MURCIA. El Comité Nacional de Ciudadanos (Cs) ha decidido no presentar candidaturas a las ya convocadas elecciones nacionales. Según parece, tan drástica decisión ha venido motivada por los pésimos resultados obtenidos en las pasadas elecciones municipales y autonómicas. Quedan para la historia las tres grandes aportaciones políticas de CS: ganar las elecciones catalanas frente a los separatistas, lo que inundó de orgullo a las decaídas huestes españolistas; instaurar en Andalucía el primer Gobierno no socialista de la democracia; ayudar el PP a conservar los gobiernos regionales en Madrid, Castilla y León, y Murcia. Además, en nuestra región contribuyó decisivamente a formar el Gobierno municipal tripartito de Cartagena y el bipartito de Lorca. Entre sus grandes errores podemos computar que Arrimadas no presentase su candidatura la presidir la Generalidad de Cataluña y la automoción de censura que materializaron en Murcia y prepararon en Madrid. Más discutible es si acertaron al apoyar el presidente socialista Sánchez en los sucesivos estados de alarma durante la pandemia, en los presupuestos nacionales y, todavía más discutible, en la llamada ley del <<solo sí es sí>>. En opinión del Tibio, su balance es sumamente favorable, pesando mucho más la casilla del haber que la del debe.
"No creo que el fracaso electoral se deba a la incapacidad de sus dirigentes"
Cabe entonces preguntarse el porqué de su fracaso electoral. No creo que se deba a la incapacidad de sus dirigentes. Por el contrario, tanto Rivera como Arrimadas y Bal, por citar tres de los más destacados, han demostrado ser mejores oradores que buena parte de los demás congresistas. Y tampoco cabe reprocharles sonados casos de corrupción. Así pues, ¿por qué no se han consolidado? Solo cabe una respuesta estructural. En Cataluña triunfaron porque representaban una oferta positiva, que puede resumirse en un españolismo socialdemócrata. Complementaban así el españolismo liberoconservador del PP y rellenaban el hueco que había dejado la postura criptoseparatista de los socialistas catalanes, mayormente afiliados al PSC. Había espacio para esa opción política y el electorado respondió. El problema vino cuando CS decidió expandirse por el resto de España. Entonces ya no les bastaba con su españolismo y, tras un debate, optaron por definirse como liberales y centristas, sendos errores.
En primer lugar, CS limitó su liberalismo al campo de las costumbres. Apostó sinceramente por las libertades individuales, como la de expresión y la de conducta sexual, incluida la prostitución voluntaria. Eso era lo que cabía esperar de una opción liberal. Sin embargo, nunca actuó como tal en el terreno económico. Su programa en ese aspecto era una mezcla de propuestas liberales, socialdemócratas y ecologistas. Solo así pueden entenderse las múltiples subvenciones que preconizaban, así como su apoyo a conceder personalidad jurídica a ciertos ecosistemas, como el Mar Menor. Muchos nunca llegamos a entender por qué los caballitos de mar y las nacras merecían sendas personalidades jurídicas propias, pero no así las lechugas y los cerdos. Y, todavía menos, por qué un partido sedicentemente liberal aprobaba una norma absolutamente contraria a la libertad de empresa, al contrario de lo que hacían sus homónimos alemanes.
Pero, en opinión del Tibio, no ha sido esa confusión ideológica interna lo que ha llevado a CS a retirarse de este ciclo electoral. Muchos españoles comparten la mezcolanza de liberalismo, socialdemocracia y ecologismo que CS adoptó en la práctica. Muchos de los que votan al PP y al PSOE no rechazan esas mixturas y los programas de ambos partidos están repletas de ese tipo de iniciativas. Habría que irse a los extremos para encontrar formaciones que se opongan a alguna parte de ese trío mágico. Así en Vox nos toparemos con adversarios decididos de cualquier política ecologista seria, mientras que en Podemos no hallaremos ni rastro de liberalismo. El ideal de dirigentes como Belarra y Garzón es que todo sea, por emplear su lenguaje, público y gratuito, que quiere decir estatal y con cargo a (altos) impuestos. Que los precios suben, pues creemos supermercados regidos por funcionarios; que los repartidores trabajan en condiciones precarias, pues creemos el cuerpo de funcionarios repartidores. Y así sucesivamente.
Entonces uno de los dos problemas de CS, el menor, es que, al apostar por el socioliberalismo ecologista, no se diferenciaba suficientemente del PSOE y, sobre todo, del PP. Era de lo que se quejaba Edmundo Bal: es que parecemos de derechas. Bueno, no. Parecían lo que eran y lo que son muchos españoles: socioliberales con aroma ecologista, siempre que no nos cueste mucho dinero ni empleos proteger el ambiente. En opinión del Tibio, el mayor problema de CS no ha sido ese, sino insistir en su etiqueta de centristas. Lo explicaré.
"La mayoría de los moderados españoles se dedican a votar en unas ocasiones al PSOE y en otras al PP"
Muchos españoles se sienten moderados y, en ese sentido, centristas. Pero eso no quiere decir que haya un espacio político centrista en España. La historia lo prueba: ni la Unión de Centro Democrático (UCD), ni el Centro Democrático y Social (CDS), ni el Partido Reformista, lograron consolidarse. Y eso que estaban dirigidos por personalidades de la talla de Adolfo Suárez y Miguel Roca, respectivamente. ¿Por qué? Por dos motivos. Primero, el centrismo es una propuesta negativa. Como acaba de declarar María José Ros, su dirigente regional, ella no está dispuesta a votar ni al PSOE, ni al PP. Pero eso es una definición en negativo, no en positivo. Y segundo, pero principal, hay muy pocas personas dispuestas a votar establemente a una opción definida como centrista. La mayoría de los moderados españoles se dedican a votar en unas ocasiones al PSOE y en otras al PP. Eso es lo que las caracteriza. Y por eso ha perdido tantos votos CS. Porque no basta con postularse como una bisagra centrista, pues, dependiendo del momento, la gente se le escapará por un flanco o por el otro. La gente es centrista en la dimensión temporal, pero no en la espacial. Es decir, si promediamos las veces que los moderados han votado socialista o pepero, sale una posición intermedia, pero si observamos qué hace cada centrista en cada ocasión concreta entonces solo votan o una cosa o la otra. En una escala del uno al diez, los centristas no se instalan establemente en el cinco, sino que oscilan del cuatro al seis y viceversa en el curso del tiempo.
A la vista de ese dato, si CS quiere realmente durar más allá de estas elecciones tiene que abandonar su verborrea centrista y bisagrista y definirse como liberal puro o como socioliberal. Dejar de definirse en negativo y pasar a una oferta positiva clara. Buscar que lo vote gente que quiera votar CS, no que no quiera votar ni PP, ni PSOE. Y, en su lugar, dada la idiosincrasia de los españoles, yo apostaría por hacer de CS un partido netamente españolista y de izquierda moderada. Liberal en lo moral y socialdemócrata en lo económico. Tal como lo era en Cataluña al principio. Un auténtico regreso al futuro.
JR Medina Precioso