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El Cantón Murciano en Cartagena

20/07/2023 - 

MURCIA. En estos calurosos días de julio, y en concreto el pasado 12, se cumplieron 150 años de la proclamación del Cantón Murciano en Cartagena, hecho que se conmemora por los neocantonalistas en la vecina ciudad con el izado de la bandera en el castillo de la Atalaya al amanecer.

El mero hecho del enunciado 'Cantón Murciano' habrá sorprendido a algún lector, pero es que la historia nos cuenta que esa fue la idea inicial, un cantón que abarcara el viejo Reino de Murcia; ese es el nombre del periódico editado en Cartagena entre el 22 de julio y 24 de noviembre de aquel año 1873; y, no en vano, uno de los caudillos de aquel movimiento federalista fue un murciano tan de pura cepa como Antonio Gálvez Arce, el popular Antonete, de cuya andanza ya dimos cuenta en ocasiones anteriores.

El cantonalismo se desarrolló en el marco de la breve y estrambótica Primera República, y fue promovido por los denominados federalistas intransigentes, que no quisieron esperar a que las Cortes aprobaran la nueva Constitución Federal promovida por el presidente Francisco Pi y Margall. El 1 de julio de 1873, los diputados federales intransigentes se retiraron de las Cortes y constituyeron en Madrid un Comité de Salud Pública, que llamó a la insurrección.

Donde prendió la mecha en primer lugar fue en Cartagena y se extendió en los días siguientes por otras localidades de las regiones de Murcia, Valencia y Andalucía, principalmente. Y entre ellas estuvo la capital murciana, sólo un día después del levantamiento cartagenero.

Desde la estación del Carmen se desplazaron gran parte de las tropas sobre Cartagena

Pero poco antes de la proclamación cantonal de la ciudad costera, el 21 de junio, el diario murciano La Paz publicaba una carta al director llegada desde Madrid en la que se comentaba, medio en broma medio en serio, el ambiente creado en torno al federalismo que, entre otras cosas, afirmaba: "Los republicanos de Murcia pueden estar orgullosos de sus diputados, porque aunque no se entienden en ningún asunto, ni se ponen de acuerdo para nada, rivalizan en defender los intereses de Murcia".

"los documentos dicen que debería ser el Cantón Murciano en Cartagena". Es decir, algo así como la Catedral de la Diócesis de Cartagena en Murcia, pero al revés"

Y seguía: "Gálvez no quiere, y hace bien, unirse con Valencia y Alicante. Lo impiden muchas cosas; la garganta de Crevillente, los palmerales de Elche, el dialecto y los tramusos. Reconquistemos lo que fue el antiguo reino de Murcia; desde Albacete, Villena, Novelda o Torrevieja, y tendremos el cantón murciano tal y como debe ser. Si nos unimos con Valencia, se van a vengar de nosotros los valencianos, porque los hemos tenido mucho tiempo haciéndonos refrescos. Murcia y Cartagena estrechamente unidas, como estarán en la federación, valen más que Valencia. Los vencemos por mar y por tierra…".

Antonio Pérez Crespo, presidente de la preautonomía regional, publicó en 1990, a través de la Academia de Alfonso X el Sabio un más que interesante y bien documentado libro titulado, precisamente, El Cantón Murciano, y explicaba así la denominación escogida: "El Cantón Murciano, con personalidad jurídico-política, agrupando a la provincia de Murcia dentro del ámbito geográfico nacional, fue una quimera de sus promotores que nunca llegó a existir en la realidad".

Y más adelante: "La ciudad de Lorca y su zona de influencia y los municipios de la periferia de la provincia se opusieron al proceso revolucionario, o se mantuvieron apartados del mismo, pero nunca formaron parte del Cantón, salvo las escasas horas que Gálvez Arce, por la fuerza, lo impuso en Lorca. Desde Murcia, se animó a los municipios cercanos para que se sumaran a la revolución, lo que realmente hicieron; pero la rendición de esta ciudad, sin disparar un tiro, cuando las fuerzas centralistas se acercaban, fue causa suficiente para que los municipios que la habían seguido y apoyado en el inicio del levantamiento cantonal, rápidamente se apartaran de él".

