MURCIA. En otro tiempo, no tan lejano, el jardín de Floridablanca era el centro de las fiestas cívicas del barrio carmelitano, y su condición de jardín romántico prestaba encanto a las que se llamaban 'veladas del Carmen', a cuyo atractivo acudían desde el otro lado del río numerosos murcianos, dispuestos a disfrutar de las celebraciones cuyo final, como ya se ha mencionado en otras ocasiones, marcaba para muchos el inicio de las vacaciones y la huída de la ciudad en busca de parajes más frescos en el litoral o en el campo.
El feliz y plausible reaprovechamiento de las instalaciones del Cuartel de Artillería ha desplazado los festejos hasta el confín de la calle de Cartagena, dejando el jardín alicaído y mustio en unas fechas tan entrañables, cuando no sería tan complicado que algún acto del programa pudiera evocar los días pasados.
"a todas LAS desgracias se añade que desde que se inició el zafarrancho EN enero, y las zanjas comenzaron a cercar el jardín, se decretó su cierre"
Pero sería impensable en este año de las inmovilidades, las obras interminables, el ruido a todas horas y el tráfico caótico e indescifrable, porque a todas estas desgracias se añade el hecho de que desde que se inició el zafarrancho, allá por el mes de enero, y las zanjas comenzaron a cercar el jardín, se decretó su cierre, en la mayor parte de su extensión, y así permanece, sumido en el abandono, invadido el suelo por hojas, ramajes y todo lo que han arrojado desde lo alto sus enormes árboles, cuando no la mano de algún desaprensivo.
Mientras las cosas en el barrio van volviendo a la normalidad, nuestros ayeres viajan al pasado, que es lo suyo, para reencontrarse con las famosas veladas, de las que contaba el diario La Paz, hace 140 años, que habían llevado "una extraordinaria concurrencia", a la vez que señalaba que, sobre el adorno de los altares del templo carmelitano, "todo lo que se diga es poco"; y que la procesión fue una "manifestación religiosa"; además de que la iluminación de las calles de Cartagena, Gracia y Floridablanca "llamaba la atención".
Un quinquenio más tarde, encontramos en El Diario de Murcia una serie de descripciones y detalles que sitúan muy bien al lector de 2023 en aquellos días de julio de los años 80 del siglo XIX.
De un lado, el cronista aludía a la 'competencia' que se establecía en las veladas carmelitanas entre las bandas de música de la ciudad, que concurrían cada noche a ellas ofreciendo lo más granado de su repertorio y su inspiración. Eran estas la de Ángel Mirete, de la que se acababa de hacer cargo su hijo, José, por el reciente fallecimiento del director; la del también joven Vicente Espada; y la de la Misericordia, formada por los niños acogidos en la institución del mismo nombre y creada por Acisclo Díaz, fallecido en 1887, cuyo lugar ocupaba en el verano de 1888 Francisco Fresneda. Sólo faltaba la concurrencia de la banda de Raya para que estuvieran todas las de la ciudad.
Y un detalle en el que se incidía mucho en las fiestas populares de aquél tiempo era el de ciertos abusos que se cometían, especialmente por parte de la gente joven, en el empleo de los cohetes pirotécnicos llamados ‘carretillas’, que llegaban a retraer, según el relato, a los frecuentadores de las famosas y piadosas novenas carmelitanas. Autoridades y comisión de fiestas se conjuraban para evitarlo, pero parecían insuficientes sus esfuerzos para conjurar una costumbre hecha ley, que había llegado a causar heridos.
Por eso, no dudaba el periodista en requerir de los petarderos: "no soltéis las ‘rabiosas’, ni perturbéis el sosiego de las gentes pacíficas, ni soliviantéis a las muchachas, indefensas ante el loco culebrear de las 'carretillas'. El 'roncador' que sube atronando el espacio, repite en el límite de su ascensión el viva a la Virgen que precede al disparo. Eso es lo majestuoso, lo más propio, lo más inofensivo y lo más ruidoso. La 'carretilla' es baja, soberbia y se arrastra como una víbora, como todo lo torpe y ruin”.
También hacía el autor de aquellas líneas, que no podía ser otro que Martínez Tornel, un elogio del singular barrio y su condición de antesala de la ciudad: "Es un barrio muy hermoso; tiene beneficios que para ella los quisiera Murcia. El viajero que lo atraviesa al visitar por primera vez la capital, se pinta a esta como una población cuyas calles son jardines encantados, o cosa así; pero luego ve que lo que hay que ver aquí son las avanzadas: la alameda recta y umbrosa, el jardín con sus magnolias olorosas y sus flores fragantes y variadas; la sencilla fachada del Carmen, con sus dos torres esbeltas y alegres, como las muchachas que da el barrio…".
Aplicables son los altibajos a los que aludíamos en estos ayeres a las fiestas de San Juan a cualquiera otra de las celebraciones de nuestros barrios, y no han sido excepción las del Carmen. Hace justo 60 años se produjo una resurrección de la mano del artista Antonio Garrigós, uno de cuyos hijos fue, algunos lustros más tarde, párroco de la poblada feligresía.
Escribía Carlos Valcárcel en La Hoja del Lunes: "Después de varios años sin el menor rastro de lo que fueran, en otros tiempos, las veladas del Carmen, éste de gracia de 1963 se apunta un modesto resurgir; pero, al fin y al cabo, resurgir. Es una tenue sombra de lo que han sido siempre las veladas carmelitanas, que si han vuelto a dar tono y color a las noches apacibles de Floridablanca, se debe al celo de un grupo de amantes del Barrio y de Murcia, entre los cuales contamos al infatigable Garrigós".
Y, en efecto, el propio Garrigós ofreció esa noche, en vísperas de la fiesta de la Virgen, una charla sobre lo que fueron las veladas carmelitanas, y lo hizo desde los micrófonos de Radio Murcia, y al día siguiente, como colofón a la festividad, se programó un concierto en los jardines a cargo de la banda de música de la Obra Sindical de Educación y Descanso, en el que para deleite de los asistentes sonaron piezas tan populares como El abanico, La niña mimada, La del manojo de rosas, Suspiros de España o Pepita Creus; como si hubiesen regresado al romántico jardín las bandas de espada, Mirete, la Misericordia o Raya. Como ayer.