CARTAGENA. No se trataba de ir a lo fácil, sino de conservar y reforzar la identidad de una casa centenaria. Esto es lo que ha hecho la arquitecta Ana Conesa Outeda en la reforma de una casa centenaria del cartagenero barrio de Santa Lucía, en un proyecto autofinanciado que le ha valido el Premio Regional de Arquitectura Joven.
'Aprendiendo de la vivienda tradicional' es el título del proyecto de esta estudiante del Máster de Patrimonio Arquitectónico de la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT), quien cosidera que, al igual que el reciclaje y la compra de productos de segunda mano, la rehabilitación de viviendas es "un deber moral" que pasa por el respeto a la tradición constructiva para conservar la identidad de casas antiguas.
Ana Conesa ha derribado los muros que separaban las diversas estancias y ha optado por un diseño diáfano y flexible, compatible con el teletrabajo y otros usos contemporáneos, en el que destacan las baldosas hidráulicas originales y las colañas del techo, exhibidas para mostrar las técnicas constructivas de antaño.
"Lo fácil hubiera sido poner un suelo nuevo y moderno y tapar las vigas con falso techo, pero quise reforzar la identidad tradicional de la vivienda ya que es la única del edificio que conserva este tipo de baldosas hechas a mano, que fueron muy típicas en todo el Levante español", ha afirmado la joven arquitecta.
Con este trabajo, se pone en valor sistemas constructivos ya olvidados y se mejora la vinculación interior-exterior, aprovechando el clima Mediterráneo y el soleamiento, evitando con ello una sucesión de microespacios compartimentados, tan oscuros y alejados de las necesidades actuales. El único espacio semicerrado es el baño, que aparece como un cubo que viene a romper y separar lo público de lo privado. Más allá de eso, será el propio escalonamiento en planta de la vivienda, el que sirva para zonificar los diversos usos.
Asimismo, se ha potenciado la singularidad de la vivienda, destacando sistemas antiguos como el uso de colañas (vigas) de madera, separadas unos 25 cm y combinadas con ladrillo, que conforma los forjados. Debido a que ambos nunca estuvieron pensados para salir a la luz y al tono oscuro e irregular que presentan, se ha preferido tratar las vigas y pintar todo de blanco, integrándolo en el conjunto y aportando luminosidad a un espacio que, de otra manera, generaría una sensación de mayor opresión, junto con lo colorido del pavimento.
Debido a la delgadez de los muros portantes, se ha optado por dejar visto un tramo de la instalación eléctrica. Esta no trata de camuflarse u ocultarse, sino que se trata como un ornamento más. Como hilo conductor, en el mobiliario se emplea tablero marino lacado mate, haciendo un guiño a la ubicación de la vivienda. La cocina, tan próxima al acceso, se diseña para dar la bienvenida, a la vez que se separa ligeramente con un frente veteado.
El premio ha sorprendido a Conesa pues se ha tratado de su primer trabajo integral. "Hasta ahora había trabajado en las fases iniciales de los proyectos, pero al ser mi propia vivienda he podido participar de todo el proceso de diseño y obra", ha comentado.
La joven arquitecta ha trabajado varios años en Alemania, donde la demanda de reformas de viviendas antiguas es mucho mayor. "En España falta cultura de rehabilitación", ha asegurado, remarcando que "es muy importante darles una segunda vida a las casas y no dejar morir por abandono los centros históricos".