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Cuando la malaria se cebó con los vecinos de la huerta meridional de Murcia a finales del siglo XIX 

25/02/2024 - 

MURCIA. Tras las inundaciones acaecidas en el año 1895, en uno de los tantos enfados del Segura, se producirían grandes destrozos en partidores, acequias y más de 700 tahúllas perdidas en la huerta de Torreagüera (hortalizas y trigo); amén de la devastación del resto de la huerta murciana. El río no diría su última palabra, ya que la desgracia seguiría cebándose con los huertanos poco tiempo después.

En el año 1896, los rotativos de la época se hacían eco de que unas extrañas calenturas comenzaban a inquietar a la población de Rincón de Gallego (Torreagüera). Tras la visita de los enfermos a los centros médicos se llegó a la conclusión de que estas calenturas eran provocadas por las picaduras de los mosquitos que habitaban en una gran charca, formada tras las inundaciones reseñadas anteriormente en esta zona.

Tal fue el alcance de esta dolencia que no solo afectó a los moradores del Rincón de Gallego, Beniajan o Torreagüera, sino también a los viajeros que realizaban su paso a la altura de este lugar, el histórico Camino Viejo de Orihuela que une la capital con la ciudad alicantina; por lo cual, el Ayuntamiento de Murcia tomaría las riendas de la situación para atajar este grave problema.

En un primer lugar, el Consistorio delegó la toma de medidas en el concejal Francisco Hernández Arce, el cual bien se merece una calle en Torreagüera, puesto que el mismo ofrecería su trabajo personal in situ y sueldo para intentar desecar la charca y así paliar las necesidades de los vecinos torreagüereños provocadas por esta desgracia.

Pero la enfermedad ni remitiría ni daba tregua a la población, teniendo que participar de forma directa en la resolución del problema los alcaldes Aguilar y Lorenzo Pausa, ordenando el envío de miles de pastillas para intentar combatirla. El quebradero de cabeza para el Consistorio seguiría en 1897, ya que los vecinos de Torreagüera y Beniaján estaban dispuestos a realizar una manifestación para solicitar una solución definitiva, puesto que se estaban produciendo grandes pérdidas entre los afectados, viéndose obligados muchos de ellos a abandonar sus hogares.

La solución por parte del Ayuntamiento llegaría en 1898 y consistió en desecar de forma definitiva la charca, pero no sin problemas. Los propietarios de los terrenos en donde se ejecutarían las obras no estaban de acuerdo con el proyecto, lo que obligaría al concejo a negociar con los afectados la revisión del mismo. Una vez ejecutadas las obras se atajó el problema. Este tipo de situaciones (estancamientos de aguas) se habían producido a lo largo de los siglos tras las avenidas del Segura.

* Raúl Jiménez y Lorca es cronista de Torreagüera

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