Hoy es 28 de marzo y se habla de

el algar, la sala multiusos, el conflicto con la policía y el restaurante de cabo de palos exigen 'horas extra' a la alcaldesa

'Temporada de incendios' para Noelia Arroyo

20/11/2022 - 

CARTAGENA. Hace tan solo una semana, pudimos ver en las gradas del estadio de fútbol de Lorca, el Artés Carrasco, una pancarta que decía 'Arroyo, dimisión'. Los vecinos del Algar estaban indignados por el hecho de que su equipo, que jugaba el partido más importante de los últimos años, o al menos el más vistoso, frente a un Primera como el Celta de Vigo, tenía que hacerlo en el 'destierro' de Lorca por la nula capacidad de los que debían gestionar la búsqueda de un campo adecuado en el municipio. Más aún, después de que su propia alcaldesa dijera unas semanas antes, que ese partido "no saldrá de Cartagena". Arroyo fue el centro de las miradas y no podía ser para menos, pues fue la alcaldesa la que asumió la responsabilidad de que así fuera y fracasó: "Solo me queda pedir disculpas a los vecinos de El Algar", decía tan solo dos días después del encuentro.

En este poco más de año y medio que la alcaldesa porta el bastón de mando, como máxima representante de la institución municipal en Cartagena, ha tenido que lidiar y mantener la templanza, no solo con una oposición vehemente y tremendamente hostil en los plenos municipales, sino también se ha encontrado con un buen manojo de conflictos, como el antes relatado, iniciados o en fase de hacerlo, que han evaluado la capacidad de soportar la presión y de resolver los conflictos de la candidata del PP, para continuar en la alcaldía a partir de mayo del próximo año.

La compleja habilidad de contar con el vecino y que éste se sienta arropado, sin caer en el populismo, es un don, una virtud o una cualidad que no todos los gobernantes son capaces de resolver. La actual alcaldesa de la ciudad portuaria trata de aprovechar sus armas para ejercer una política cercana y quirúrgica, aunque en los tiempos que corren, en periodo preelectoral como el que nos encontramos, no son pocos los que consideran que su predisposición para atender y complacer a los vecinos es una postura impostada.

Lo que sí hemos podido observar en este tiempo es que Noelia Arroyo ha adoptado un discurso arriesgado, consciente de que determinadas maneras de actuar o de manifestarse podían ponerla en contra de intereses partidistas. 

La Policía Municipal ha mantenido una actitud muy vehemente durante su primer año como alcaldesa y así se lo demostraban tanto a Arroyo como a su equipo de gobierno en redes sociales o boicoteando aquellos actos a los que asistían. Recordemos que los funcionarios querían "más agentes y condiciones dignas de trabajo" y se manifestaron por las calles para hacer visible su mensaje. El problema no era nuevo, pero esta nueva interlocutora en el gobierno no había sentido todavía el aliento de los agentes.

Exigían, tal y como ellos mismos reflejaban "una verdadera negociación", donde con "transparencia se ponga sobre la mesa las posibilidades económicas del consistorio para dar solución y salida a la regulación de categorías del cuerpo y sus especialidades desde las premisas de respeto, entendimiento, buena fe, compromiso y responsabilidad por ambas partes".

Ante el cariz de los acontecimientos Arroyo decidió sentarse en la mesa de negociación y escuchar a los interlocutores para frenar esta revuelta. La imagen de una alcaldesa enfrentada a sus policías no era buena para nadie, por lo que llegó a un acuerdo para alcanzar a la paz social. Juan González Salas responsable de UGT en el ayuntamiento de Cartagena dijo el pasado mes de julio: "Hoy hemos demostrado compromiso y confianza en nuestra Alcaldesa para abordar temas que nos preocupan y así lo han entendido también los 205 votos emitidos por la plantilla policial, es el momento de cambiar palabras por hechos con 198 votos a favor".

Arroyo había ganado una de las muchas batallas propias que le quedan por combatir hasta el final de la legislatura, pero mientras pactaba con los policías, otras guerras ajenas también percutían los intereses municipales. Los padres y profesores del CEIP La Manga se le manifestaban en la puerta del colegio de La Manga ante la "imposición" del Gobierno Regional de ubicar allí la sala multiusos polivalente. Un nuevo escollo en el que decidió tender la mano y negociar, aunque la responsabilidad era compartida con la Comunidad Autónoma. "Solo haremos lo que los vecinos, profesores y padres y madres quieran que se haga", dijo en su momento. Por eso, decidió reunirse con ellos, explicar en qué consistía este proyecto y prometerles que no se haría nada sin el consenso de todos. Los profesores y los padres y madres pudieron ver cómo quedará esta nueva sala y decidir qué se instalará y qué no en esta nueva edificación: 'fin del asunto'.

Caliente está todavía, y sin resolver también, el espinoso tema del restaurante de Cabo de Palos, por el que el empresario Aurelio Solana ha pedido la concesión de un espacio junto a la cala El Salero. Es la consejería de Fomento la que debe analizar y decidir la viabilidad de esta instalación, pero como no puede ser de otra forma, los vecinos miran al político que más cerca está, además, en este caso del mismo partido, para pedir explicaciones. La alcaldesa, en este juego de malabares que es la política, pelea con los suyos y fija su estrategia. Advierte a sus compañeros de Murcia que no está dispuesta a que se imponga nada sin contar con la opinión vecinal, al menos así lo ha manifestado cuando los periodistas le han preguntado. Las asociaciones claman por evitar esta edificación, Arroyo se pone de su lado y trata de calmar los ánimos y bajar la temperatura del conflicto. Un paso en falso puede volverla a poner a los pies de los caballos.

Son estos pocos, un claro ejemplo de lo que ha pasado entre vecinos, políticos y política, pero a Arroyo le esperan algunos más por dilucidar y resolver de aquí a mayo.  En unos, como en el del Algar, ha salido escaldada, y en otros logró salvarlos de forma airosa, pero lo que sí ha hecho, a pesar de poder equivocarse o acertar, es no ponerse de perfil.

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