MURCIA. Dice Juan Manuel Fernández Montoya, Farruquito, que el olé más grandioso que puede recibir es cuando ve que alguien que no entiende de flamenco se encoje al sentir un pellizco de emoción. "Esa persona es flamenca aunque no sepa bailar, cantar o tocar un instrumento", asegura el sevillano, quien este viernes actúa en la Cumbre Flamenca de Murcia. Vuelve al Teatro Romea, un escenario que conoce bien, con más nervios que un principiante; y eso que él debutó internacionalmente con solo cinco años en Broadway. Pero es que con los años, el nieto del gran Farruco siente cada vez más responsabilidad al ponerse delante del público. No es lo único que ha cambiado en el artista, que se ha vuelto muy casero desde que es padre, de un niño, Juan 'El Moreno', que ahora tiene nueve años y ya dice con desparpajo: "Yo soy bailaor"; y de dos niñas mellizas de seis años. Tanto es así que para Farruquito el mejor plan del mundo es ver una película en familia. "Me encanta el cine", asegura el que ha sido calificado por Antonio Canales como "el Michael Jackson del flamenco".
- Vuelves a la Cumbre Flamenca de Murcia con un espectáculo cuyo título, Íntimo, ya dice mucho. ¿Qué es lo que va a ver el público en el Teatro Romea?
Lo que hemos querido recrear son esos momentos de celebración, de una fiesta, cuando estamos en comunión con la familia o con los músicos, que también son parte de mi familia. En este caso, hago como director de orquesta y les voy pidiendo lo que quiero, pero de una forma muy natural, como si el público no existiera y fuese una cosa entre nosotros. A la gente le está gustando, porque también se olvidan de que son espectadores y forman parte de esta reunión de amigos.
- He leído en alguna parte que este espectáculo es como una especie de liturgia…
¡Claro! Porque el flamenco empieza así. Es la expresión de un pueblo que se afinca en la baja Andalucía y que dicen que entró por Cataluña y que venía de la India, de Egipto… Al final, venga de dónde venga, es una manifestación que viene a decir "así somos nosotros", a través de la música y el baile flamenco. Y eso es lo que hemos querido recrear nosotros.
- Y ahí estás tú como 'El Capitán', que es como creo que te llamaba tu abuelo Farruco.
Mi abuelo me llamaba 'El Capitán' porque él tenía una cosa conmigo muy especial… pero aunque yo lleve la batuta, de vez en cuando se la presto a todos, en algún momento, porque me encanta que ellos también se manifiesten con el corazón y yo ponerme el reto de a ver cómo se baila eso.
- Aún así, tienes el control de tus espectáculos, donde no solo eres el bailaor, también el coreógrafo y el productor. ¿Cómo llevas que recaiga en ti toda esa responsabilidad?
La verdad es que a veces es duro, porque en muchas ocasiones no te queda tiempo, energía o concentración para bailar. Pero es verdad que, aunque delegue en otras personas, al final siempre meto la mano yo, porque cuando concibo un espectáculo lo hago en su totalidad, en sus 360 grados –cómo se ve, cómo se oye y cómo de baila-, y al final, sin querer, me sale.
- Tú eres el heredero de toda una estirpe, que viene de tu abuelo Farruco. Pero, ¿cuál te gustaría que fuera tu legado, tu aportación al baile flamenco?
Yo no es algo que piense, pero cuando meto la mano en el corazón a mí lo que me gustaría es no haber aportado solo al flamenco, sino al mundo del arte y la cultura. Porque yo creo que el flamenco es algo que todavía la gente desconoce en toda su dimensión. Se habla de la formación clásica, de la dificultad del jazz… pero no se dice que muchísimos grandes músicos no se han atrevido a tocar por bulerías, mientras que muchos flamencos son capaces de compartir su música con las de otros géneros totalmente distintos al nuestro. Con esto quiero decir que todavía no se tiene conciencia de esta gran aportación del flamenco al arte y a la cultura; y que a veces nos sentimos más identificados con músicas que vienen de fuera, seguramente porque son más fáciles. A mí me gustaría que mi aportación fuera que la gente entendiera que el flamenco es lo más difícil del mundo y que tiene un poder de transmisión enorme; de hecho, no hace falta entender el flamenco para emocionarse.
