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crónica por los otros / OPINIÓN

Manuela y Luna

Hace un año me quedé embarazada. Era el 8 de enero de 2021. El embarazo se confirmó semanas después y empecé un año que no olvidaré jamás. Un año que ha marcado mi vida para siempre. El año que acabamos de despedir ha sido un año intenso en todos los sentidos que todavía me cuesta verbaliza. Mi año de Luna y Manuela.

14/01/2022 - 

Nunca imaginé que el miedo, la zozobra, el vértigo, la sensación de inseguridad y muchas otras emociones eclipsarían lo que tanto esperaba, deseaba y busqué: volver a ser madre y ampliar mi familia. Con el inicio del nuevo año que acabamos de estrenar, estos días se convierten para muchas personas en la semana de los retos y de los propósitos para el nuevo año que comienza. Unos propósitos que vienen acompañados del balance que hacemos del año 2021 que hemos despedido aunque ya parece historia. Un balance que en mi caso me lleva a reflexionar sobre la maternidad y las diferentes maneras de vivirla. El año 2021 para mí ha sido en este sentido un año de aprendizaje total. 

Mi balance de 2021 y mis propósitos era 2022 están condicionados e inmersos indiscutiblemente con mi recién estrenada segunda maternidad gemelar. Hace solo cuatro meses que he dado a luz a dos maravillosas bebes. Hace solo cuatro meses que me he convertido en el pilar de una familia numerosa y monomarental. Hace solo cuatro meses que entré en un estado que no consigo todavía describir ni verbalizar. Hace sólo cuatro meses, el pasado 4 de septiembre, nacieron Manuela y Luna, el milagro de mi vida. 

Las mujeres y su maternidad

Manuela y Luna han venido a este mundo para hacerlo más bonito y mejor. Las miro y muero de amor. Son el milagro de mi vida. Alegres, despiertas, felices, vivas, sonrientes, benditas… Despiertan en mí sensaciones tan extremas que no puedo identificar. Un amor infinito, incondicional  e irracional. Creo que muchas  mamás pensamos lo mismo de nuestros bebés pero no todas.  

Hay mujeres que no volverían a ser madres, hay mujeres que se arrepienten de haber sido madres y hay mujeres que rechazan a sus hijas e hijos. 

Una realidad que cuesta creer y que se ha silenciado durante tanto tiempo aunque poco a poco ya existen foros sociales que debaten estos temas o libros que ayudan a acompañar y entender el mundo de la maternidad sin estereotipos e imágenes románticas alejadas de la realidad como el gran best-seller de Laura Gutman La maternidad y el encuentro con la propia sombra. De hecho, es una realidad que cuesta visibilizar pues para muchos ser madre tiene que ser y debe ser la panacea para todas las mujeres y la realización de la mujer como persona.

Yo soy una mujer que elegí la maternidad y que tenía claro que quería ser madre, pero no todas las mujeres somos ni pensamos igual y hay mujeres que no pueden elegir. Son madres y punto. El propio sistema en el que viven no da opción y no se entiende la vida de mujer sin ser madre. Países y sistemas donde la maternidad no es una elección, es ley de vida. Sólo se quedan sin ser madres las mujeres que no pueden, y no las mujeres que eligen otra opción de vida. Y esas mujeres no están tan lejos de las que podemos elegir. La educación que recibimos y el sistema en el que crecemos todavía no está tan liberado de este tipo de elecciones. 

Por ello hay mujeres que tienen hijos e hijas sin desearlo, mujeres que los desean y no pueden quedarse embarazadas, mujeres que paren a hijos o hijas muertos, mujeres que sobreviven a sus hijas e hijos, mujeres arrepentidas con su maternidad, mujeres que desean o creen que desean tener hijos e hijas, mujeres cuyos sentimientos de amor por sus hijos no les acompañan como ellas pensaban o querrían, y así un largo etcétera. 

Existe un largo etcétera que muestra que cada mujer tiene una relación única e irrepetible con la maternidad. 

