MURCIA. Desde la distancia geográfica veo el asunto de la moratoria urbanística del Mar Menor en total efervescencia. Los votos en contra de celebrar un pleno en agosto para su aprobación procedentes de dos partidos que están bajo la lupa de los pactos electorales y sus consecuencias han caído como un jarro de agua fría sobre la opinión pública. Rápidamente, el tejido socio ambiental del Mar Menor se ha pronunciado y, entre unas cosas y otras, ha aparecido un Decreto Ley del Gobierno regional como solución "in extremis con disimulo" al despropósito.
En fin, no voy a relatar aquí la legislación pertinente que avala una moratoria, ni la ausencia de Plan de Ordenación del Territorial de la Cuenca Vertiente que les debe sonar a un imposible si no se subcontrata su elaboración, vista la legendaria demora para su presentación. Al final es que es una cuestión de prioridades. Ya hay bastante gente dedicada a opinar sobre el asunto en cuestión con un sesgo bastante político, lo que suele significar que el tema tendrá difícil y mareada resolución. El trasfondo, además, saca a la superficie la legislación que atañe al Mar Menor en cuanto a su incumplimiento, su derogación, su modificación y cuantas historias surjan con tal de teorizar sobre la misma sin ejecutar sus artículos.
"Este asunto de la no-moratoria-decreto-zarandeo de la legislación marmenorense tiene demasiada letra pequeña"
El caso es que el tema me lleva a reflexionar de manera sencilla sobre cuál es la necesidad de hacer más viviendas en la ribera del Mar Menor. Basta con mirar hacia Los Nietos, tristemente aparecida en prensa hace unos días por su abandono, por el grito vecinal de auxilio y de rebeldía frente a la resignación de dejar ir una localidad y sus habitantes. Grito que ha sido escuchado en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Cartagena, a la espera de comprobar si todos estos acuerdos alcanzados son respetados. Curiosamente, estas demandas vecinales se encuentran centradas en mejoras de la calidad de vida que incluyen el centro neurálgico de la población como el objetivo a mejorar. Pero nada, en el escenario político que mira hacia el Mar Menor por obligado cumplimiento, el surrealismo se ha instalado, como esos enormes relojes dalinianos que lloran delirios. El llanto anega poblaciones, mares e historia.
Este asunto de la no-moratoria-decreto-zarandeo de la legislación marmenorense tiene demasiada letra pequeña, demasiados anexos, capítulos, artículos, palabras. Demasiado más de lo mismo. Y ojo, porque la letra pequeña es algo que casi nadie lee. Y precisamente esta premisa que te lleva a aceptar las condiciones está hecha para ser aceptada sin ser leída. Una argucia legal que grava al consumidor que no tiene más remedio que aceptar si desea seguir adelante con el procedimiento que esté efectuando, cagándose de la responsabilidad de leer textos ilegibles de manera comprensible para nuestros cerebros y apremiante modo de vida. Y lo saben quienes la idean.
"A LA HORA DE PROYECTAR UN EDIFICIO prefieren la megasuperficie de la planice sin follones de respetos a la historia anterior del lugar"
Ni siquiera en esta letra pequeña contemplan iniciativas que recuperen edificios, casas, comercios enclavados en los núcleos urbanos en deterioro, por no hablar de unos servicios urbanos dignos y, más allá, innovadores, que conecten barrios con el centro. Me produce cada vez más malestar pasear por lugares que contienen joyas arquitectónicas abandonadas, en desuso, directas a la ruina. Y tenemos que aguantar que nos cuenten que no hay suelo urbano y por eso es necesario construir en las afueras. Por eso hacen en las afueras las grandes superficies, porque en lugar de calentarse la cabeza adaptando una superficie delimitada gracias al ingenio arquitectónico, prefieren la megasuperficie de la planice que precise de un criterio lineal y sin follones de respetos a la historia anterior del lugar, a la hora de proyectar un edificio. Quizá han visto la posibilidad de unir todos los pueblos de la ribera del Mar Menor en uno solo con urbanizaciones fantasma. El cinturón urbanístico, en este caso, vendería viviendas con una campaña de bellas imágenes del Mar Menor, con un oferta de servicios que habría que crear con dinero público aunque las ganancias de la venta de viviendas sea estrictamente privada, desatendiendo los núcleos urbanos existentes porque las partidas presupuestarias de las administraciones públicas no dan para todo, e intentando succionar del centro del pueblo todo aquello que suponga vida o inversiones no dirigidos a grandes superficies comerciales tuteladas, también ideadas por el promotor a ser posible.
No quieren una moratoria, para ver si vienen por aquí a plantar viviendas. Lo de plantar viviendas debe ser la solución en rotación de actividades económicas que consumen agua y, por ello, impactan sobre el medio natural al emplear los cauces existentes, ya que no funcionan ni en circuito cerrado ni con un dimensionado acorde a su uso. Pero se equivocan en criterios de enfoque integrado y sostenible.
Desconozco el motivo por el que tantas personas miran solo en una dirección sin apurar los 360 grados de campo visual si mueves la cabeza y el cuerpo. La información se encuentra repartida y no hacinada en un mismo lugar. Anoche, en una de las verbenas populares que tenemos en los leoneses pueblos vecinos, disfrutando del paso previo de tomar un cortado a las doce de la noche en un bar del pueblo, puse en marcha la visión 360 grados y recalé en una imagen en blanco y negro en la que dos hombres aventaban trigo. Bajo ella leí la cita: "Los hombres libres tienen ideas; los sumisos, ideologías". Haciendo el esfuerzo natural de incluir a las mujeres en ese concepto de hombre plural, me dio por sonreír. Tanto ideólogo, y ni una sola buena idea.