MURCIA. 20-8. Como si el marcador de un parcial se tratara, así está la batalla entre el PP y Vox a falta de menos de siete meses para las elecciones autonómicas, a tenor de la última encuesta conocida. El barómetro otoñal del Cemop apenas dejó sorpresas sustanciales, porque la tendencia se repite sistemáticamente desde el primer sondeo de la legislatura: la derecha, con el PP en cabeza, ganará los comicios de 2023 frente a una izquierda sin ninguna opción. El matiz, el aliciente si se prefiere, estriba en el pulso que libran la formación de Fernando López Miras y la de José Ángel Antelo. Así están las cosas en la arena de la política de la Región. Salvo que ocurra un giro radical de los acontecimientos. En 2018 sucedió: la moción de censura contra Mariano Rajoy cambió el tablero de juego, y ninguna encuesta acertó lo que ocurrió después en las urnas de 2019. Hoy día, debilitado Ciudadanos y con un PSOE estancado demoscópicamente, el PP sabe que el único rival que le puede herir se encuentra a su derecha. Y Vox sabe también que sus posibilidades de victoria pasan por un bajón considerable de los populares. Condenados a ser vasos comunicantes, la subida de uno implica la caída del otro. ¿Y dónde se entrecruza el choque de trenes entre las dos fuerzas? En el campo.
El dominio del relato de la política agraria marca la diferencia. Por eso Vox hace tiempo que se volcó en este terreno, consciente de que no tiene hemerotecas que le lastren y que puede lanzar un mensaje más contundente. El sector primario es una prioridad para los de Santiago Abascal. El PP, más contenido por ser partido de Gobierno, también se jacta de cuidar a los agricultores, pero esta vez no ha dudado incluso en poner distancia con sus adversarios. Lo hizo expresamente el consejero de Presidencia, Marcos Ortuño, cuando declaró, sin ambages, que "nadie ha perjudicado tanto a la agricultura como la Fundación Ingenio". Aquel fue, además de un golpe al lobby que representa a más de 45 cooperativas y empresas agrícolas del campo de Cartagena, un mensaje velado para Vox. Un desmarque en toda regla, con las elecciones en el horizonte. Un 'aquí discrepamos, no somos iguales'.
Ortuño igualmente manifestó, también sin vacilar, que es "tremendamente irresponsable, además de mentira, afirmar que la contaminación del Mar Menor sea por las aguas fecales". Nada de eso importó en las filas de Vox. Al contrario, Antelo, como si recogiera el guante, ha impulsado sus denuncias contra la actividad de los municipios ribereños, llegando incluso a pedir sanciones para sus alcaldes. El líder regional de Vox también se ha desplazado hasta la Rambla del Albujón para escenificar el estado de las "aguas negras": "Lo que estamos viendo aquí no es otra cosa más que veneno y uno de los mayores causantes de la mortandad de peces", aseveró. Para Vox el campo está libre de culpas en la contaminación del Mar Menor: es más, los agricultores, a su juicio, "están siendo injustamente criminalizados". Para el PP el mensaje tiene varias aristas: siempre se ha cuidado de generalizar, pero sí ha arremetido contra los regadíos ilegales.
Por si fuera poco, la contienda también se mide en clave nacional. Las palabras de Alberto Núñez Feijóo se escudriñan al milímetro. Sus últimas declaraciones, pidiendo reducir los consumos allá donde reciben agua de otras cuencas, han sido empleadas por Vox para marcar territorio: "La política hidrológica no admite ambigüedades", tuiteó Santiago Abascal, aduciendo: "O se está con el trasvase, la solidaridad entre regiones y la interconexión de las cuencas o se está en los egoísmos autonómicos que dejan a media España sedienta". Abascal, recordemos, no dudó en subirse a un tractor en la última manifestación del campo en Murcia, consciente de su imagen simbólica. Antelo, por su parte, apostilló que "sólo Vox cree en los trasvases y la interconexión de cuencas". A su juicio, "el resto de partidos trapichean con el agua por rédito electoral". Vox, de hecho, lleva en su programa recuperar el fallido Trasvase del Ebro, una historia bien conocida en el PP y hoy día retirada de cualquiera de sus argumentarios.
Vox no se cree la encuesta del Cemop, a la que tildan del "Tezanos del PP de la Región", en referencia al politólogo que dirige el CIS. Lo cierto es que el barómetro no deja en mal lugar a Vox. Prevé que duplicaría el resultado de 2019, al pasar de cuatro a ocho escaños, con un apoyo del 15,2%. Esas dos cifras superan con creces los guarismos que cosechó Ciudadanos en su momento de máximo apogeo, en 2019, cuando logró el 12% de los votos y seis diputados. Incluso mejora a Podemos en 2015, que en pleno boom morado de la nueva política recibió el 13,1% de las papeletas y sacó seis escaños. Pero como la política -y la vida, en realidad- es una cuestión de expectativas, todo dependerá de cómo se miren los objetivos: si Vox aspira a ganar (algo que, recordemos, ya ha hecho en la Región, su única victoria hasta la fecha, si bien eran unas elecciones generales), todavía está muy lejos de esa meta; si persigue consolidarse en la política regional y ser decisivo, entonces lo tiene en su mano, pues podría condicionar la gobernabilidad del PP.
Los populares, en cambio, sí sacan pecho del sondeo. "Con cada encuesta se demuestra que el PP está más cerca de la mayoría absoluta", señaló Joaquín Segado, el portavoz parlamentario del PP y hombre fuerte de la ejecutiva de López Miras. Los 20 escaños superarían a los 17 de las fuerzas de izquierdas (15 PSOE, dos Unidas Podemos), e incluso a Cs (que no suma porque se quedaría a cero). Y estaría en una posición de fuerza para exigir gobernar en solitario. López Miras, que todavía no ha ganado unas elecciones, se juega mucho en el 2023. Génova le advirtió de que no basta con una victoria, sino que debe amarrar una mayoría aplastante. Un reto muy difícil, habida cuenta del contexto político y habida cuenta también de la competencia con Vox. Así que cada voto cuenta -como diría el tópico-, pues no sería lo mismo gobernar al estilo Alfonso Fernández Mañueco en Castilla y León, compartiendo Gabinete con Vox -que es su vicepresidente-, que al estilo Isabel Díaz Ayuso en Madrid, donde gobierna en solitario y Vox sólo presta apoyos puntuales en el Parlamento.
La batalla está ahí, con las cartas encima de la mesa en la Región de Murcia. El tiempo apremia. Y el campo, tan sufrido y tan golpeado en los últimos años, es un terreno fértil para los votos.