MURCIA. López Miras no es María Guardiola. Sus razones no son comparables. La presidenta extremeña se resistía a pactar con Vox porque consideraba que no podía dejar entrar a su Gobierno a quien "niega la violencia machista, deshumaniza a los inmigrantes, usa el trazo gordo y tira a la basura la bandera LGTB". Esas declaraciones nunca las ha pronunciado el líder murciano. Ni las hará. López Miras no es ningún activista antiVox. Es un dirigente de etiqueta 'puro PP', con todo lo que ello puede significar. Y si durante tres meses repitió hasta la saciedad que quería gobernar en solitario no lo hizo porque le provocara sarpullidos una alianza con Vox, sino por puro interés político y estratégico, no por incompatibilidad ideológica. Unos motivos muy legítimos, máxime tratándose del ganador de las elecciones. Pero el hoy reelegido presidente no se ha caracterizado por ser especialmente un dirigente crítico contra la formación de José Ángel Antelo. Más bien al contrario: suele tratar con respeto a sus dirigentes y a sus votantes. Y sabe gobernar con alguien con ideas de Vox, porque Mábel Campuzano, la exconsejera de Educación, militaba en sus filas casi desde sus orígenes, cuando el partido de Abascal era irrelevante.
Una prueba de ello es la complicidad que mostró con Antelo en el debate de investidura frente a los reproches de la oposición. Y que seguirá mostrando una vez que la coalición es una realidad, si quiere terminar con éxito la legislatura. Eso no significa que tenga discrepancias políticas con Vox. Las tiene a poco que se pregunte por el Mar Menor, el 'pin parental' y las subvenciones a patronal y sindicatos, las mismas que su futuro vicepresidente quiere eliminar. De hecho, la única declaración altisonante contra Vox que se puede encontrar en la hemeroteca de López Miras es su afirmación sobre el deseo de Vox de "modificar, reformar o eliminar" la ley de Recuperación y Protección del Mar Menor. "Derogar la ley que protege el Mar Menor es una barbaridad", recriminó en tiempos de campaña (23J), arropado por Núñez Feijóo (y Aznar), cuando el líder nacional respaldaba al lorquino en su idea de gobernar en solitario.
López Miras afronta una nueva etapa. Y con ella un nuevo desafío. Desde que en 2017 asumiera las riendas de la Comunidad de forma inesperada, su trayectoria política ha sido una carrera de obstáculos que ha ido superando. Se deshizo de la sombra de su predecesor, se adueñó del partido en la Región, se sobrepuso a una derrota electoral, resistió a una coalición imposible con Ciudadanos, sobrevivió a una moción de censura con 23 firmas, logró deshacerse de las barreras que le impedían optar a un tercer mandato e incluso reunió una mayoría absoluta de facto aun en las peores circunstancias. Y ahora, cuando creía que al fin el viento soplaba de cara, con su victoria en las urnas del 28M y con aquellas expectativas populares del 23J, vuelve a encarar otro reto: lidiar con un nuevo socio en el Consejo de Gobierno, justo lo que no quería, justo lo que se comprometió a luchar para evitarlo.
¿Cómo será la convivencia? A priori, Antelo ofrece lealtad y reitera su propósito de actuar como una "única voz" sin "Consejerías de PP y Vox". Habrá que ver cómo median las diferencias. El PP tiene la experiencia de décadas en el Gobierno frente a la bisoñez de Vox, que estrena moqueta y responsabilidades ejecutivas. En eso, López Miras está más que curtido. Pero su socio no ha venido al Gobierno para pasar desapercibido. Entre otras cosas porque defraudaría a sus votantes que, en su mayoría, si decidieron votar a Vox fue porque se sintieron precisamente defraudados con el PP. Y donde Vox más ha puesto el grito en el cielo es la agricultura, porque esgrimen que el campo está "criminalizado". Sin embargo, el portavoz del Ejecutivo, Marcos Ortuño, recordemos, llegó a decir que "probablemente nadie ha perjudicado tanto al sector agrícola como la Fundación Ingenio". Ojo con eso. Esa es una patata muy caliente en el Consejo de Gobierno.
Vox, además, siempre se ha mostrado estricto con aquellos indicadores que desnudan a la Región, como así ha ido desglosando en Twitter (ahora X) durante este verano su futuro portavoz parlamentario, Rubén Martínez Alpañez: deuda, abandono escolar, listas de espera, paro juvenil, empleo autónomos, pensiones, rendimiento de la industria, ocupación hotelera... Es probable que ahora Vox ya no recite en público esas cifras preocupantes, pero no es tan posible que las olvide ni que exija trabajar en ella. Ahí queda a modo de advertencia la triste experiencia de Ciudadanos, que aterrizó en San Esteban con un clara radiografía de la Región y con firmes deseos de cambio, pero se diluyó como un azucarillo en los primeros meses y cuando se despertó ya no tenía ni partido.