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El artista prepara la instalación de una tarántula y sus 'holgazanes'  en una rotonda

Donde habitan los bichos soñados por Flyppy: "Hay 'flipaos' que han apostado por mí desde el principio"

10/05/2020 - 

MURCIA. Hay una antigua herrería en el barrio del Progreso de Murcia habitada por animales marinos e insectos que se escaparon de los sueños de un niño llamado Ismael Cerezo, que cuando creció aprendió a darles forma a través del vidrio y el hierro. Nave, estudio, taller… es el espacio de trabajo y creación donde cobran vida los ‘bichos’ de Flyppy, nombre con el que se conoce a este escultor murciano. Aquí, en este entorno donde puede parecer que reina un sugerente caos, con estanterías repletas de herramientas, materiales de trabajo, botes, cables,… todavía se aprecia más la belleza y el color de peces, medusas, pulpos, caballitos de mar, arañas, mariposas, flores, frutas,… con los que este artista ha poblado un mundo surrealista donde la fragilidad y suavidad del vidrio se alía y contrasta con la rudeza y resistencia del hierro. Pero, no hay que fiarse de las apariencias, porque como explica Flyppy, a la hora de trabajar el hierro es agradecido, mientras que con el cristal “no hay vuelta atrás”.

En el estudio de Flyppy el horno se ha vuelto a encender y el martillo ha vuelto a golpear el metal después de haber cerrado durante el tiempo en que “la cosa se puso heavy” con el coronavirus y tras haber tenido que suspender la exposición prevista en el Centro de Artesanía de Murcia. “Hacía dos años que no exponía en la ciudad y me apetecía mucho”, dice con pena el creador de la escultura Túnido, atún tuneado de la rotonda de Miguel de Cervantes y del Homenaje al agricultor, en la plaza Díez de Revenga, ambas en Murcia; del conjunto escultórico Manaderos del álamo, a la entrada de Fuente Álamo; del Algarrobo, en el acceso de la autovía en Totana;  de las Garzas engarzadas, en el exterior de la clínica Virgen de la Caridad de Cartagena; o de los flamencos junto a centro comercial Pinatar Park, entre otras muchas obras públicas.

La tarántula y sus holgazanes... próximamente

Ahora Flyppy ha retomado el encargo de un conjunto de diez arañas que se colocarán en las farolas que rodean la rotonda en la que se instalará una gran tarántula preñada, también obra del artista. “Se trata de la Tarántula gigante que hice para Ceutí Imagina hace quince años (realizada en acero corten y vidrio caliente soplado, con unas dimensiones de 7 metros de fondo, 4,5 de ancho y  5,5 de alto). Cuando la Comunidad se hizo cargo del centro pasó a estar guardada en un almacén. Yo no quería eso, porque es una obra muy bonica que no se merecía estar almacenada. Hemos conseguido que se la cedan a un municipio…”. Y hasta ahí puede leer Flyppy, que, aunque no le resulta fácil guardar secretos, prefiere que sea el ayuntamiento en cuestión el que haga el anuncio oficial de la instalación de esta tarántula y de su séquito de holgazanes, “unos pedazo de bichos guapos, de cuatro metros de diámetro”, que vigilarán la pieza principal de la instalación desde la altura de las farolas de alrededor. “El conjunto va a quedar espectacular”, asegura el escultor.

En aquel momento, junto a esta tarántula, el artista también hizo para Ceutí Imagina una impresionante Escolopendra de catorce metros de largo, que subía por una chimenea industrial de principios siglo XX, con el cuerpo y las patas de acero corten, y los ojos y la cola de innumerables bolas de vidrio caliente macizo y coloreado.  “A ver si la escolopendra me la traigo a Murcia”, desea en voz alta el escultor, que habla de sus obras como si de hijos se tratasen. “Se les coge cariño”, afirma.

