Hace siete años que entré en este bonito mundo de la maternidad. Un mundo que fui descubriendo poco a poco gracias a mi hija Leo-Khadija, y en el que ahora me han consolidado mis hijas Manuela y Luna. Un mundo apasionante e intenso por donde se mire. Y un mundo con muchos enfoques y perspectivas diferentes.
Criamos como somos. Una frase muy recurrente y con gran sentido pues en la crianza y en la maternidad cada persona entra con un perfil diferente marcado sobre todo por su manera de ser.
Este fin de semana mi hija mayor Leo cumple siete años. Se cierra y se termina una etapa en el desarrollo madurativo de las personas. A los siete años empezamos a decir adiós a la etapa infantil de la persona; una etapa maravillosa donde hemos podido acompañar a nuestros hijos e hijas en su evolución más temprana, donde hemos podido guiarles y mostrarles este mundo con un enfoque determinado y con una manera de entenderlo. Hemos acompañado a nuestros hijos e hijas en sus primeros pasos con todo lo que ello implica y hemos podido ser parte de su evolución en la etapa de mayor apego y dependencia. Yo no me puedo sentir más agradecida y afortunada de haber podido disfrutar de mi hija mayor como lo he hecho.
Ahora es el momento de empezar a dejarle volar sola con una educación pensada y meditada, con unos límites bien marcados y con una autonomía que le ayudará a caminar poco a poco con más independencia. Para mí es importante asumir esta nueva etapa desde el amor y entendiendo que todo va a ser nuevo tanto para mí como para ella. Pues he de aprender a soltarle la mano sin olvidar que es nuestra responsabilidad mostrarle y darle las herramientas necesarias para enfrentarse a las vicisitudes y alegrías de esta vida desde el amor, la empatía y respeto con el entorno que nos rodea.
Durante estos siete años de mi hija mayor, he estado viviendo la evolución de una bebé en su etapa infantil. Una etapa que ahora estoy reviviendo con la crianza de mis mellizas, que ahora tienen año y medio.
Dicen los expertos que son los seis primeros años de vida donde se asientan las bases que marcarán el resto de nuestra vida. Son seis años muy delicados y en los que la infancia debería tratarse con mucho cuidado y respeto.
Por suerte, cada vez la investigación -tanto sanitaria como educativa- nos lleva por un camino donde se trabaja desde el respeto y el amor. Existen muchas escuelas que podríamos mencionar y que nos recuerdan a la que en su día marcó el doctor Carlos González en dirección totalmente opuesta a la famosa del Dr. Estivill y su método para dormir a los bebés. Dos escuelas que tienen tantos adeptos como detractores.
Desde entonces existen más escuelas y más metodologías que cabalgan entre ambas opciones. Lo importante es encontrar una crianza y una metodología para criar afín a nuestra manera de ser, que comulgue con nuestros valores y nuestros ideales para sentir que estamos alienados. Y, por suerte, hoy día tenemos mucho donde elegir.
Elegir el tipo de crianza es una elección como otra cualquiera. Una elección que en ocasiones sale de manera natural, como la vida misma. Pero una elección que marca la vida de la personita a nuestro cargo. Criamos según somos, nuestra personalidad, nuestro carácter, nuestras virtudes y nuestros defectos van implícitos en la manera que tenemos de criar a nuestros hijos e hijas.
Pero lo más importante es ser consciente que la crianza es un trabajo, que debería ser una elección pensada y meditada por parte de los adultos porque tiene una importancia tremenda en nuestros hijos e hijas.
En general, la gran mayoría de las personas criamos con amor pues se presupone que debería estar en la base de la elección de tener hijos e hijas. Por ello una vez decidimos cómo criar y educar a nuestros hijos e hijas comienza una aventura cuyos resultados desconocemos en el punto de partida.
Yo elegí la crianza de apego, el colecho, la lactancia prolongada… Una crianza muy respetuosa con la evolución y el desarrollo de los niños y niñas. Una crianza muy elegida que no estoy pudiendo llevar a cabo ahora con mis mellizas.
Y es que este tipo de crianza requiere de mucho sacrificio y esfuerzo por parte de la persona que cría. Y ante la imposibilidad de criar con tanta dedicación exclusiva a las mellizas, he tenido que optar por una crianza con menos apego pero con el mismo amor y cuidado. Una crianza donde he tenido que delegar más y aprovechar toda la ayuda que se me brinda, pues una madre sola con tres niñas no se puede dividir en cada momento.
Como "tri-mamá" que soy, intento encontrar momentos de soledad para estar con cada una de mis tres hijas para poder disfrutarlas con más calma y sosiego, pero me es imposible en muchas ocasiones y tengo que sobrevivir con la entrega a las tres y al mismo tiempo.
Poder dedicar atención a tres niñas al mismo tiempo todavía muy demandantes y dependientes es un deporte de riesgo al que me enfrento cada día en varios momentos.
La crianza de tres niñas a la vez como madre monomarental no es nada fácil. Requiere de una logística y una organización tremenda que, para una persona caótica y poco amante de la organización como yo, supone un esfuerzo diario que va contra mi natura pero que necesito hacer ahora para poder respirar.
Cada día la logística de casa es equiparable a la de una pequeña organización donde todo debe funcionar y tiene que estar perfectamente orquestado para cubrir las necesidades de las niñas. Todo está conectado.
Con mucha ayuda externa y familiar, sobrevivo cada día intentando organizar y planificar cualquier movimiento que hago porque todo está conectado. Es una dinámica diaria agotadora que no me deja tiempo ni para pensar. No puedo disfrutar como me gustaría de mi nueva vida ni de mis hijas porque literalmente no tengo tiempo. Y cuando digo que no tengo tiempo, es que no tengo tiempo.
En mis recuerdos quedan esos momentos para mi sola, esos domingos de sofá, esos espacios viendo la vida pasar, esos viajes exóticos, esas decisiones del pensat i fet y esa libertad de movimiento que podía llevar a cabo cuando tenía una hija sólo y que pude vivir durante cinco años hasta que nacieron mis bebés. Esos años en que podía integrar a mi hija mayor Leo en mi vida de antes. Yo seguía con la vida que había elegido y podía llevarla a cabo con una hija sola.
Ahora mi vida ha cambiado. Ahora tengo otra vida pues me ha sido imposible integrar a mis tres hijas en mi vida de antes. He tenido que volver a reinventarme y volver a nacer como madre y como persona con mi nueva familia. La vida me ha regalado tres hijas maravillosas, que me convierten en el pilar de una familia bonita y diversa: una familia monomarental especial, una familia numerosa, una familia pensada y elegida. Una familia de la que me siento tremendamente afortunada.
La semana que viene… ¡más!