- Tanto es así que es aclamado en todo el mundo. ¿Crees que en ocasiones se valora más fuera que dentro?
Casi siempre. Digamos que a veces los árboles no nos dejan ver el bosque. Quizás porque lo tenemos tan cerca. Y también, haciendo una crítica constructiva al país que tanto amo y al que echo mucho de menos cuando salgo fuera –porque no nos engañemos, como en España no se vive en ningún lado, es el mejor país del mundo-, se debería tener un poco más de conciencia de que tenemos una de las músicas más rica del mundo entero. Pero la cultura no tiene nada que hacer con esta generación tecnológica que han creado para acercarnos más los unos a los otros y lo que está haciendo es separarnos, individualizarnos, y que no pensemos ni nos quejemos por nuestros derechos, que es lo que se ha hecho desde el circo romano hasta nuestros días. Yo no entiendo de política, pero creo que el flamenco, y la cultura en general, debería estar más apoyada, porque es historia. Una prueba de su importancia es que los más grandes de todas las artes en el mundo entero han sido unos enamorados del flamenco.
-Hablando de liturgias… ¿ser flamenco es un poco como ser cura, sé es las 24 horas? ¿En qué otros aspectos de la vida que no es el baile se deja notar?
Ser flamenco no es como ser cura, porque no estoy seguro yo de que todos los curas sientan la misma devoción (bromea). Ser flamenco es como ser hippy, es una filosofía de vida. De hecho, uno puede ser flamenco sin cantar ni bailar o sin tocar ningún instrumento. Es algo maravilloso que pasa en el flamenco y no en otros espectáculos. Tú lo ves cuando en una fiesta hay alguien que no sale a bailar y que ni hace el compás por respeto, pero cuando ve algo bonito y todos los flamencos dicen 'olé', observas como esa persona se encoje porque ha sentido ese pellizco; y ese es el olé más grandioso que uno puede recibir, porque lo ha sentido sin saber por qué. Esa persona es flamenca.
- Tienes alguna manía o algún ritual antes de salir al escenario.
Bueno, algunas… Me peino como cincuenta veces y cada vez me veo más malo el pelo. Es una de las manías que tengo por los nervios. Luego, necesito siempre de los míos. Además, con los músicos hacemos una oración de fe, de ninguna religión en concreto, de pedir que todo salga bien y dar las gracias por las cosas bonitas de la vida. Y después, me tengo que ir solo, taparme la cara, respirar y conectarme con la belleza, la bondad, la nobleza, la música… y para agradecer que nos hayan dado la oportunidad de mostrar nuestro arte.
- Llama la atención que después de tantos años en los escenarios -actuaste solo con cinco años en Broadway- sigas sintiendo nervios antes de actuar.
Cada vez me pongo más nervioso, fíjate. Es algo que me he preguntado y que he comentado con gente mayor que yo: ¿Por qué me pongo ahora más nervioso que antes? Y la respuesta es siempre la misma, por la responsabilidad, que te hace tomar conciencia. El público te exige más y cada vez hay más gente que baila increíble, para quitarse el sombrero… y todo eso me ronda a mí en la cabecita y hay veces que, momentos antes de salir, me dan ganas de irme para mi casa.
- Y una vez sobre el escenario, frente al público, ¿cómo describirías lo que sientes?
¡Ahí todo cambia! No podría explicarlo… hay veces que me siento flotar, otras que no me puedo despegar del suelo, empiezo a ver imágenes de cuando era niño, me veo con mis niños jugando y transformo ese pensamiento en baile, me acuerdo de las injusticias de la vida, de la gente que pasa necesidad… Trato de bailar para arreglar el mundo.
