El domingo y el lunes últimos fueron los días grandes del barrio de Santa Eulalia, con sus fiestas de la Candelaria y San Blas, su feria tradicional y su procesión, las misas solemnes y la imposición de las velas cruzadas para preservar contra las enfermedades de la garganta, ritos y costumbres a los que se han sumado en nuestros días los actos culturales o el pregón, además de los sociales, como la paella popular y el nombramiento anual de un ‘blas’ y una ‘eulalia’.
No hay otras fiestas de barrio como estas, ayudadas, a diferencia de las también antañonas de San Antón, por la configuración urbana de un barrio que conserva su entramado callejero y muchas de las casonas que le dieron sabor y lustre en otro tiempo.
Son unos festejos que conservan el poso del tiempo"
Si echamos la vista atrás 124 años, al primero del siglo XX, y le damos un repaso a los actos programados entonces, comprobaremos que nos referimos a unos festejos que conservan el poso del tiempo.
En 1901, el 26 de enero dio comienzo una novena dedicada a San Blas, que se prolongaría hasta el 3 de febrero, día en que la iglesia conmemora al santo obispo y mártir. Y los días 2 y 3, hubo función solemne con predicadores de relumbrón. En el primero de ellos, tras la bendición de las candelas, tuvo lugar la procesión matutina de la Virgen, que es vespertina en la actualidad, por unas pocas calles próximas al templo.
Esto, en cuanto a los cultos, porque nunca faltaron, ni entonces ni ahora, las referencias a la feria popular “con música y los indispensables puestos de cascaruja, el dulcísimo dátil y los cordones benditos de San Blas”. Cordones que, por cierto, este año se han mejorado considerablemente, al realizar los hermanos Martinez Cava un modelo que mejora con creces aquel otro en el que reconocer algo del milagroso obispo era un acto de fe.
Si nos centramos en la procesión y saltamos en el tiempo hasta 1931, en el relato que se hace de ella en La Verdad se da noticia de tres pasos, como en nuestros días, pero con el del Niño Jesús en lugar de San Blas. Balcones engalanados y un repique de campanas dieron la bienvenida al cortejo, encabezado por un estandarte parroquial, los niños de catequesis y el citado trono con el Niño; luego, hombres alumbrando dieron paso a San José, y congregaciones de mujeres al paso de la Virgen. Y tanto a la cabeza como cerrando, sendas bandas de música.
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- Fuente de la Plaza de Santa Eulalia -
- AYTO MURCIA.
Antes de la procesión se bendijeron las candelas, pero también el tomillo que portaron los participantes en el cortejo, y no las mimosas que llevan en la actualidad.
Porque con ligeras variaciones que ha traído el discurrir de los años, las fiestas del barrio de Santa Eulalia son especialmente dadas a los ritos, aferradas a lo tradicional, arraigadas en lo transmitido de generación en generación.
Sin duda, los rollos de San Blas son una de las costumbres más antiguas"
Aunque la Iglesia posconciliar varió la denominación de la festividad del segundo día de febrero, pasando de primar la Purificación de la Virgen a dar prioridad a la Presentación del Señor en el Templo, lo cierto es que la Candelaria ha seguido siendo la denominación popular del día que, en cierta forma, cierra definitivamente la Navidad y abre la puerta a una primavera que ya se anuncia en el florear de los frutales.
Sin duda, los rollos de San Blas son una de las costumbres más antiguas, ya que según no pocos investigadores se datan en los tiempos de la vieja romería que acudía a honrar al santo a la ermita donde se veneraba, cerca de la Trinidad.
Cuentan que se hacían antaño rollos como panes, que se bendecían y repartían entre los pobres a trozos. También se cuenta que los rollos eran triturados y mezclados con agua o leche para ser consumidos. Luego llegaron los rollitos de escasa calidad que los vendedores ambulantes ofrecían a sus clientes sin bendecir, y el decaimiento de una costumbre que pervivió de la mano de la Comisión de Fiestas, a iniciativa de una parroquiana que promovió unos rollos de más calidad y los volvió a vincular a la parroquia.
Pero no se puede cerrar la remembranza de las fiestas eulalias sin hacer referencia a la cabalgata anunciadora de las Fiestas de Primavera que se celebraba, precisamente, el día de la Candelaria.
La cabalgata salió por última vez en el año 1936, y no se recuperó hasta el año 1944"
Ya tuvo lugar, centrada en el Entierro de la Sardina, a finales del siglo XIX, cuando la resurrección de las grandes mascaradas murcianas tras muchos años desaparecidas por efecto de la trágica riada de Santa Teresa. La encontramos en 1899 saliendo de Santo Domingo, aunque se verificó el 14 de febrero. Y a partir de 1905 ya se ampliaba el anuncio al conjunto de las fiestas primaverales.
Lo habitual era que el mismo día de la Candelaria (aunque la fecha no quedó fija hasta muchos años después) se celebrara una reunión en el Ayuntamiento donde se nombraba a las comisiones encargadas de la puesta en marcha de cada uno de los festejos. Valga un ejemplo de hace 101 años, cuando se nombraron las de la Batalla de Flores, el Coso Blanco, el Entierro de la Sardina, el Bando de la Huerta, la corrida de toros, el concurso de tiro de pichón y el concierto de la Filarmónica.
La cabalgata salió por última vez en el año 1936, y no se recuperó hasta el año 1944, cuando volviendo al esquema que se venía siguiendo tradicionalmente se celebró a las seis de la tarde la reunión previa en el Ayuntamiento, y tras ella, desfiló la cabalgata con su cortejo de bengalas, hachones y carruajes. Fue en 1953 cuando el alegre cortejo, ya afianzado en el 2 de febrero, puso término a su itinerario, tras un recorrido por el centro de la ciudad, en la plaza de Santa Eulalia, justo en el día grande de las fiestas.
Aquel año, el desfile estuvo formado por los clarines de Artillería, la cabeza del Entierro de la Sardina, carrozas representativas del Entierro, el Bando y la Batalla de Flores y una carroza de la empresa taurina, banda de la Cruz Roja, coches de la Comisión de Festejos, el Casino de Murcia, la Asociación de la Prensa, el Club Taurino, Radio, Moto Club, Club de Cazadores y Casino Carmelitano. Desde los coches se repartieron versos alusivos a los festejos obra de los poetas Bolarín, Vergel, López Martínez y Ayuso.