Pero es que, además: "Tampoco puede decirse -aunque parezca una paradoja- que existiera el Cantón de Cartagena. Del estudio meticuloso de las fuentes contemporáneas a la revolución, puede deducirse que este Cantón no existió ni jurídica, ni políticamente hablando, denominándose Cantón Murciano a una idea inicial que debía incluir a toda la provincia en este Cantón, lo que nunca llegó a producirse. Los documentos, tozudamente, prueban esta afirmación. A más de un siglo de distancia, y analizando fríamente los hechos y los documentos que lo relatan, debería hablarse del Cantón Murciano en Cartagena".

Es decir, algo así como lo de la Catedral de la Diócesis de Cartagena en Murcia, pero al revés.

La revolución cantonal no tuvo en Murcia el alcance que en Cartagena, una de las plazas fuertes mejor guardadas y pertrechadas de España, protegida por el mar y la flota, rodeada de estratégicas fortificaciones bien artilladas y parapetada tras fuertes murallas. Murcia, por el contrario, carecía ya de muros que la protegieran de cualquier tipo de ataque o acoso. Los últimos restos de las cercas defensivas medievales y decimonónicas sucumbieron en 1868.

"a diferencia de cartagena, Murcia no se planteó en momento alguno una defensa numantina"

Así las cosas, Murcia no se planteó en momento alguno una defensa numantina, para la que carecía de recursos de todo tipo, y la derrota de los cantonales en su incursión por tierras albaceteñas, a las puertas de Chinchilla, que dio lugar al avance de las tropas centrales sobre la Región, significó en cuestión de dos días la caída de la capital regional apenas un mes después del inicio del Cantón Murciano

El breve episodio comenzó con una reunión en la que el gobernador Artadill afirmó que no daría lugar en ningún caso a que se produjera derramamiento de sangre, por lo que los federales murcianos, con esta garantía, constituyeron el 13 de julio una Junta Revolucionaria del Cantón Murciano. Uno de ellos, Saturnino Tortosa, al frente de una compañía de voluntarios recorrió la ciudad y, sin resistencia alguna, tomó posesión del Ayuntamiento.

Como narra Pérez Crespo, las fuerzas de orden público y el inspector Fernández Hermosa se presentaron a Artadill, exponiéndole que reconocían la autoridad de la Junta Revolucionaria, deteniéndole y quedando arrestado en su propio domicilio. La Junta se instaló el 15 de julio en el Palacio Episcopal, ya que el obispo Landeira había huido a Lorca, y en su balcón central izaron la bandera revolucionaria, al igual que en el Ayuntamiento, el castillo de Monteagudo (aún sin Cristo), en la torre de la Catedral, y en el Gobierno Civil.

Desde el primer momento dejó claro el cantonalismo de la ciudad de Murcia su voluntad: "No queremos ni permitiremos que ocurran aquí excesos de ningún género, (…) en su recinto, no ha de comprometerse en ningún caso la lucha de sangre". Y luego: "Cuentan con elementos suficientes para hacerse respetar, pero no permitirá que el vecindario sufra consecuencias lamentables de ningún género (…). La Junta no aceptará aquí la provocación; presentará su protesta ante la Nación, vencida o vencedora, recibirá serenamente al invasor, sin abandonar la capital, y seguirá prestando sus desvelos y servicios en favor del orden y de la seguridad de las familias".

Y dando exacto cumplimiento a este propósito, la ciudad se rindió sin lucha alguna el día 11 de agosto de 1873, en cuanto se tuvo cumplida noticia del que el general Martínez Campos se dirigía con sus tropas sobre Murcia.

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