- Hay cosas que no se pueden aprender y que nacen solas. Pero bailar como lo haces tú también requiere de mucha disciplina y de horas de ensayo. ¿Cómo es esa parte que no se ve?
Esa parte que no se ve es la más dura y la más importante al final. A mí cuando me dicen si esto del flamenco se lleva en la sangre, yo siempre digo que relativamente, porque mi abuelo Farruco tuvo hijos y muchos nietos que no han bailado nunca. Tienes que nacer con una sensibilidad que conecte con el arte, con el ritmo, con la música, con la expresión… Hay gente que conecta pero no tiene ese punto para mostrarlo. Mi mujer entiende todo del flamenco, pero ella es incapaz… vamos, que en una fiestecita la tengo que animar a bailar por la timidez que tiene. Es verdad que existe ese algo, pero es mínimo y todo lo demás es trabajo y trabajo. Toda una vida aprendiendo y tratando de ser consciente de que no eres mejor que nadie y de que esto no se trata de competir sino de compartir. También hay que cuidarse mucho: nada de alcohol, nada de fumar y salir de fiesta, lo mínimo. Aunque en mi caso, desde que nacieron mis niños, sería al revés, necesitaría una fiesta de vez en cuando, porque estoy siempre con ellos.
- Cuando ves bailar a tu hijo, Juan 'El Moreno', ¿estás viendo el futuro del flamenco?
A veces sí. Porque tiene nueve años, pero ya ve el baile de una manera muy personal. Es muy inquieto, también le gusta tocar la batería, el piano, la guitarra, compone… Le gusta todo. Él quiere ser yo, ¡pero ya! Y lo tiene muy claro: “Yo soy bailaor”, dice ya tan pequeño como es. Muchas veces le digo, como si fuera mayor, que la gente lo va a comparar conmigo toda la vida, como a mí me pasó con mi abuelo Farruco. Y la única manera de que dejen de hacerlo es trabajando muchísimo y siendo él mismo, mostrándose diferente. A mí me costó quitarme la sombra de mi abuelo, pero lo conseguí con trabajo. Y sigo con ese esfuerzo de hacer cada vez algo diferente para el público.
- Si un día el niño te dijese que quiere ser abogado o futbolista, ¿te daría un disgusto o una alegría?
Abogado no lo veo, la verdad, pero si me dijera futbolista, me encantaría. De pequeño le dio un tirmpo por el fútbol y para mí fue una alegría, porque pensé que era algo muy sano y bueno para él. Hablé con mi amigo Sergio Ramos y me dijo que se lo llevara un día. ¡Y no me dio tiempo! Dejó el balón y se puso otra vez sus botas de bailar. Si hasta cuando marcaba un gol lo celebraba bailando por bulerías.
- Decía Antonio Canales en una entrevista a Murcia Plaza, que "Farruquito es el Michael Jackson que tenemos en el flamenco". ¿Qué opinas de esta comparación?
Yo opino que mi amigo y maestro -es como si fuera mi tío- es muy exagerado. Te voy a decir una cosa, para mí Michael Jackson ha sido el artista más grande que he conocido y mira que yo soy flamenco. Las distancias son abismales, pero Antonio me lo dice con cariño, porque me ha visto crecer y que siempre he estado muy comprometido con el flamenco. Él me echa esos piropos para animarme, cuando algunas veces me desmotivo. Sé que habla gloria bendita de mí y yo tengo que agradecérselo, porque es maestro como persona y como flamenco.
- ¿Te parece que un fenómeno como Rosalía ayuda al flamenco?
Yo creo que en parte sí, porque acerca el flamenco a un público que no lo consume. Pero también es verdad que hay otra parte y es que se puede caer en el error de pensar que también son flamencos algunos temas de Rosalía que no lo son. Al final, está todo en informarse bien. Lo impresionante lo es siempre, pero si además se entiende lo que se está escuchando se pueden descubrir y sentir cosas muy bonitas.