VALENCIA. Veinticuatro horas separan sus respectivos nacimientos. Marianne Faithfull nació un 29 de diciembre de 1946 en Londres; Patti Smith llegó al mundo un día después y lo hizo en Chicago. Ambas estaban llamadas a escribir sus propios capítulos en la historia de la música popular. Sus caminos apenas se han cruzado a lo largo de las décadas que llevan en activo, y, sin embargo, ambas mantienen nexos muy íntimos. Faithfull fue uno de los chivos expiatorios de esos maravillosos años sesenta que fueron más revolucionarios para ellos que para ellas. Cargó con el mochuelo de haber sido novia de Mick Jagger, primero con una cierta resignación, y después, cuando ya estaba hasta el moño de que le recordaran los titulares escandalosos que trajo consigo aquella relación, con rabia. Porque, treinta años después, había periodistas que aún le preguntaban por aquella famosa redada en la cual, y siempre según la prensa, fue sorprendida de determinada manera. Es la pregunta que jamás nadie la haría a un tío.
Patti Smith era fan incondicional de los Stones. Soñó la muerte de Brian Jones la noche en que esta tuvo lugar. Se cortó el pelo como Keith Richards para que la dejaran entrar en el Max’s Kansas City, y luego ya subida a un escenario, absorbió los ademanes y la energía de Jagger y las hizo femeninas, suyas. En su santoral de iconos religiosos estaban también Anita Pallenberg y la Faithfull, a las cuales ella veía más como diosas que como novias. Uno de los primeros poemas de Patti Smith se llamaba marianne faithfull. En él, la poeta la ve como una María Magdalena de la cual dice: "Estás circuncidada / agonizada / mortificada / coronada / crucificada / atravesada cuatro veces / sangra tu sagrado corazón / manando y manando". Consciente de que llegó para romper con ciertas normas que los hombres habían escrito para que fueran cumplidas por las mujeres, Smith blindó su contrato discográfico con Arista para poder hacer los discos como a ella le diese la gana. Fue gracias a eso que nadie pudo cambiar la portada que presentó para Horses, aquel retrato de Robert Mapplethorpe en el que ella se presentaba sin maquillar, pelo de negro como ala de cuervo, mirada altiva, camisa de joven Rimbaud y americana al hombro como chulería de Sinatra.
Si Smith irrumpió en la música dispuesta a convertirse en pionera, Faithfull tuvo que aprender a depurar esa condición. No lo conseguiría hasta 1979, el año en el que con Broken English al fin fue la artista que estaba llamada a ser. Así fue como dejó de hacer discos que intentaban seguir explotando su condición de reina díscola del Swinging London y así fue también como encontró la personalidad artística que poco a poco iría perfeccionando. Entre el punk y el afterpunk nació la nueva Marianne Faithfull, curtida por la vida, alcanzando algo similar a un estado de gracia a pesar de las circunstancias personales. Reggae y sintetizadores, rock de sonidos opacos y ritmos de baile. Un disco con zafiros como aquel Why’d Ya Do It?, el ajuste de cuentas de una amante despechada. Aquella letra obscena escrita por el poeta Heathcote Williams causaba furor en el Blitz de los new romantics y, al igual que su versión de The Ballad of Lucy Jordan, acabaría avanzando una nueva ola de feminismo que aún estaba por fraguarse.
Hasta su retiro en 1980, Smith siguió dinamitando lugares comunes. Volvió a imponer una proyección propia del erotismo desde la portada de Easter, su resurrección personal y artística tras un accidente de trabajo que le costó rotura de varias vertebras. Kate Simon la fotografió vestida únicamente con una enagua, la tela delatando uno de sus pezones, los brazos desnudos levantados dejando al aire una axila sin afeitar. En Easter Smith le cantaba al amor de su vida -Fred "Sonic" Smith, con el que se casaría dos años después- y a los otros amores de su vida -en We Three rememoraba su relación con Tom Verlaine cuando ella todavía era pareja de Allen Lanier-, le cantaba a la experiencia mística que vivió Rimbaud cuando quiso bautizar a sus hermanas Isabelle y Vitalie un domingo de resurrección en Charleville, y le cantaba también a esa palabra que todavía no se había oficializado, la sostenibilidad. En Easter había además una composición, "Ghost Dance", que Faithfull versionaría casi veinte años después, transformándola en una elegía para las víctimas del sida. Charlie Watts, Ron Wood y Keith Richards fueron los músicos que la acompañaron al registrar la canción.
Patti Smith regresó definitivamente a la música en 1996, tras quedar viuda. Su forzado regreso inauguró una etapa de madurez en la que una voz más sabia y sosegada convivía con sus obras pioneras de los años setenta. Smith se convirtió en la venerable institución cultural que hoy es. Consagrada también como narradora gracias a las memorias de Éramos unos niños, rompió con todos los techos de cristal posibles. Para entonces, Faithfull ya había consolidado definitivamente su estilo gracias sobre todo a su asociación artística con Hal Wilner, que fue quien supo darle la envoltura definitiva a su voz correosa. Faithfull invocaba a Kurt Weill y el cabaré de la Alemania de Weimar, indagaba en las heridas musicales de la vieja Europa o se acercaba a la clásica, hasta que tarde o temprano volvía a pisar el suelo de la música pop. Nick Cave, Damon Albarn, PJ Harvey o Anna Calvi son solamente algunos de los artistas que han pedido trabajar con ella en los últimos veinte años.
Patti Smith lleva casi diez años sin sacar un disco y no parece que tenga intención de hacerlo en breve. A primeros de 2021, Faithfull publicó She walks in beauty, un álbum en el que recitaba versos de poetas románticos -Byron, Wordsworth, Keats, Tennyson…- que marcaron su vida con fondos musicales de Warren Ellis. Patti Smith parece no necesitar registrar música nueva para seguir recorriendo los escenarios del mundo. Se la acepta y se la espera como la gran creadora que es, una de las últimas representantes, junto a Faithfull, de una generación de artistas que sentó unas bases que entonces eran discutidas o incomprendidas y ahora son asumidas y respetadas. Faithfull, por ejemplo, ha hecho durante los últimos quince años discos mucho más consistentes y relevantes que sus amigos de los Stones. Durante una entrevista que mantuve con ella hace unos años le pregunté por esto y contestó, malhumorada, que de eso nada. Puesto que es una persona que valora enormemente la amistad, no podía contestar otra cosa, aunque los hechos corroboren lo contrario.