COMO AYER / OPINIÓN

Tumba aislada

3/11/2022 - 

MURCIA. Ya picoteó uno de estos 'ayeres' en las idas y venidas del cantonalista murciano Antonete Gálvez a territorios norteafricanos, cada vez que alguna de sus rebeldías acababa malamente y era perseguido, y hasta condenado a muerte, por la autoridad. Y se explicó que el territorio argelino fue destino de emigrantes murcianos cuando la necesidad apretaba y las entonces posesiones francesas eran buen lugar para buscar acomodo sin necesidad de "hacer las Américas".

Pero Antonete vuelve a ser noticia una y otra vez en cuanto sale a colación el ruinoso estado de la que fue su casa, reducida por el abandono a tres o cuatro muros. Una construcción rural que constaba de dos plantas y en la que, camuflado en el cuarto de las tinajas, se ocultaba un hueco por el que Antonete accedía a un escondite cuando era perseguido. El siguiente paso era 'echarse al monte'. El Miravete, por precisar. Y la última instancia, el exilio.

Pero hace casi medio siglo, Antonete fue también noticia por razón de sus despojos mortales, enterrados y desenterrados más de una vez. Y este asunto, amén del relativo a su controvertido entierro, viene 'al pelo' tras celebrarse ayer y anteayer la conmemoración de los Fieles Difuntos y la festividad de Todos los Santos, con sus clásicas visitas a los cementerios.

"Antonete fue también noticia por razón de sus despojos mortales, enterrados y desenterrados más de una vez"

Contaba lo primero García Mulero en el diario Línea en octubre de 1976 y recordaba dos desentierros (inhumaciones, por mejor decir) y vuelta a enterrar del sarcófago del pertinaz revolucionario. El uno, con ocasión de las obras del nuevo cementerio de Torreagüera, lo que obligó a trasladar el féretro durante las obras a la sala de autopsias. Y el segundo cuando se transformó el panteón de la familia.

En cuanto al entierro, debemos retrotraer el relato hasta los últimos días del año 1898 y, en concreto, al 28 de diciembre, fecha en que se produjo el fallecimiento del torreagüereño a la edad de 79 años.

Al sepelio, según relato de El Liberal, "acudió tan numerosa concurrencia, que resultaba imponente la manifestación de duelo. De Murcia acudieron muchos amigos antiguos del anciano jefe de los federales, pero la mayoría de los concurrentes eran vecinos de Torreagüera y Beniaján, entre los que era muy querido. También llegaron con objeto de rendir este último tributo al señor Gálvez varios caracterizados demócratas de Cartagena, Fortuna, Abarán y otros pueblos de la provincia". El cadáver, "en lujoso ataúd de zinc, iba conducido en hombros de varios amigos del finado". Asistió la banda de Espada y recibió sepultura en el cementerio de Torreagüera.

Pero no fue una cuestión pacífica la de dar sepultura al viejo político federalista. El obispo de aquellos días, el malagueño, pese a sus apellidos, Tomás Bryan Livermore, hizo pública una alocución pastoral, fechada el 29 de diciembre y publicada el 2 de enero de 1899, con la instrucción de que fuera "leída al pueblo en la primera ocasión oportuna". En ella, comenzaba explicando que "hay en la vida de los obispos deberes tan arduos y tan dolorosos, que no pueden cumplirse sin imponer gran sacrificio al alma y un profundo dolor del corazón. Tal es el deber de corregir e increpar a los obstinados en el error y en el mal y de castigar a los delincuentes".

Tras lo cual, pasaba referirse al fallecimiento de Gálvez, asegurando que había ordenado al párroco "que pusiera en práctica todos los recursos de la caridad, que agotara todos los medios amistosos y todas las diligencias de la urbanidad y cortesía para que llegaran los auxilios espirituales al lecho del moribundo". Sin embargo, todo fue en vano ante "la pertinaz resistencia de aquél corazón, tan sensible a las desgracias de sus semejantes y tan insensible ante su próxima eterna desgracia, y el señor D. Antonio Gálvez ha muerto fuera del gremio de la Iglesia católica".

Abrió el prelado expediente canónico en busca de algún resquicio de religiosidad en el revolucionario, del que resultó "que desde hace treinta años hasta el último momento de su existencia, rechazó positivamente la fe católica, despreció la autoridad de la Iglesia de Jesucristo y rehusó los Santos Sacramentos", ante lo cual "nos hemos visto obligados a imponer gran sacrificio a nuestros paternales sentimientos y a decretar la denegación de sepultura eclesiástica al cadáver de Antonio Gálvez Arce".

"de nada sirvieron las determinaciones adoptadas porque el cadáver fue sepultado en el antiguo camposanto de Torreagüera"

También explicaba la alocución pastoral que habiendo tenido noticia de que se trataba de burlar dicha determinación, e introducir el cadáver en el cementerio de Torreagüera, se requirió el auxilio del gobernador de la provincia para hacer respetar las leyes y disposiciones de la Iglesia y la legislación civil vinculada a estos supuestos, que determinaba por entonces que "cuando muere alguno fuera de la religión católica y no haya en la población cementerio propio en que pueda dársele sepultura, se entierren los restos mortales de los que en estas circunstancias fallezcan en lugar decoroso inmediato, pero separado del cementerio católico”.

Pero de nada sirvieron las determinaciones adoptadas ni las normas en vigor, porque el entierro se verificó, y el cadáver fue sepultado en el antiguo camposanto de Torreagüera, lo que trajo como consecuencia que el obispo declaró entredicho el cementerio, “mientras no sean exhumados los restos que violaron y profanaron aquel santo lugar o, al menos, sea aislado el lugar de la sepultura del excomulgado del resto del Cementerio”.

Pocos días después, en víspera de la fiesta de los Reyes Magos, se leía en el Diario de Murcia: "En cumplimiento de órdenes de la autoridad, ayer mañana marchó a Torreagüera un tajo de albañiles con el material necesario para cercar en el cementerio de dicho pueblo la tumba del popular D. Antonio Gálvez. Con este motivo, salieron para dicho pueblo también ocho parejas de la Guardia Civil. No sabemos que ocurriera desorden alguno, como se propaló ayer tarde". Tumba aislada, se titulaba la breve noticia.

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