MURCIA. Cualquier viandante o automovilista que transite con relativa frecuencia entre los dos puentes más antiguos de la ciudad, el de los Peligros o Viejo, y el de Hierro o Nuevo, lo hace por el paseo o avenida que tiene como nombre Teniente Flomesta.
Como ya he tenido ocasión de indicar en algún escrito anterior, no somos los murcianos gente demasiado ducha en la cosa del callejero, y preferimos identificar las vías públicas con un edificio o un comercio (un bar, preferiblemente) a aprender su nombre. Tampoco somos muchos los que nos preguntamos quién sería el personaje merecedor de nominar tal o cual calle, ni siquiera cuando la denominación debería despertar nuestra curiosidad, como es el caso que nos ocupa.
Porque no faltan generales en el callejero, pero encontrar un teniente es bastante menos usual. Y ahí tenemos a Flomesta, de quien se cumple este año (el pasado mes de junio) el centenario de su fallecimiento, sin que hayamos tenido demasiados ecos mediáticos al respecto.
"Estuvo un mes de cautiverio. Querían que les enseñase el manejo de los cañones capturados en el asalto. Prefirió morir de inanición antes que instruir al enemigo"
Diego Flomesta, natural de Bullas, fue un héroe de la segunda Guerra de África o Guerra del Rif, conjunto de operaciones militares que mantuvo entretenidos a nuestros ejércitos, políticos, medios de comunicación y opinión pública desde junio de 1911 a mayo de 1927, causando sólo en las filas españolas la terrible cifra de alrededor de 26.500 bajas entre muertos y heridos. Uno de ellos fue Flomesta, en el marco de las acciones de guerra que desembocaron en el denominado, con toda razón, Desastre de Annual.
La ocupación por las tropas españolas del monte Abarrán había sido ordenada por el general Silvestre para seguir adelantando las posiciones fortificadas españolas hacia el núcleo de la rebeldía, dirigida por Abd el Krim. El 1 de junio, antes del mediodía, estaba montado el dispositivo defensivo en aquella posición, unos 50 españoles al mando del capitán Juan Salafranca y con el teniente Flomesta entre ellos.
Fue poco después cuando los rifeños rebeldes, unos 3.000 hombres, pasaron al ataque, causando gran mortandad en el destacamento español, que vio pronto cómo Salafranca cayó herido de muerte mientras que Flomesta, su sustituto, sufría heridas en la cabeza y en un brazo. Los cuatro cañones de que disponían agotaron los 360 proyectiles, y tras cuatro horas de violentos asaltos, la posición fue ocupada por los rifeños, quedando prisionero Flomesta.
El 30 de junio de 1921 falleció el teniente de artillería Diego Flomesta tras un mes de cautiverio en poder de los rebeldes. Querían que les enseñase el manejo de los cañones capturados en el asalto, bajo la amenaza de no proporcionarle alimentos y atención médica. Prefirió morir de inanición antes que instruir al enemigo.
La prensa le dio por muerto pocos días después de la acción bélica en la que fue capturado por el enemigo, pero fue una vez confirmado el deceso se celebró un funeral en San Antolín, en los primeros días de julio, que contó con la presencia de los padres y hermana del finado, general Ortega y coronel, jefes y oficiales del 6º de Artillería, acuartelado en Murcia y donde prestó sus servicios el teniente.
Al cumplirse dos años de los sucesos, el Consejo Supremo de Guerra y Marina aprobó el dictamen favorable a la concesión de la Cruz Laureada de San Fernando al teniente de Artillería Diego Flomesta, que también fue otorgada al capitán Salafranca. No faltó por aquellos días quien propusiera la erección de una estatua que contribuyera a perpetuar su memoria.
Pero lo que sí se hizo efectivo fue, en marzo de 1924, el acuerdo del Ayuntamiento de Murcia de dar el nombre de Teniente Flomesta al tramo de la Ronda o Paseo de Garay comprendido entre el de la Reina Victoria, lo que es hoy la Glorieta, que entonces se situaba al mismo nivel, y el puente Nuevo, espacio que fue también denominado, durante un tiempo, calle del alcalde Teodoro Danio.
También le fueron dedicadas calles en ciudades como Barcelona (en 1928 y en el barrio de Sans), Melilla o Mérida, y por supuesto en su Bullas natal, y como recuerdo de su paso por la Academia de Artillería de Segovia, el general Primo de Rivera inauguró una placa en su memoria el 2 de junio de 1924, como la hubo en el acuartelamiento Jaime I, más conocido como el Cuartel de la calle de Cartagena.
Luego, en marzo de 1928, el Consejo de Ministros aprobó el ascenso de Flomesta al empleo inmediatamente superior, el de capitán, pero la distinción póstuma no tuvo nunca reflejo en el callejero, que siguió recordándole con el rango que ostentaba cuando falleció, pero sí las esquelas que siguieron recordándole año tras año, en las que su familia anunciaba las misas aplicadas por su eterno descanso.
Escribía un capitán de aviación en la prensa murciana hace más de medio siglo, evocando la figura del capitán (a cada uno lo suyo) Flomesta: "Un sencillo hombre, nacido en la tierra murciana y muerto en África, fiel al lema de ordenanza: ‘El que recibiere orden de conservar su puesto a toda costa, lo hará’ y, ‘En los lances dudosos, elegirá el más propio de su espíritu y honor’". Para Flomesta no hubo duda.