Con María he compartido de todo. Campañas, broncas, cafés con prisas, silencios cómplices y también enfados que no se arreglan con una frase bonita, sino con hechos. También trenes a Madrid que salían a las seis y no bastaban, así que acabábamos yendo en coche, saliendo de madrugada, con el cuerpo pidiendo cama y la cabeza repasando el orden del día. A Sevilla, a Valencia, en carretera. Canutazos en áreas de servicio, entrevistas desde el asiento del copiloto, portátiles abiertos donde se pudiera.
He visto a María en momentos donde cualquiera habría dicho “hasta aquí”. Durante la campaña seguía en tratamiento contra el cáncer. Estaba débil, pero no paraba. Y no por heroísmo, sino porque sabía que estaba donde tenía que estar. Porque representar no es figurar: es estar. Aguantar. Escuchar. Decir las cosas aunque duelan. Lo suyo nunca fue posar. Fue dar la cara.
Dejan sin voz a una diputada incómoda: eso no se puede normalizar"
Y por eso, lo que ha pasado esta semana no se puede disfrazar de trámite ni de protocolo. A María, que está de baja tras una operación traumatológica, le han impedido votar. Y lo han hecho sabiendo que podía hacerlo. Que el reglamento lo permite. Que había una forma justa y limpia de que su voz contara.
He visto a @MariaMarinMart dar la cara en los peores momentos, incluso cuando el cuerpo decía basta. Ahora intentan silenciarla con argumentos peregrinos, pero no saben con quién se la están jugando.
— Angel l. Hernández (@Angel_L_Hern) May 10, 2025
Amiga, compañera, referente: vamos a seguir luchando. A tu lado, como siempre. https://t.co/O1Rh5HXNce
Ella pidió votar en tiempo real, como permite el artículo 103.2 del reglamento. No antes del debate. No a ciegas. Votar cuando ya sabes qué texto se va a aprobar. Como cualquier diputada presente. Pero se lo negaron. Y cuando presentó un escrito para que reconsideraran esa decisión —que también está previsto en el reglamento— ni siquiera lo quisieron tramitar.
La presidenta, Visitación Martínez, se escudó en una norma menor. Una norma de 2021 que no puede estar por encima del reglamento. Pero da igual: la intención estaba clara. Apartarla. Dejarla fuera. Silenciarla.
No hay nadie con más coherencia en esta sala que María; y eso molesta, porque no se vende"
No es la primera vez. Cuando entramos por primera vez en la Asamblea, ni siquiera nos abrían los despachos. Y ahí estábamos todo el equipo, en el suelo, con los portátiles sobre las piernas, preparando intervenciones, con las ideas claras aunque todo fuera cuesta arriba. Porque cuando algo es injusto, no callamos. Ni cuando duele. Ni cuando cansa. Ni cuando estás solo.
Lo que no logró el cáncer, lo ha conseguido ahora la cobardía institucional: dejar sin voz a una diputada incómoda. Y eso no se puede normalizar. No es aplicar el reglamento. Es retorcerlo para que se convierta en mordaza.
He discutido con ella muchas veces. Y me volveré a enfadar, seguro. Pero si algo tengo claro es que no hay nadie con más coherencia en esta sala. Y eso molesta. Porque no se vende. Porque no se baja del coche aunque no haya fuerza. Porque representa a los que no tienen voz. Y eso escuece.
Que lo tengan claro: no la van a callar. No mientras quede una rendija por la que gritar lo justo. Y no mientras sigamos estando cerca.
Ángel L. Hernández
Secretario de Organización de Podemos en la Región de Murcia