MURCIA (EFE). Más de tres años ha tardado el novelista, poeta y ensayista cartagenero Diego Sánchez Aguilar en armar su noveno libro, Los que escuchan, que define como una "novela total" y en la que aborda cuestiones como la ansiedad, la familia, los cuidados o la locura en un mundo capitalista, según ha comentado en esta entrevista.
Publicada por Candaya, en esta obra el escritor mezcla lo que ocurre en una Cumbre del Futuro, con jefes de Gobierno de los principales países del mundo y que tendrá un final inesperado, con la vida cotidiana de una familia, en la que hay desde un personaje "acusmático", que escucha cosas que no se ven, ruidos que los demás no oyen, a otro que lleva una camiseta con el lema 'No future'.
Sánchez Aguilar, que lleva cuatro años residiendo en la periferia de Londres, en excedencia como profesor de Lengua Castellana y Literatura, reconoce que hubiera sido difícil escribir esta novela en su vida anterior.
"Ahora -asevera- estoy en una situación ideal para escribir. Muy encerrado, completamente aislado, alejado de España, de lo cotidiano, viéndolo todo desde lejos, con jornadas que van de las siete de la mañana a las cinco de la tarde, lo que permite hacer mucho trabajo con la prosa, con el ritmo, aunque la obra me haya dejado exhausto emocional y literariamente".
¿Qué pasa cuando pensamos en el futuro? La pregunta inicial de la que partió para sentarse ante el ordenador fue: ¿Qué pasa cuando pensamos en el futuro? ¿Qué horizonte tenemos en Occidente como sociedad? ¿Qué modelo de sociedad podemos pensar? Con estos mimbres decidió que podía realizar un "retrato coral y global del presente".
"Sin querer pontificar, me di cuenta de que lo que más define el presente es la ansiedad, que está por todos lados, y es por ello que cada uno de los personajes de la novela tiene la suya", argumenta.
Esperanza, una de las hermanas protagonistas, sufre ecoansiedad; Asunción, la otra hermana, adolece de ansiedad laboral, mientras que Andrés, su hijo, lucha contra la "ansiedad del éxito, a la que hoy se obliga a todo el mundo desde que somos pequeños".
Tampoco deja pasar que a lo largo de las páginas de Los que escuchan tiene su peso "la ansiedad de no saber qué futuro nos espera".
La Cumbre del Futuro que va intercalando entre los capítulos protagonizados por esta familia "cumple varias funciones" y una de ellas le sirve para "mezclar lo personal con lo político de una forma literal".
Al principio, presenta a unos presidentes de gobierno "en un estado catatónico y lo que hay que saber es por qué están en estas condiciones". A la vez, no obvia que buscaba "mostrar quién está dirigiendo el planeta, en manos de quién estamos y hacer un contrapunto un poco más humorístico a los capítulos encabezados por Asunción, Esperanza, Andrés o Ulises, que son muy intensos en lo personal".
Las reflexiones sobre la importancia del lenguaje abundan en estas más de 500 páginas, con alguna voz que intenta "ir más allá del lenguaje de la ideología en el que todos nos movemos, que es el del beneficio, el del individualismo, el de ser prácticos y que todo tenga un objetivo claro".
Por otra parte, introduce un sonido nuevo en el ambiente, al que los personajes de la novela no saben ponerle nombre, "simplemente, lo ven como una oscuridad sonora que se cuela en sus vidas y que puede ser o algo terrible o una esperanza".
A pesar de que en esta historia hay momentos que pueden llevar al lector a la desesperanza, Sánchez Aguilar aclara que él sí cree en el futuro, aunque "es verdad que la novela narra un presente de ansiedad ante un porvenir que se presenta prácticamente cancelado".
Remite, asimismo, al lector al final de la novela, con una cierta esperanza, "con un futuro en el que redefinir el sentido de lo que es el ser humano, tal y como lo entendemos desde la tradición ilustrada".
Con ganas de volver a la poesía, Sánchez Aguilar tiene nuevos proyectos narrativos en el horizonte aunque, avisa, "serán más breves que Los que escuchan".
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