MURCIA. "Ante situaciones excepcionales se requieren medidas excepcionales". Como si de un mantra se tratase, José María Albarracín se ha visto obligado a repetir continuamente estas palabras en los últimos dos años. Y es que al presidente de Croem no le ha quedado más remedio que afrontar los reveses de una pandemia, la desesperación de un confinamiento, los vaivenes de una inflación desbocada, la incertidumbre de un conflicto armado de escala mundial y la consecuente huelga de transporte. Todo en 24 meses. El problema, no obstante, radica en que -al igual que su máximo representante la Región- los empresarios también han tenido que afrontar todos estos golpes según se iban sucediendo. Ahora, para terminar de colmar el vaso, sienten como se les está escapando de entre los dedos la ansiada recuperación económica, el paraíso prometido que cada vez se encuentra más lejano en el horizonte mientras que los costes no dejan de subir. No es de extrañar que ya estén hartos.
Pese a todo, lo cierto es que la situación no es tan pesimista como pueda parecer. Resulta evidente que la crisis energética agravada por la guerra de Ucrania está truncando la reparación de una economía dañada por la pandemia, estrechando beneficios y causando incluso parones en la actividad. Sin embargo, el crecimiento previsto aún supera por bastante las cifras contempladas en un año corriente (antes de que la población descubriera lo que es un coronavirus), el empleo ha alcanzado máximos históricos y ya se contemplan grandes inversiones dentro de la Región. La recuperación llegará, aunque sea más lenta.
Al fin y al cabo, las empresas no dejan de estar basadas en números. Indicadores que advierten de mayor o menos bonanza. Pero las personas que las forman sí tienen una visión más humana de los negocios, y más allá de la viabilidad de un proyecto están sufriendo el desgaste psicológico que supone nadar sin descanso a contracorriente en una carrera que parece no acabar nunca.
Un claro ejemplo se encuentra en la construcción, cuya demanda se ha disparado en los últimos meses, recuperando la tendencia iniciada antes de la pandemia y recordando algunos de los mejores tiempos del ladrillo en la Región. Sin embargo, los empresarios de este sector tuvieron que reunirse el pasado jueves como señal de socorro ante el incremento constante del precio de las materias primas, lo que ha provocado obras abandonadas y licitaciones desiertas: "No debemos ser ni excesivamente pesimistas ni excesivamente optimistas", sostenía en aquel encuentro el propio Albarracín.
De hecho, tanto en su comparecencia de aquella tarde como en la del viernes por la mañana el presidente de la patronal ha utilizado un tono bastante más duro del acostumbrado: "En el sector empresarial hay una tensión máxima. Se nos ha ido arrinconando. Hemos sido el objetivo de las administraciones, sobre todo del Gobierno central. Nos fríen a impuestos y a inspecciones. Somos la diana perfecta", reprochaba visiblemente alterado.
Y es que Albarracín no oculta su enfado, sino que lo proclama abiertamente como muestra del estado de ánimo actual del tejido productivo regional: "Estamos muy cabreados, esa es la realidad. Nos están llevando a una situación límite ante la que tenemos que armarnos de firmeza".
Al fin y al cabo, su desgaste personal ejemplifica a la perfección la situación que están viviendo muchos de los empresarios de esta Comunidad. Él, que había luchado contra viento y marea durante lo peor de la pandemia en los que iban a ser sus últimos momentos como presidente de Croem, acabó prorrogando su mandato durante dos años para encauzar la recuperación.
No podía esperar la inflación desmedida que asolaría a la población murciana. Aún menos imaginaba entonces que cuando los expertos apuntaban que se reduciría la subida de precios -segundo trimestre del 2022- comenzaría una guerra que rompería todos los esquemas económicos. Ahora no le queda más remedio que luchar contra esta situación con estoicismo, al igual que hace el autónomo que trata de mantenerse a flote: "Los empresarios no entendemos de paralización. Hemos sido educados para que la máquina siga girando", concluye.
En cualquier caso, no es menos cierto que todos los problemas que afronta el empresario afectan también al resto de la población, que ven como pierden poder adquisitivo conforme la inflación sigue disparada. También el ciudadano corriente ha sufrido las consecuencias del desabastecimiento, con problemas para encontrar productos tan básicos como la leche y escenarios que recuerdan al pánico de los primeros días del coronavirus. La situación es tensa, y como humanos resulta complicado mantener la moral intacta ante tamaños retos. Por suerte, los números aún siguen arrojando algo de esperanza.
La Región de Murcia ha afrontado en estos últimos cinco años algunos de los mayores desafíos que se recuerdan y que han generado un clima económico de pura incertidumbre en el que los empresarios han tenido que navegar. Sin embargo, las empresas murcianas han puesto de manifiesto su habilidad para capear el temporal y mejorar sus resultados