MURCIA. Durante los primeros meses de andadura en el Palacio de San Esteban, Ciudadanos apenas dio un disgusto al PP, su socio de Gobierno. Al menos, no públicamente. La legislatura comenzaba ya convulsa -como si fuera un preludio del excepcional 2020 que iba a acontecer- con dos terribles accidentes aéreos, la DANA más grave en dos décadas y la crisis del Mar Menor. Fue precisamente por la delicada salud de la laguna cuando se produjo el primer amago de choque público. La vicepresidenta Isabel Franco exigía por carta al presidente que tomara medidas en el asunto. El ‘pin parental’ fue otro paño caliente, pero la formación liberal acabó aceptando un preacuerdo con PP y Vox para los Presupuestos en el que no se suprimían las autorizaciones de las familias para las actividades complementarias de sus hijos.
Apenas trascendieron gestos de tensión de un Gobierno formado por mayoría de consejeros del PP (seis populares más el presidente frente a cuatro naranjas). No fue hasta diciembre cuando se conoció la primera gran discrepancia en la coalición. Ciudadanos se desmarcaba del PP y abogaba por que la ley del Mar Menor se tramitara como proyecto de ley, y no como decreto-ley, como estaba previsto. Aquel movimiento generó inquietud en su socio, incómodo ante la idea de que sus colegas pudieran repetir los cambios de opinión repentinos. Pero la cohabitación mantuvo su maridaje sin grandes contratiempos internos. La Región de Murcia poco se parecía a Madrid, donde han sido frecuentes los encontronazos entre Isabel Díaz Ayuso e Ignacio Aguado.
En todo este tiempo, Ciudadanos ha vivido una lenta renovación de sus líderes, un proceso retrasado por la pandemia y que ha supuesto un viraje paulatino en la estrategia del partido en España, al apostar por un perfil más centrista con medidas pactadas con el Gobierno de Pedro Sánchez. En la Región, el nombramiento de la nueva ejecutiva se hizo de rogar y no se materializó hasta septiembre, tras prácticamente nueve meses en manos de una gestora. Ana Martínez-Vidal tomaba las riendas de Centrofama, la sede de los liberales, y una de sus primeras decisiones fue escenificar una tregua mutua con Isabel Franco, derrotada internamente tras postularse para liderar la formación. Franco aceptaba en buena lid la derrota y Vidal daba un paso más y descartaba públicamente un relevo en el Gobierno: "Su Vicepresidencia es compatible con que yo sea coordinadora de Ciudadanos".
Los primeros pasos de Martínez Vidal se centraron en la composición de la dirección regional, en la que se excluía a Isabel Franco y se fijaban las nuevas personas de confianza de la coordinadora regional, con dos altos cargos de la Consejería de Empresa (María José Ros Olivo y José Gabriel Sánchez Torregrosa) y el portavoz parlamentario (Juan José Molina). Y después se completaba con la designación de los grupos de trabajo, en los que Martínez Vidal ha recuperado a históricos, como los exdiputados Miguel López-Morell y Luis Fernández, así como ha tirado de ‘fichajes’ procedentes del mundo de la empresa.
Hecho el equipo, turno para la política. Los movimientos políticos de esta última semana han causado sorpresa. Martínez Vidal se apartaba del PP y emitía un comunicado para dejar claro que no iba a apoyar la subida "indiscriminada" de sueldo para todos los funcionarios planteada por los populares. Poco después la consejera se reunía con sindicatos sanitarios para manifestarles que pelearía por una gratificación para el personal de la Sanidad en recompensa a su enorme esfuerzo durante la pandemia. Y, además, en esa misma semana la propia portavoz del Gobierno regional recordaba al consejero de Hacienda (del PP) que no había recibido los 15 millones asignados para su Consejería en ayudas para pymes, comercios, autónomos.
Hubo más movimientos. En pleno debate sobre la reapertura o no de la hostelería, un tema que el presidente del Gobierno regional siempre defendió ampararse en decisiones de los técnicos y expertos, Martínez Vidal hacía pública la propuesta de su partido: una reapertura selectiva. Ciudadanos, de esta manera, se sumaba a las voces que pedían la reanudación de los bares, metiendo presión a un Gobierno, su Gobierno, que aseguraba no haber decidido nada al respecto. Finalmente, la apertura de la hostelería salió adelante para diez localidades, y la formación liberal no dudó en sacar pecho: "La propuesta de Ciudadanos obtiene el respaldo del Comité Covid".
El objetivo es claro: marcar perfil propio, distinguirse del PP, hacer valer sus siglas en el seno del Gobierno, el ‘tinte naranja’, como a ellos les gusta decir. "Tenemos que transmitir nuestra identidad propia, lo que nos diferencia de los demás", aseguraba Martínez Vidal a Murcia Plaza. El partido naranja es uno de los más castigados en las encuestas y se juega ser relevante en la próxima legislatura. Igual que sucede con Podemos en el Ejecutivo de España, Ciudadanos tiene la baza de formar parte del Gobierno, que siempre es mejor escaparate que ocupar la bancada de la oposición. Pero ese rédito, de momento, se lo está llevando el PP a tenor de la tendencia de todas las encuestas, que premian a López Miras -y también a Vox-, en detrimento de Ciudadanos -y también del PSOE, dicho de paso-. Las elecciones autonómicas de 2023 planean en el horizonte. A la luz del último sondeo -el Cemop-, Ciudadanos mantendría las llaves de la gobernabilidad, pero lo haría por los pelos y, además, a costa de perder la mitad de sus escaños. Y esa es una advertencia muy interiorizada en Centrofama.