CARTAGENA. Una de las grandes ventajas de los nacionales en la guerra civil española fue que los separatistas catalanes y vascos cayeron del lado republicano. Coherentes con su perpetúa deslealtad y odio a España, no dudaron en traicionar al Gobierno de la República en plena guerra. Como ha relatado Manuel Aguilera, mientras los soldados socialistas, comunistas y anarquistas luchaban en el frente del Ebro, sendos representantes del Gobierno catalán y del vasco proponían al Gobierno inglés que les ayudase a declarar la independencia de las provincias catalanas y vascas. Llevaban un mapa en el que varios territorios españoles se separaban de España. En concreto, las provincias gallegas, las vascas, la navarra, las catalanas, las valencianas y las baleares. En conjunto, más de la tercera parte de España quedaba excluida.
"NEGRÍN E INDALECIO PRIETO OFRECIERON EL PUERTO DE CARTAGENA A INGLATERRA A CAMBIO DE QUE DIESEN SU APOYO A LA REPÚBLICA"
En nombre del presidente vasco José Antonio Aguirre y del catalán Luis Companys, los peticionarios se declaraban equidistantes de los dos bandos en lucha (el nacional y el republicano) y solo interesados en lograr la secesión. Justo cuando empezaba la decisiva batalla del Ebro, los ministros Joaquín Irujo, del PNV, y Jaime Aiguadé, de IRC, dimitían del Gobierno presidido por el socialista Juan Negrín. Posteriormente, el fundador del PNV, Luis Arana (hermano de Sabino), propuso que las provincias vascas quedasen bajo la protección de Inglaterra y las aragonesas y las catalanas bajo la protección de Francia. En contrapartida, les ofrecía a los ingleses que dispusiesen de algún puerto español en el Mediterráneo. El vasco traidor estaba pensando en los puertos baleares, pero los militares británicos preferían el puerto de Cartagena. Y, en efecto, ese puerto entró formalmente en las negociaciones cuando Negrín, presidente del Gobierno republicano, e Indalecio Prieto, ministro de Defensa, ambos socialistas, se lo ofrecieron al Gobierno inglés a cambio de que diesen su apoyo a la República. Eso ocurrió en febrero de 1838, como atestiguó en sus memorias el capitán republicano Alberto Bayo. Sin embargo, los ingleses no aceptaron el infame pacto. Justo por entonces los republicanos habían perdido la batalla de Teruel y el socialista Prieto empezaba a creer que perderían la guerra. Además, Inglaterra pactó con la Italia de Mussolini que aceptaban la intervención de fuerzas italianas a favor de los nacionales siempre que no se quedasen con ningún territorio. En particular con Cartagena.
Pero los tejemanejes con Cartagena todavía no habían acabado. La plaza era de gran importancia. La configuración natural del puerto, rodeado de montañas y con una entrada controlable desde ambos lados, lo hacían casi inexpugnable por vía marítima. Además, daba cobijo a buena parte de la flota republicana. Desde el otoño de 1938 el coronel Segismundo Casado, jefe del Ejército del Centro, venía preparando una trama para desalojar al Gobierno de Negrín, que, apoyado por los comunistas, insistía en la tesis "resistir es vencer". Una vez logrado ese objetivo, Casado se proponía abrir negociaciones con Franco para pactar el final de la guerra. No contaba con que el general no iba a aceptar otra cosa que una rendición incondicional. Tras un largo forcejeo entre Negrín y Casado, el 2 de marzo de 1939 el jefe de la flota republicana, almirante Buiza, convocó en Cartagena a varios altos cargos militares para constituir el Consejo Nacional de la Defensa. Pero, entretanto, Negrín había nombrado al veterano comunista Francisco Galán nuevo jefe de la base naval de Cartagena, sustituyendo así al general Bernal. Para explicarlo, Negrín envió a Cartagena a su ministro de la Gobernación, el pusilánime Paulino Gómez, que se volvió de inmediato vista la hostilidad con la que lo recibieron los marinos.
Sin lograr sustituir al almirante Buiza (seguramente porque ningún almirante se prestó a ello), Negrín envió a Cartagena al comandante Artemio Precioso (sí, ya lo sé, el apellido de mi familia materna) para que, al mando de la 206 Brigada Mixta, ayudase a Galán a ocupar su puesto. De forma un tanto ingenua, Galán pidió a Precioso que no entrase en Cartagena, sino que se quedase en Los Dolores en espera de acontecimientos. Esa imprudencia facilitó que el capitán de navío Fernando Oliva, jefe del Estado Mayor de la Base, que era afecto a los nacionales, detuviese a Galán, que ya había relevado a Bernal. Esa noche se produjo una sublevación en Cartagena, que fue acompañada por la liberación de los militares nacionales presos en la ciudad. Además, el teniente coronel Espá se hizo con las baterías costeras. Entonces la emisora naval lanzó un comunicado diciendo que "la ciudad de Cartagena estaba a las órdenes del Generalísimo" (no hacía falta dar nombres porque solo llamaban así a Franco).
Poco después, se anunció que la flota sería cañoneada desde las baterías costeras si no zarpaba de inmediato. Se convocó apresuradamente una reunión en el buque insignia Miguel de Cervantes, a la que, junto con los oficiales de los barcos, asistieron Buiza, Galán y un enviado de Negrín. Por unanimidad, decidieron que zarpase la flota. A mediodía del 5 de marzo la flota ya había salido del puerto y Cartagena parecía estar en manos de los nacionales. Así se lo comunicaron al cuartel general franquista en Burgos. Sin embargo, en la madrugada del día 6 se ordenó desde Portmán a la flota que regresase. Para entonces, la Brigada Mixta de Artemio Precioso ya había tomado el centro de Cartagena y se disponía a atacar el Arsenal y el Parque de Artillería. En esas circunstancias, Buiza hizo caso omiso de la orden de Negrín y, perfectamente uniformados todos, los marinos pusieron rumbo al argelino puerto de Bizerta.
Acabada la guerra, Artemio Precioso logró emigrar a la URSS. Pasó muchos años en varios países comunistas, lo que le ayudó a captar la diferencia entre el ideal soviético y su triste realidad. Reconvertido en un economista especializado en Medio Ambiente, en la década de los 70 volvió a España. El comunista se había tornado ecologista. Y, como era muy inteligente, incluso llegó a mandar a Greenpeace. Años después otro Precioso llegaba a Cartagena a fundar la Universidad Politécnica. Y se entendió tan bien con los marinos que hasta, siendo ministro el cartagenero Trillo y vicerrector el ingeniero Faura, le dieron la Cruz al Mérito Naval. Antes le habían dado un doctorado honorifico en la Cartagena colombiana por haber ayudado a la rehabilitación de sus monumentos. Sí, la misma Cartagena en la que el almirante Blas de Lezo había apalizado a los ingleses. Por cierto, que era vasco. Pero un verdadero patriota, y no un aberzale.
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