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El buque republicano con base en Cartagena al que los gibraltareños quisieron ayudar

28/01/2022 - 

MURCIA (EFE). A finales de 1938, el destructor de la Armada española con base en Cartagena José Luis Díez vivió sus últimos días frente a Gibraltar, tratando de escapar de los ataques de los barcos del bando sublevado. No lo consiguió, a pesar de que en su lucha contó con la ayuda de muchos gibraltareños.

Un libro, Red Ship and Red Tape. The José Luis Díez and Gibraltar, rescata ahora este capítulo de la historia de la Guerra Civil española, que muestra como en el Peñón, la ciudadanía y las autoridades militares británicas no sentían de la misma forma la contienda en el país vecino.

El libro, editado en inglés y que verá su edición en español el próximo verano, relata la historia de este destructor republicano que entre septiembre de 1937 y agosto de 1938, estuvo en el puerto de El Havre, en la Normandía francesa, siendo reparado.

Una vez alistado tenía que regresar a la base naval de Cartagena y, por ello, atravesar el Estrecho de Gibraltar, controlada por el bando sublevado. Para intentar pasar desapercibido, la tripulación lo camufló para hacerlo pasar por un buque británico. Pero la argucia no tuvo éxito y barcos de las fuerzas franquistas lo identificaron y atacaron.

Con un boquete de unos 16 metros cuadrados en la línea de flotación del barco, la tripulación, integrada por 180 hombres, logró llegar al puerto del Almirantazgo de Gibraltar.

"En aquellos días ya se veía quien iba a ganar la guerra. El gobierno inglés no quería molestar a Franco, su prioridad era que el conflicto no afectara a su base naval en Gibraltar", cuenta Francis Silva, uno de los autores del libro. Así que no permitieron que el barco fuera reparado en los astilleros.

El José Luis Díez sí contó con la ayuda de muchos gibraltareños. Trabajadores de los astilleros, en faena nocturna y sin cobrar, lo repararon durante cinco meses.

La periodista Debbie Eade cuenta en el libro cómo María Magdalena Massetti, abuela del actual ministro principal de Gibraltar, Fabián Picardo, se encargó de bordar la bandera, con un emblema diseñado por su marido, Enrique Massetti, a su vez abuelo del jefe del Ejecutivo gibraltareño. Con monedas republicanas de plata fundidas, se hizo una placa sobre la que se grabó el escudo de la II República y el de Gibraltar.

Entre ambos un texto en el que la población "antifascista" gibraltareña loa la "Historia del Valor, la Lealtad y el Patriotismo" de la tripulación republicana e indica que con la placa "desea perpetuar" su hazaña "para estimación y ejemplo de todos los que sienten en su corazón los ideales de justicia y libertad".

La nueva bandera fue izada en el destructor cuando, una vez reparado, volvió a zarpar a finales de diciembre de 1938 a lo que sería su última travesía.

"Los espías de Franco en Gibraltar lanzaron bengalas cuando zarpó para avisar a los barcos de las fuerzas sublevadas que patrullaban en el mar", explica el autor gibraltareño. Atacado a cañonazos por buques enemigos, el 30 de diciembre el José Luis Díez encalló frente a la colonia.

Las autoridades británicas en el Peñón arrestaron a la tripulación y días después la trasladaron a bordo de dos navíos a Almería, un territorio aún controlado por la República. El José Luis Díez fue entregado a las tropas franquistas en marzo de 1939.

Pero su último estandarte y la placa no. Aparecieron años después en la sede gibraltareña del sindicato Transport and General Workers Union (TGWU). A mediados de los 70, Jack Jones, secretario general del TGWU en el Reino Unido y que había combatido en la Guerra Civil española en las Brigadas Internacionales, dejó por escrito que la bandera no llegaría "de ninguna manera a las manos del general Franco ni a ninguna de sus gentes a menos de que sea una verdadera democracia elegida universalmente".

Una vez retirado, Jones, envió la bandera de regreso a Gibraltar. Según cuenta el libro, quienes la guardaron trataron de ponerse en contacto con Alfonso Guerra para que el recuerdo volviera a España. La idea no fue recibida y la bandera y la placa fueron donadas al Museo Nacional de Gibraltar, donde hoy permanecen.

Hace un par de años Francis Silva, un oficial de bomberos gibraltareño y apasionado estudioso del patrimonio histórico del Peñón, vio en una exposición ambos objetos, que despertaron su curiosidad.

"Me dio por ir al Archivo de Gibraltar. Me dijeron que el archivo de este barco estaba restringido, que tenía que pedir permiso al Gobierno de Gibraltar para que lo desclasificaran. Lo hicieron y desclasificaron 500 páginas, con muchos telegramas con Londres", explica. En archivos de Londres, encontró otras 500 páginas de documentos, muchos de ellos con telegramas.

De ahí viene el título lo de 'Red tape', en referencia a "la burocracia infinita que se suele adoptar entre departamentos de gobierno cuando nadie quiere tomar una decisión por su parte y espera que otros la tomen", explica el autor.

A sus pesquisas y a las de Debbie Eade, se han sumado las de dos británicos especialistas en la Guerra Civil española, Gareth Stockey y Chris Grocott, y de Luis Miguel Cerdera, especialista en la armada republicana, para componer este libro, una iniciativa del Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar. 

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