MURCIA. Ningún sondeo sorprende ya a estas alturas. Desde el inicio de la legislatura, todas las encuestas han ido arrojando, una y otra vez, el mismo escenario para la Región de Murcia: el PP ganará las elecciones, pero se quedaría sin mayoría absoluta y necesitaría a Vox para revalidar la Presidencia que ostenta desde el año 1995. Ningún estudio ha pronosticado lo contrario. Así que el único misterio que deparan las encuestas es saber por cuánto. ¿Cuántos escaños logrará el PP? ¿Y Vox? Hay también otras claves, aunque de menor relevancia: por ejemplo, la supervivencia de Ciudadanos. ¿Obtendrá representación o se quedará fuera? Y también cabe preguntarse por la situación de la izquierda: ¿Conseguirá Unidas Podemos un grupo propio? ¿Perderá muchos votos el PSOE o frenará la sangría? Pero, a grandes rasgos, el premio gordo de la política -o sea, el poder- repite la misma tendencia en cada sondeo. Nunca varía: la derecha gobernará la Región en 2023.
La última encuesta conocida, el sondeo del Observatorio Español de Estudios Demoscópicos (Obede) de la UCAM, calcaba los mismos resultados que dio en marzo el barómetro del Cemop. Sólo había una pequeña diferencia: Ciudadanos se quedaba con un diputado del PSOE. El resto es idéntico: el PP acapararía 19 parlamentarios y Vox tendría 8. El PSOE apenas cosecharía 14 diputados mientras que Unidas Podemos alcanzaría el grupo propio con 3 representantes. Es decir, sin sorpresas: los populares vencen, pero necesitarían a Vox y la izquierda no suma. El mismo titular de siempre.
Los populares se mantienen en cabeza. Nunca han perdido la pole position desde las elecciones de 2019, que por cierto no ganaron y supuso su primera derrota autonómica desde 1991. Han saboreado mejores rachas, como así fue en plena resaca de la fallida moción de censura, que no sólo no les derrotó, sino que les catapultó y les dejó al borde de la mayoría absoluta (con 22 escaños). Ironías de la política. Desde entonces experimentan un leve retroceso. Pero resisten en la primera posición, superando crisis de todo tipo y pelaje, como ha sido esta legislatura, la más tormentosa que se recuerda, o como fue la abrupta salida de Pablo Casado y Teodoro García Egea. Qué poco hace de aquella lucha y qué lejos parece ya en el tiempo. El viento de cola nacional ahora les favorece, pues las encuestas han bendecido a Alberto Núñez Feijóo. Con todo, no se pueden confiar. La política puede cambiar en un instante, como se ha demostrado. Y no importa el ayer, sino el ahora, el presente más inmediato. Y su gran némesis, Vox, se encuentra el acecho, en su tierra fetiche, la Región, donde más penetran sus ideas. Un error puede ser decisivo, un traspiés puede tirar por tierra toda su ventaja. En el partido, por ejemplo, temen con el Mar Menor: un nuevo grito de dolor puede ser determinante. Y por eso multiplican su empeño en adueñarse del relato político, en plena cruzada con el Gobierno central, para no ser tachado como el culpable. Además, al PP no le valdría cualquier victoria: no es lo mismo gobernar como Isabel Díaz Ayuso en Madrid, con Vox como mero socio parlamentario, que hacerlo como Alfonso Fernández Mañueco, con una Vicepresidencia en manos de los de Abascal.
Vox continúa sin despegar en las encuestas. No se las creen, dicen. Ellos están convencidos de la victoria, que pregonan a los cuatro vientos. Lo cierto es que lograr ocho diputados sería un buen resultado para un partido que en 2018 apenas era un susurro, irrelevante y desconocido. Ocho diputados significaría duplicar su resultado de 2019. Y los situaría en dueños de las llaves de la gobernabilidad. Ellos decidirían. Pero también es verdad que, debido a las altas expectativas que ellos manejan, podría ser visto de una manera amarga, pues aspiran a ganar y gobernar, como así ha repetido tantas veces José Ángel Antelo, su líder regional. Vox no ha elegido a su candidato de forma oficial (es el único partido que no celebra primarias), pero todo a punta a que el número uno de la lista será el otrora capitán del UCAM de baloncesto. El sondeo de la UCAM deja un mal dato: Antelo es conocido por el 59% de la población frente al 97,5% de López Miras. Pero esto es algo que preocupa relativamente poco en el partido, que bebe mucho de la marca nacional y, en especial, de su líder, Santiago Abascal. 2023 será un punto de inflexión para Vox: la prueba de la verdad.