 

Dos maternidades diferentes

Yo he vivido en cinco años dos embarazos bien diferentes. Si bien es cierto que en estos cinco años mi contexto y mi vida ha cambiado, y que no soy la misma mujer de antes pues la maternidad ya había hecho huella en mí… No podía imaginar que viviría un segundo embarazo, un parto y un postparto tan diferente del primero. Me ha costado aprender a no comparar y a respetar cada maternidad como ha venido, una diferente a la otra; y a entender cómo después de un embarazo deseado y una maternidad elegida las mujeres podemos entrar en un bucle de miedos y vértigo varios que nos dificultan vivir con plenitud uno de los momentos más mágicos de nuestra vida. 

Si bien es cierto que mi primer embarazo, mi primer parto y mis primer postparto fueron maravillosos y que despertaron en mí toda la valentía, fuerza, tesón, alegría y felicidad que nunca he sentido en mi vida; esta segunda maternidad ha sido totalmente diferente. La alegría y felicidad que he sentido ha estado siempre acompañada por una nube de miedos y pesimismos de los que ahora empiezo a liberarme. Mentiría si digo lo contrario. 

Recuerdo mi primera maternidad soleada y con una alegría, fuerza y felicidad brutal; mientras que el estreno de mi segunda maternidad ha estado nublada por un diluvio de miedos, vértigos y una zozobra inexplicable.  

Han sido semanas duras y llenas de felicidad. Semanas donde he pasado del lloro a las risas con una facilidad pasmosa. Unos lloros de felicidad y lloros de angustia. Semanas donde me he sentido desbordada, sobrepasada y temerosa. Semanas donde no me he sentido sola en ningún momento. Semanas donde mi familia y amigas y amigos me han apoyado como nunca. Semanas donde no me han podido cuidar más. Semanas donde mis hijas me han hecho sentir la mujer más afortunada de este planeta. Semanas donde he vivido en una nebulosa con momentos difíciles de recordar. Semanas donde me he sentido pequeña débil y vulnerable. Semanas donde sólo he querido volver al regazo de mis padres, volver a los brazos de mi mamá. Semanas donde me daba miedo dormir sola. Semanas donde no he podido salir de casa. Semanas donde he necesitado aislarme. Semanas donde el mundo, mi mundo se ha parado y lo he paralizado. Semanas donde no he sabido explicar cómo me he sentido. Semanas donde sólo he podido sobrevivir y organizar la logística del día al frente de tres niñas para mí sola. Semanas donde he echado de menos mi vida de antes. Semanas donde he tenido momentos que he necesitado volver a estar a solas con mi hija mayor, las dos solas pues la echaba de menos. Semanas donde he pensado dónde me he metido.

Semanas difíciles de explicar. Semanas donde no sabía qué me estaba pasando. Semanas donde sólo podía abrazar a mis bebés y no separarme de ellas. Semanas donde he sentido una felicidad insultante. Semanas donde he visto mi sueño hecho realidad. Semanas donde he visto real la familia que deseaba y que soñaba. Semanas donde he estado tan desbordada que no las recuerdo. Semanas con momentos que ya he olvidado y semanas que no puedo dejar de recordar. Semanas en que he muerto de agotamiento y de amor por igual. Semanas donde he dormido tan poco que ya no tenía ni sueño. Semanas con noches en vela, donde el día y la noche no los distinguía. Semanas con días eternos y... Semanas que vuelan. 

Estas semanas de posparto he vivido en un torrente de emociones extremas sin parar de llorar ni de reír, sobrepasada por los acontecimientos en todos los sentidos y cada día más feliz, más llena y más agradecida a la vida.  

Semanas que se convierten en meses y que tras cuatro meses empiezo a ver la luz al final del túnel. Un túnel que yo elegí, un túnel que yo planifiqué y un túnel que yo fui construyendo desde que decidí volver a ser madre. Lo que nunca esperaba es que en vez de una bebé la vida me regalara dos. El pasado mes de enero recibía esta noticia: me había quedado embarazada y que venían dos bebés, estaba embarazada de mellizas. Y así empezaba mi 2021.

