. Muchos son los que así lo piensan, de ahí que cada vez haya más población -empadronada o no- en miles de apartamentos, pisos, adosados y chalés que salpican de forma incesante los 19 kilómetros de costa a un lado y a otro, ya sea Mar Menor o Mediterráneo.
Pero ese remanente poblacional que se queda en La Manga también tiene que afrontar lo que denominan abandono y dejadez por parte de sus respectivos Ayuntamientos, el de Cartagena y San Javier. No son pocas las voces que se quejan de la falta de atención y el descuido permanente de las administraciones y claman por la impotencia que les produce el silencio como respuesta de los dirigentes municipales. Basta con echar un vistazo a los grupos vecinales en redes sociales para ver el lamento e indignación de algunos.
Los vecinos de La Manga Norte, más concretamente la zona de Veneziola, donde se encuentra la playa del mismo nombre, no tienen otros adjetivos para calificar la actitud de los gobernantes. "Abandono y dejadez: esta es la sensación que tenemos los que vivimos aquí todo el año. No solo que no se mejore, sino que además lo que está mal va a peor porque no se arregla", indican Pedro Sanchez y Juan Ordás, presidente y secretario de la Asociación vecinal La Manga-Veneziola respectivamente, un colectivo que cuenta con cerca de 300 asociados de su zona.
Los dos nos acompañan en una visita en la que exponen aquellas reclamaciones que han hecho al Ayuntamiento de San Javier y que aún siguen en el limbo administrativo de los políticos. "El silencio ha sido su respuesta", explica Ordás.
Una de sus exigencias, explican, es más que necesaria si se quiere garantizar la integridad física de los peatones que usan las zonas caminando. La interrupción del paseo marítimo en varias zonas -de Aldeas de Taray a Euromarinas 1; entre la Urbanización Dos Mares y Ladera; del edificio Sur de la Urbanización Ladera hasta la Urbanización Oasis- provoca que quienes transitan por aquí se vean obligados a lanzarse al arcén de la vía pública y "correr el riesgo de ser atropellados por coches, camiones, autobuses y ciclistas". Los ciudadanos que acuden al supermercado también tienen que usar un arcén compartido con ciclistas y patinetes eléctricos "con el consabido riesgo para sus vidas", subrayan.
El pasado mes de febrero mandaban un escrito al Ayuntamiento de San Javier pidiendo la inmediata actuación para acometer las obras, pero todo sigue como al principio, "caminar por aquí se ha convertido en un deporte de alto riesgo", añade el presidente.
"Pagamos un 20% más de IBI que el resto de personas que están empadronadas en San Javier, porque esgrimen que somos zona turística", argumenta el secretario de la asociación vecinal.
Alrededor de 33.000 viviendas, a lo que hay que añadir bajos comerciales suponen unos más que cuantiosos ingresos para las arcas del Ayuntamiento de San Javier. En el programa Equipo de Investigación, de La Sexta, se indicaba hace tres años que tanto San Javier como Cartagena, los dos Ayuntamientos a los que pertenece La Manga, recaudaban en concepto de IBI alrededor de 70 millones de euros, un buen pellizco de estas cantidades recaudadas procede de esta zona, que soporta durante cerca de nueves meses al año un 10% de la población estival.
Por otro lado, mantienen que las comunicaciones se han visto mermadas desde el estado de alarma. Tal y como demandaban semanas atrás los horarios de los autobuses se han reducido a la mínima expresión desde el pasado 1 de septiembre, "lo que nos perjudica en todos los sentidos: para aquellos que trabajan, los que tienen que ir al médico o a hacer gestiones a Cartagena", dice Pedro Sánchez, quien mantiene la esperanza de que esta reivindicación sea tenida en cuenta después de que el Ayuntamiento haya tratado de negociar con la empresa de transporte Alsa y la Consejería de Fomento.
En la visita junto a los vecinos también ponen sobre la mesa el grave problema que acucia a la zona en la época de lluvia. La falta de una red de aguas pluviales en toda La Manga hace que cuando las tormentas azotan con dureza la zona, el alcantarillado se colapse e inunde las calles con las aguas fecales. "Mantenemos aún un sistema bastante primitivo de evacuación de aguas pluviales y cada vez que llueve nos toca ver nuestras calles inundadas y con malos olores", apostilla Juan Ordás.
Por ultimo, en el recorrido nos acompañan a lo que estaba llamado a ser un vistoso campo de golf -llamado Veneziola Golf-, que apenas tuvo su minuto de gloria tras su puesta en marcha y que por contra, desde hace unos cuantos años, es un auténtico descuido repleto de maleza, suciedad, vandalismo y nido de insectos y roedores.
La 'gallina de los huevos de oro', como estos vecinos llaman a La Manga, lamenta la desolación que sufren sus rincones, la indiferencia de los que gobiernan, la impotencia en sus demandas y, sobre todo, la debilidad de una zona que conforme se vaya descuidando, perderá su luz y su encanto.