MURCIA. No hubo una bronca. Qué va, eso es quedarse corto para describir el clima del primer debate de la moción de censura: se lanzaron al cuello sin piedad. El tono fue más que duro: agresivo en ocasiones, con momentos de cólera y también trufado de calificativos hiperbólicos. "Chorizos", "maletines", "sinvergüenzas", "cloacas" "infames", "mafiosos", "tránsfugas", "Corleone", "hooligans" y "escupir a la cara" fueron algunos de los epítetos que se escucharon en la Cámara. Las llamadas al orden de Alberto Castillo fueron frecuentes.
Especialmente vehemente fue el líder del PSOE, Diego Conesa, que abrió fuego en la tribuna. En varias ocasiones pronunció las palabras "corrupto" e "infamia", porque, para él, "el Gobierno de López Miras es indecente e inmoral, fruto de la corrupción, y su infamia perdurará para siempre".
El alhameño atacó sin tregua al PP por su "compra de voluntades" al conseguir que Isabel Franco, Francisco Álvarez y Valle Miguélez se desmarcaran de su firma en la moción de censura. "Es el mayor escándalo político de la historia", una actitud que, adujo, por sí sola "justificaría la moción de censura". Tan efusivo fue Conesa que incluso deslizó que Castillo también "podía ser comprado por el Gobierno". El comentario no fue pasado por alto por el presidente de la Cámara, que le recriminó que había puesto en duda su honor.
El secretario general de los socialistas murcianos también insinuó que López Miras tiene atado con José Ángel Antelo, el líder de Vox, un acuerdo para convocar elecciones anticipadas. El debate se agrió aún más en la réplicas. Conesa, encolerizado, llamaba "chorizos" al PP, denunciaba "maletines" en el Ayuntamiento de Murcia y acusaba de "corrupción" a la propia Asamblea Regional. La bancada del PSOE se levantaba en pie.
López Miras, el hombre señalado por la moción, arrancó su intervención con una sorpresa: deseaba una pronta recuperación al consejero de Transparencia, recién nombrado en el cargo (y que era el número 7 de la lista de Ciudadanos), Antonio Sánchez Lorente. El presidente se atusó la corbata y comenzó su discurso, más calmado que Conesa pero firme, con un objetivo claro en la diana: Ana Martínez Vidal.
Ya reconocida como enemigo público número uno, era la primera vez que se dirigía hacia quien fue su portavoz durante casi dos años. "Usted es la verdadera tránsfuga", espetó. La culpó de estallar por los aires "un pacto que estaba funcionando bien" y de "abrazarse a la izquierda" por ambición personal a través de una moción "urdida en lo más negro de las cloacas de la política". Socialistas y liberales son, apostilló, "los enemigos de los murcianos". Las instituciones, agregó, están "para salvar vidas, no para asaltar sillones" y reprochó que la Región haya vivido "la primer automoción de censura" de su historia.
Miras contratacó también contra Conesa, al que le recordó su imputación judicial por la tramitación de una multa durante su etapa como alcalde de Alhama de Murcia. "Es el único presunto corrupto de los 45 diputados de la Cámara". Y también tuvo palabras para los diputados expulsados de Vox, cuyos votos son decisivos: le agradeció que "hayan mostrado su apoyo" y les encomendó a "ser esenciales en el proyecto de libertad que preside" el líder del PP. Todo un guiño para ganarse su confianza.
Después fue el turno de los portavoces parlamentarios. Cuando Juan José Molina, el representante de Ciudadanos se dirigió al atril, la vicepresidenta Isabel Franco y su compañero Francisco Álvarez se levantaron y salieron del hemiciclo. No quisieron escuchar a su antiguo colega. "Vale, hasta luego", comentó Molina, quien poco después los tildaba de "sinvergüenzas" y los culpaba de "escupir a la cara los murcianos". Hace nada eran íntimos en la Cámara; hoy no se pueden ni ver.
Juan José Liarte, por su parte, continuó, un día más, sin desvelar su posición. Pero siguió afinando aún más su decisión. Él, explicó, no comparte simpatías con los socialistas, pero ante todo quiere proyecto y resaltó el triunfo de las personas frente a los partidos. En su comparecencia, que inició detallando el significado chino de la palabra crisis, nombró en varias ocasiones a Federico Jiménez Losantos. Dedicó un buen rato a defenderse de los ataques recibidos por el periodista.
Podemos, por otro lado, confirmó su posición: su diputada, María Marín, subrayó que ellos secundarán la moción y recriminó que Miras "necesitará a la ultraderecha" para mover un dedo. "El riesgo es que esa ultraderecha acabe a usted comiéndoselo por los pies", le advirtió. Marín empleó una de las citas del debate y parafraseó a Clint Eastwood: "¿Quién es el dueño de esta pocilga?".
Por último compareció Ana Martínez Vidal. La candidata a la Presidencia iniciaba su intervención tranquila, sin aspavientos. Pero poco a poco fue elevando el tono. Culpó al PP de "comprar los votos" que les hacían falta para hacer fracasar la moción "con cargos públicos e incluyendo tránsfugas en el Gobierno". O sea, "un espectáculo bochornoso que provoca vergüenza e indignación".
La dirigente cruzó la mirada hacia sus anteriores compañeros. "Su firma no vale nada", afirmó. Y les dijo que no son "disidentes ni rebeldes, sino tránsfugas". Miguélez alzaba el dedo y negaba con la cabeza desde su escaño. Vidal incluso cuestionó la gestión de la pandemia de López Miras, lo que, de alguna manera, es cuestionarse a sí misma, pues fue portavoz y consejera de Empresa durante casi dos años. Pero lo hizo, desmarcándose del PP: "Se ha coronado como el presidente más restrictivo de España. Desde Ciudadanos tuvimos que exigir la apertura selectiva de la hostelería por municipios, porque usted los estaba llevando a la ruina".
La líder naranja también abordó su programa de Gobierno, firmado horas antes con Conesa, y apeló a acabar con "26 años de gobiernos del PP". Se comprometió a no subir impuestos y a defender la sanidad pública. Fue la última en intervenir. Castillo, en uno de los días más intensos que ha tenido al frente de la Mesa, cerraba la sesión. El siguiente round, el definitivo, tendrá lugar este jueves.