MURCIA. La Asamblea Regional vuelve a arder. Valga esta metáfora para definir el clima que se respira ahora en los pasillos, en los despachos y, por supuesto, en las salas de prensa tras los últimos movimientos políticos. Las consecuencias del pase al Grupo Mixto de Pascual Salvador y Mábel Campuzano han generado un ambiente crispado, en el que reinan la bronca y la confrontación, y donde también afloran las viejas rencillas de la legislatura. Reaparece el fantasma de la moción de censura, que tanto dividió al Parlamento autonómico y que tantas declaraciones incendiarias deparó. Y todo ello con el agravante de la cercanía de las urnas de mayo de 2023, que causa nervios y estrés en los cuarteles generales de los partidos.
"Lo raro es que esto no hubiera estallado antes", reaccionaba una fuente cercana a los diputados de Vox cuando el grupo se deshacía en pedazos. "Liarte y Carrera no tenían ningún tipo de relación con Campuzano, ni personal ni laboral". Las diferencias y disputas entre ellos eran más que públicas. La propia consejera de Educación lo ratificaba en su comunicado: "No me he sentido integrada, ni por un partido que no me quiere entre sus filas ni por unos compañeros que me han tenido al margen de la actividad y decisiones del grupo parlamentario, tanto a nivel político como administrativo". López Miras ya tuvo que intervenir en un crisis anterior, que solventó desgajando las competencias de Cultura a Campuzano.
Tampoco había buena relación entre Salvador y sus excompañeros Liarte y Carrera, aunque el trato era correcto entre ellos, según apuntan varias fuentes. Convivían en el mismo grupo pese a estar enfrentados por Vox: Liarte y Carrera no eran reconocidos por el partido y Salvador era el único fiel a las directrices oficiales. Sin embargo, varios hechos aceleraron la ruptura: el acercamiento a la hoy defenestrada Macarena Olona (organizando incluso una conferencia en la Universidad de Murcia) y la salida de Ortega Smith (principal azote de los exdiputados murcianos de Vox) desencadenaron el ingreso de Salvador en el Grupo Mixto. Había que desarticular el grupo parlamentario Vox. Todo ello se produjo días después de que se celebraran reuniones entre Núñez Feijóo y Santiago Abascal y entre López Miras y José Ángel Antelo. Aunque públicamente aseguran haber conocido toda la historia por la prensa, cuesta creer que los máximos dirigentes no estuvieran al tanto.
El nuevo Grupo Mixto deja un cuadro insólito en la historia del parlamentarismo murciano: ocho diputados, con ideologías y perfiles tan antagónicos como enfrentados, obligados a compartir portavoz, recursos económicos, mociones y turnos de intervenciones en la tribuna. Casi nada. Ocho políticos que corresponden a cinco facciones: por un lado, los dos representantes de Podemos, María Marín y Rafael Esteban; por otro, los dos diputados de Ciudadanos, Ana Martínez Vidal y Juan José Molina; Liarte y Carrera; Salvador, que va por libre; y Campuzano, ya liberada de sus antiguos compañeros. Cada facción posee su credo, sus intereses, sus objetivos. Y tienen hasta el 27 de octubre para ponerse de acuerdo. Sería toda una proeza que lo lograran...
Tan pintoresco es el Grupo Mixto que el conflicto estalló el primer día. Ni una mañana tardaron en saltar chispas. La Mesa de la Cámara, presidida por Alberto Castillo, ordenaba (a instancias del PP y el grupo liberal) el aplazamiento de la Junta de Portavoces ante la "incertidumbre". Esta decisión ha provocado una ola de indignación en los partidos de la oposición. Resurgieron los viejos calificativos de la moción de censura: "López Miras ha dado el tiro de gracia a la Asamblea", "el PP y sus tránsfugas son las vergüenza de la Región", "han secuestrado la democracia". Estas declaraciones las pronunció José Vélez, que es el líder del PSRM-PSOE pero no es -técnicamente- el jefe de la oposición pues no es diputado. Él comandó la ofensiva contra lo que considera el último atropello parlamentario. Un día después hacía lo propio el portavoz parlamentario del PSRM, Francisco Lucas: "López Miras actúa como un cacique dando instrucciones a su cómplice de la Asamblea Alberto Castillo".
