LAS SERIES Y LA VIDA 

'30 monedas' y el placer de contar historias

5/12/2020 - 

MURCIA. Que Álex de la Iglesia estrene algo siempre es buena noticia. Hay como cierta alegría entre la concurrencia cada vez que se anuncia una obra suya, porque reconocemos a un cineasta apasionado, con mundo propio y muchas ganas de hacernos disfrutar y de contar las historias que a él le gustaría que le contaran. Y la alegría persiste incluso sabiendo que, a veces, su cine es imperfecto. Que los argumentos y personajes de sus películas y su estética nos atraen, pero el peligro de que se le vaya de las manos es mucho. La tendencia al exceso le hace acumular cosas y venga de ruido y furia y situaciones raras y grotescas y, no se sabe muy bien cómo, lo que ha empezado siendo apasionante acaba en un pandemónium que nos deja agotadas y con cara de “pero, ¿por qué?”.

Pero siempre hay que confiar no solo en quien nos sorprendió con esa locura genial e inesperada que es Acción mutante (1993), o con El día de la bestia (1995), tan imprescindible hoy como el día que se estrenó hace 25 años, o con la puesta al día de 13 rue del Percebe que es La comunidad (2009), sino también en alguien capaz de contar el franquismo como él lo hizo en Balada triste de trompeta (2010) o el mundo de la fama y la televisión como en Mi gran noche (2015), por excesivas o desmesuradas que resulten. De hecho, las obras menos interesantes de su filmografía son, precisamente, las de encargo, aquellas en las que adapta historias que no son suyas: Perfectos desconocidos (2017), a pesar de su gran éxito en taquilla, Los crímenes de Oxford (2008) o La chispa de la vida (2011).

Su obra, desequilibrada o no y mejor o peor rematada, siempre ofrece espectáculo, ideas originales, humor chocante, sorpresa y goce. Así que el anuncio de una serie como 30 monedas, donde vuelve al género del terror mezclado con costumbrismo y comedia que tan bien maneja, solo podía ser recibido como un acontecimiento. Tenemos ya en HBO el primer capítulo y aunque aquí no somos partidarias de analizar series con un único capítulo y solo lo hacemos cuando las hemos visto completas, lo cierto es que las características de este episodio permiten hacerlo. Voy a decirlo ya, va: ‘Telarañas', que así se titula, es prácticamente una película. Y no estoy sacando de nuevo la interminable comparativa de las series son el cine y toda ese blablabla inútil (o no, pero no es el tema de hoy). Es solo que el episodio funciona perfectamente en sí mismo, como una unidad narrativa con su duración de 77’, más propia de un largometraje. Y, sobre todo, porque nos cuenta una historia con su planteamiento, su nudo y su desenlace, su clímax apoteósico al final y algunos personajes importantes con un arco narrativo completo. 

Este primer capítulo cuenta una cantidad de cosas increíbles. Empieza in media res y no dejan de suceder cosas hasta el final. Ni presentación de personajes o ambientes ni hostias, todo el mundo en acción desde el primer minuto y ya iremos conociendo a los protagonistas en plena faena. Y, aleluya, funciona perfectamente bien y a un ritmo infernal (guiño, guiño, codazo, codazo). Es entretenidísimo y deslumbrante y el único temor que produce es el de ver cómo va a continuar esto y si podrá mantenerse el listón.

¡Y los intérpretes! Últimamente, en el campo del análisis fílmico, hay un interés cada vez mayor en el papel que los intérpretes juegan en el resultado final de una obra audiovisual. Es evidente que El padrino no sería como es sin Marlon Brando, que Carol sería muy distinta sin Cate Blanchett o que la serie El día de mañana sin Oriol Pla sería otra cosa. Obviamente, su trabajo forma parte de un conjunto y hay una dirección de actores (bueno, no siempre. Ojalá) que integra su quehacer en un todo. Pero su rostro, su cuerpo, su mirada, su forma de moverse, su trabajo actoral condicionan la puesta en escena (tienen un buen ejemplo de este tipo de análisis en la revista Trànsit). Y en 30 monedas los actores y actrices brillan.

Estos días mucha gente comentaba por las redes la maravillosa sorpresa que se habían llevado viendo a Carmen Machi en un registro un poco inesperado (como si la actriz no hubiera demostrado con creces en el teatro, el cine o la televisión todo su poderío). Efectivamente, como esa teoría de actores y actrices que comentábamos sostiene, el rostro y el cuerpo de un intérprete conocido viene cargado ya de sentido, y eso aporta y hace que se espere algo de él o de ella. De ahí la sorpresa, porque el personaje de Machi es la suma de lo que hace en la serie más lo que ya conocemos de la actriz.

Algo parecido sucede con Miguel Ángel Silvestre, que lleva mucho tiempo empeñado en demostrar que es mucho más que un hombre bello. Y lo es, aunque haya quien lo niegue. Siempre arriesga en sus papeles y suele salir vencedor. Y aquí no podía ser menos como ese alcalde apocado, garrulo y más bien tonto en un cuerpo de atleta. No cabe duda de que Álex de la Iglesia es plenamente consciente de la carga de sentido que tanto Carmen Machi como Miguel Ángel Silvestre arrastran y lo utiliza a fondo, sacando oro de ambos.

El caso de Eduard Fernández es distinto porque no es un actor encasillado, más bien todo lo contrario, dada su fantástica capacidad para desaparecer en el personaje. Es, sin duda, uno de los mejores actores del mundo y puede hacer lo que le dé la gana, como ser un cura exorcista con mucha oscuridad interior y mucho músculo exterior. Su elección como protagonista es un completo acierto. Como también lo es la presencia de Megan Montaner, una buena actriz que siempre cumple, en un registro parecido al de La caza. Monteperdido, solo que aquí con presencias sobrenaturales y mucho más horror.

El primer capítulo de 30 monedas ha sido un verdadero disfrute. Y conste en acta que todo esto lo digo desde mi escasa afición por el género de terror, que digamos que no es lo mío. No soy una fan. Pero, como decíamos al principio, con Álex de la Iglesia sucede que, incluso las no aficionadas al género, agradecemos su obra y su contagiosa pasión por contar historias. Así que ahora que ha vuelto por sus fueros todo es alegría. Por favor, que dure toda la serie.

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