El PSOE se vuelve a topar con otro sondeo descorazonador. No remonta. Y el tiempo se le acaba. Queda ya menos de un año para los comicios (que previsiblemente se celebrarán en mayo de 2023) y no hay atisbo de que las cosas vayan a cambiar. Al menos, su actual líder ha mejorado en la valoración personal: es conocido por el 88%, todavía sin superar el 90,9% que alcanzó su predecesor, Diego Conesa, pero mucho mejor que el dato del Cemop, que le concedió un pobre 28% de popularidad. Lleva ya más de dos años como delegado del Gobierno y suma ya medio año como secretario general del PSRM. En cuanto a la puntuación que le dan los encuestados, suspende (como todos) con un 4,6, la segunda mejor nota, por detrás de López Miras (con un 4,9). Aun así, el dato más importante, los 14 escaños que pronostica la encuesta, supondrían un batacazo para un partido que en 2019 alcanzó la gloría y rozó con la yema de las manos el Gobierno regional, su gran anhelo desde 1995. Vélez, pese a todo, acelera las naves, metiendo una marcha más en ocasiones, porque sabe que la cuenta atrás ha empezado. Dado que Unidas Podemos se queda con los votos de la izquierda del PSOE, los socialistas tienen que despertar al electorado indeciso: el votante menos fiel, menos partidista, menos ideologizado. Y luego confiar en una honda división de la derecha para tener opciones aritméticas. El sondeo de la UCAM da una pista: se prevé una alta abstención. O el PSOE agita a ese votante hastiado y/o desganado, o quedará relegado otra vez más a la bancada de la oposición.
Unidas Podemos tiene muchas razones para festejar... y una condena para echarse a llorar. Por un lado, las encuestas han consolidado su trabajo parlamentario y su implicación en movilizaciones como el Mar Menor y vuelven a otorgarle tres diputados. Es el tercer sondeo que ratifica esta posición (después de los dos últimos barómetros del Cemop), lo cual significaría la recuperación del grupo propio en la Asamblea Regional y paliaría la debacle electoral de 2019, cuando apenas obtuvieron dos escaños. El 'efecto Más País', que tan buen resultado le dio en Madrid, ya no se nota. Al menos no en esta encuesta. Tiene igualmente mérito que Podemos crezca demoscópicamente en la Región justo en un contexto nacional adverso, con la formación morada en horas bajas. Podemos es, además, la suma con Izquierda Unida, pues la confluencia se da por hecha, dada la buena relación de ambas ejecutivas regionales. Con todo, todas las miradas están puestas en Yolanda Díaz, el clavo ardiendo al que se agarra la izquierda en España y que sin duda condicionará las candidaturas regionales. Sin embargo, la lectura no puede ser positiva del todo: no tienen ninguna posibilidad de gobernar en la Región, pues la alianza con el PSOE no les alcanza. PP y Vox, es decir, "la derecha y la ultraderecha", reúnen una mayoría absoluta aplastante. Si esa tendencia no cambia (y parece que no), están condenados a la oposición.
Ciudadanos sobrevive. Ese sería el titular que deja la encuesta. El partido naranja se la juega en 2023. Aunque algunos dirigentes nacionales como Edmundo Bal expresen un optimismo desenfrenado ("Vamos a lograr seis diputados en 2023", dijo en una entrevista con Murcia Plaza), lo cierto y verdadero es que los liberales encaran el abismo. Ya hubo un barómetro del Cemop que les dejaba fuera del Parlamento regional. Ahora conseguirían un diputado. Ciudadanos va a sudar sangre y lágrimas para tener voz la próxima legislatura. No se rendirán. A esa fe se agarran, y también a sus gobiernos municipales (presentes en nueve corporaciones locales, dos de ellas con bastón de mando). "Seguimos trabajando. Volveremos a ser decisivos en 2023", comentaba ayer su líder naranja, María José Ros. Las elecciones andaluzas, que están a la vuelta de la esquina, serán un anticipo de lo que puede pasar en la Región. Un buen resultado en Andalucía puede insuflar ánimos a los naranjas. Uno malo, en cambio, puede ser el remate. Lo tiene muy difícil, pero el centro no tirará la toalla.