Aunque el estado de alarma ha supuesto que todo se paralice, el estudio de Flyppy –que lleva funcionando como tal más de 25 años, sin contar el tiempo anterior en el que el escultor compartió espacio con unos herreros- ha seguido recibiendo encargos a través de las redes sociales y "eso nos va a permitir seguir tirando, aunque sin echar cohetes", explica el artista murciano, quien añade que “somos tres familias las que vivimos de este trabajo”. Así, por ejemplo, indica que “me he quedado con todas las piezas preparadas para montar una casa de La Manga” y que un día antes del confinamiento entregó un encargo para un conocido restaurante de esta zona, para el que ha hecho hasta medusas para la entrada de los cuartos de baño.

Porque Flyppy no sólo hace grandes esculturas públicas y privadas, también un sinfín de obras para casas y locales de dentro y fuera de la Región (lámparas, muebles, apliques, rejas y puertas, esculturas de sobremesa, percheros,…). “Tengo clientes buenos, algunos ‘flipaos’, a los que les gusta mi obra y que han apostado por mí desde el principio. También me han comprado obra para regalar a gente muy potente”, cuenta el escultor, que espera, por otra parte, poder acudir a su cita veraniega en San Pedro del Pinatar. “Todos los veranos, en agosto, realizó una exposición en el Centro de Iniciativas Turísticas, pero no sé si este año se mantendrá”.

El artista que se niega a aburrirse

“Yo soy un artista que utiliza la maestría de un trabajo artesanal para hacer siempre cosas distintas”, explica Flyppy, quien manifiesta su predilección por el vidrio, del que dice que “tiene una técnica, pero además yo lo machaco mucho, me gusta pegarle”. Apunta, al mismo tiempo, que este material le permite “estar siempre investigando para hacer cosas que no hacen otros, para darle siempre una vuelta de tuerca”. Y como el murciano lo conoce bien, “el vidrio se deja hacer”. De hecho, Ismael Cerezo recuerda cuando estuvo a principio de los noventa en Palma de Mallorca, aprendiendo con un maestro vidriero que le preguntaba admirado : “Pero, ¿tú dónde has aprendido antes, porque es imposible que no hayas tocado antes el vidrio y sepas cómo se mueve? Yo le decía a él cómo había que hacer las cosas y, claro, alucinaba en colores”.

“El hierro es más maleable que el vidrio, es muy agradecido; a mí me sirve de desahogo. Y tiene marcha atrás, mientras que el vidrio no: tienes que tener muy claro dónde vas y, por lo tanto, requiere una mayor concentración”. Y como a Flyppy no le gusta inclinarse por lo fácil, ni aburrirse -eso nunca-, le tira más experimentar con las transparencias que impregna de mil colores, aunque “me ponga más nervioso”. Estos son los dos elementos que suele combinar Flyppy en sus obras, porque mezclados hacen que el resultado adquiera "más fuerza" ante los ojos del artista.

La creación como necesidad

Su afición por el mundo animal se remonta a su infancia. “Me van mucho los bichos, de toda la vida, desde pequeños me ha gustado observarlos. Me montaba acuarios, criaba pulpos,…”, recuerda este escultor, quien asegura que “nunca sabes por dónde va a salir la inspiración”. “Normalmente, es trabajando”, añade, aunque al mismo tiempo recuerda que la escultura de la rotonda de Miguel de Cervantes en Murcia “la diseñé una noche en el bar El Sur, en un papel de libreta. Cuando mostré el dibujo, hecho con dos líneas, a quienes me encargaron la escultura, alucinaron”. Sonríe recordando cómo nació una de las obras de las que más satisfecho se siente, aunque en general dice sorprenderse gratamente al contemplar, con el tiempo, sus esculturas. "Me gustan", dice orgulloso de sus retoños.

La clave de Flyppy es, sin duda, que disfruta con su trabajo. “Me lo paso muy bien. El vidrio siempre es una inquietud, nunca terminas de aprender. Da gusto trabajarlo”. Tanto es así, que Ismael Cerezo dice: “Necesito trabajar para poder vivir, como una necesidad existencial. No sé, no podría estar sin hacerlo, antes muerto...”. Por eso, tiene claro que “cuando me retire me tendré que montar un taller o algo cerca, porque yo no puedo dejar de trabajar, no tendría sentido”.

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