 

Balance de mi 2021

Un año 2021 que en mi caso ha estado localizado y centrado con un embarazo de riesgo, baja laboral, reposos varios, aislamiento por la pandemia y riesgos de todo tipo . Un año de sensaciones extremas y de todo tipo. Por eso el año 2021 que acaba de terminar se convertía en un año tan especial y feliz como duro y difícil al mismo tiempo. Mi sueño se hacía realidad, me había quedado embarazada antes de lo que esperaba. Algo que en principio era una noticia tan feliz, la viví con muchos miedos cuando supe que venían dos bebés.

Hasta el mes de septiembre he estado cuidándome y cuidando a mis bebes en el vientre como nunca. La pandemia ha sido una amenaza constante en este embarazo y el aislamiento una herramienta necesaria para combatirla. En septiembre nacieron mis bebés, en un parto estupendo pero bien diferente al primero que tuve. Y los tres primeros meses de vida de mis niñas unos meses imposibles de explicar, una supervivencia pura y dura. Una mamá para tres niñas con sus necesidades cada una, intentando desdoblarme para llegar a cubrirlas, y cada noche acostándome con la sensación de no llegar a nada. Así día tras día , rodeada de amor y visualizando que tras estos meses tan bellos como duros estaba entregada en cuerpo y alma a la familia que siempre había soñado: una familia de una madre rodeada de sus hijas. Así despedí el año 2021 y recibí 2022. 

Nunca pensé que esta maternidad llevaría pareja unos miedos y desapegos como en mi vida había vivido, pero he de reconocer que desde el minuto uno en que me dijeron que iba a ser mamá de dos bebés, caí en un temor y me vinieron todos los miedos que nunca imaginé. Ahora me siento más que afortunada y  triste también de no haber podido disfrutar de mi embarazo y de ellas desde el minuto uno con la alegría y felicidad que me dan. 

Un sentimiento de "mala madre" sobre el que estoy trabajando para quitarme esa culpabilidad tan generalizada en muchas mujeres y que viene de la mano con la maternidad.  

Foto: FIVETOTENDAYS

Tengo unas hijas que no podía imaginar, maravillosas y sanas. Unas niñas que me llenan de amor. No imagino mi vida sin mis bebés y si volviera a nacer querría volverlas a tener sin dudarlo ni un segundo. Pero ha sido tan maravilloso como duro, y está siendo lo más extremo que he vivido nunca. Manuela y Luna, junto a mi hija mayor Leo-Khadija, son el regalo de mi vida; son el sentido de mi vida, son el milagro de mi vida… porque mi vida son ellas. 

He querido escribir este artículo con mis emociones y sentimientos más personales pues creo importante visibilizar que aunque queramos ser madres, la maternidad (embarazo, parto y posparto) llevan consigo momentos que no son tan dulces y amables como nos venden o como los que viví yo en mi primer embarazo. La maternidad puede ser maravillosa y puede ser dura también. La misma mujer podemos vivir maternidades bien diferentes. En mi caso yo viví una maternidad con mi primera hija con un embarazo estupendo, un parto soñado y un posparto que me empoderó como mujer de una manera tremenda, podía con todo, se me fueron todos los miedos, sentía que me comía el mundo…  y ahora, con mis mellizas ha sido bien diferente. 

La suerte que he tenido ha sido poder vivir los dos y así puedo comparar y entender el proceso que pueden vivir muchas mujeres. Mujeres incluso que llegan a rechazar a sus bebés. No puedo imaginar el dolor de las mujeres que se arrepienten de tener a sus hijos y a sus hijas. Unos sentimientos muy criticados y poco aceptados socialmente… donde no se ve ni se entiende a la mujer como víctima de la situación sino como responsable. Y a veces, créanme, que las hormonas nos pasan factura. 

La semana que viene… ¡más! 

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