Podemos también reaccionó con dureza. La formación morada posiblemente sea la más perjudicada por los últimos movimientos políticos: no sólo compartirá espacio con diputados de Vox, sino que, entre otras cosas, Marín dejará de ser la portavoz. La diputada acusa al PP de estar detrás de toda la maniobra, con la intención de silenciar a Podemos, y arremete contra Castillo, al que culpa de que "la división de poderes sea ya historia y que la democracia cotice en la Región de Murcia a nivel de bono basura". Por lo pronto, para pasmo de los morados, Carrera es el portavoz interino durante quince días, mientras no haya un nuevo reglamento. ¿La razón oficial? El llamado criterio de referencia: el orden alfabético, que coloca a Carrera el primero de la lista, pues Campuzano no puede por incompatibilidad con su cargo de consejera. Para Marín, esta situación, además de inaudita, es intolerable: "Es surrealista y antidemocrático que a un portavoz de la oposición ya no lo nombre el propio grupo, sino los portavoces de otros que apoyan al Gobierno".
"Las elecciones están cerca y tienen que endurecer el discurso", señala otra fuente, próxima a los diputados de la oposición. "Algunos reconocen que tienen que utilizar cierto vocabulario por la campaña electoral", añade. Lo cierto es que, cargados de razones o no, no sólo se ha endurecido el tono, sino que también se toman medidas: el PSOE ha exigido la dimisión de Castillo y Podemos ha anunciado acciones legales contra el presidente de la Cámara. Incluso Ciudadanos se ha sumado al carrusel de críticas. "Vivo con estupor la penúltima cacicada de López Miras", escribía en Twitter la parlamentaria y otrora líder de Ciudadanos, Ana Martínez Vidal. "El PP presiona para desconvocar la Junta de Portavoces tras perder la mayoría. No es más que otro asalto a la democracia al que por desgracia nos tienen acostumbrados. Como diputada vivo con vergüenza esta situación", añadía en otro tuit la diputada, que conoce bien a los populares pues compartió Gobierno con ellos hasta que la (fallida) moción de censura lo dinamitara todo.
El recuerdo de aquel capítulo político, que marcó toda la legislatura, vuelve a planear. En aquellos frenéticos días de marzo de 2021, la política de la Región de Murcia acaparó todos los titulares nacionales y se saldó con la fractura en dos entre los grupos del Gobierno y la oposición. Aquel ambiente tenso se siente hoy de nuevo. Precisamente el portavoz parlamentario del PP, Joaquín Segado, lanzaba la pulla: "El problema que tiene el PSOE es que, tal y como además señalan las encuestas, sigue sin levantar cabeza desde que fracasó su moción de censura". Y apostillaba: "Deberían asumirlo de una vez y empezar a trabajar por los verdaderos intereses de la Región". Segado, en una vuelta de tuerca, acusa a PSOE y Podemos de "aprovecharse de las últimas incorporaciones al Grupo Mixto" para "adulterar la representación parlamentaria y fabricar una mayoría contraria a la voluntad de las urnas". A su juicio, esa es la "verdadera anomalía".
El PP asegura, sostiene y defiende que no sabía nada de los movimientos del Grupo Mixto ("Son ajenos a nosotros", dice Segado), pero a nadie se le escapa que se pueden beneficiar de esta maniobra siempre y cuando Liarte y Carrera no se revuelvan contra ellos. Los populares sacan ganancia porque, primero, la voz más crítica de la Asamblea, la de María Marín, queda aplacada; sus antiguos socios de Ciudadanos tienen menos opciones de intervenir; su posible futuro aliado poselectoral, Vox, se ve congraciado de que haya desparecido el grupo de sus adversarios, lo cual anima las relaciones entre ellos con vistas a 2023; y, salvo imprevisto, su mayoría parlamentaria se mantiene, pues a día de hoy nadie ha dicho lo contrario.
¿El gran perdedor? El crédito de la política regional, que otra vez se ve envuelta en una espiral de maniobras insólitas, operaciones entre bambalinas, el cobro de vendettas, enfrentamientos fratricidas y broncas sonoras. Precisamente lo que la política nunca debería ser.