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EL PASICO DEL APARECIDO / OPINIÓN

Los epitafios de Thomas V. Wallace

12/04/2023 - 

CARTAGENA. No abundan los científicos entre los espiritistas, pero ha habido algunos a lo largo de la historia. Uno de ellos, y destacado, fue el victoriano Alfred Russel Wallace, que ideó una teoría de la selección natural muy similar a la que veinte años antes había elaborado Charles Robert Darwin. De hecho, ambas teorías fueron publicadas en la misma ponencia conjunta porque, por diversos motivos, Darwin la había guardado en secreto durante dos décadas, contándosela solo a su esposa, al botánico Hooker y el geólogo Lyell.

Pues bien, el eminente evolucionista Wallace, que se había adscrito en su juventud a la filosofía materialista, para lo que solo existía lo que detectábamos con los sentidos ordinarios, se convirtió al espiritismo en la cuarta década de su vida. El único antecedente reseñable de esa conversión, y aun así muy tenue, era la afición a los epitafios de su padre, Thomas Vere Wallace.

Wel finado le trasmitía un póstumo reproche a su esposa: ¡Te dije que estaba enfermo!"

Descendiente de William Wallace, el héroe que se rebeló contra el intento de anexionarse Escocia que emprendió a finales del siglo XIII el rey Edward I de Inglaterra, Thomas Vere se arruinó por dedicarse a editar revistas de Arte, en vez de conformarse con ejercer su lucrativo oficio de abogado. Junto a su pasión por el Arte, Thomas Vere se aficionó a coleccionar epitafios de las tumbas de los cementerios eclesiásticos que solía visitar con esa finalidad. Según unos, una costumbre macabra; según otros, muy romántica. El Aparecido puede atestiguar que los cementerios abandonados, en los que proliferan todo tipo de plantas y merodean las culebras, son muy románticos. De hecho, vivió en su niñez junto a un cementerio abandonado, cuyas tumbas veía desde su habitación, por la noche a la luz de la Luna y algunos días paseando, con cuidado y temor, entre ellas.

Lo cierto es que aquellos epitafios de Thomas Veres solían proyectar bastante luz sobre lo que sus allegados opinaban públicamente del difunto. En cualquier caso, Wallace absorbió de niño la amplia colección de epitafios que había acumulado su padre y puede que eso influyese en su posterior afición al espiritismo, que compartía con su hermana predilecta, Fanny. Sea o no eso cierto, es divertido especular sobre cuáles de los epitafios que su padre coleccionó le habrían sido aplicables a Wallace.

En uno de ellos, el finado le trasmitía un póstumo reproche a su esposa: "¡Te dije que estaba enfermo!". Bueno este no le era aplicable, porque Wallace había superado en la época de su muerte los achaques que había padecido unos años atrás.

Otro epitafio daba lacónicamente el nombre y la fecha de la defunción del yacente. Muy pobre, a poco que el finado hubiese lucido algún mérito en vida, pero al menos orientaba al público sobre cuáles eran las condiciones sociales cuando el aludido nació y cuando falleció. En ese caso su epitafio debería decir: "Alfred Russel Wallace/ Nacido 8 de enero 1823-Fallecido el 7 de noviembre de 1913". El inteligente lector habrá notado que este año se celebra su segundo centenario.

En un tercero epitafio el difunto era caracterizado como un marido afectuoso, pero aclaraba que la lápida no había sido erigida por su viuda, que, por el contrario, financió la de su segundo marido. Ese tipo de queja póstuma no debería aparecer en su epitafio, pues su esposa, Annie Mitten, no solo siempre le fue fiel, sino que nunca llegó a tener un segundo cónyuge. Más que nada porque Wallace se le anticipó un año en su tránsito al Más Allá. En consecuencia, quizás podría ponerse en memoria de Wallace un socorrido "Marido fiel y padre solícito".

Un cuarto epitafio elogiaba a un fontanero capaz de hacer subir el agua hasta cualquier altura, imbatible con las tuberías, un artista con los váteres. En efecto, mencionar las cualidades profesionales de Wallace habría sido de pura justicia. Por tanto, habría que añadir "Explorador-Naturalista-Científico -Escritor".

Un quinto epitafio destacaba las virtudes de un soldado cuya batalla más dura, habiendo combatido en muchas otras, fue contra el Pecado. Si hubiese que aludir a las opiniones religiosas de Wallace, lo mejor sería grabar "Espiritista", pues más que contra el Pecado, el evolucionista se enfrentó a los peligros de las selvas que exploró, fiebres maláricas incluidas.

En un sexto epitafio se podía leer un verso: "/Lector, reflexiona, e imita si puedes, / de este honesto hombre, las virtudes sociales/". Para no olvidar las virtudes sociales de Wallace habría que añadir "Activista Social", pues abogó por la nacionalización de las grandes fincas, los derechos de los trabajadores y las mujeres y se opuso a la eugenesia, a la vacunación obligatoria y al militarismo que se tradujo en la Primera Guerra Mundial, cuyo amenaza él denunció.

En suma, su epitafio ideal sería uno que dijese "/Alfred Russel Wallace/ /Marido fiel y padre solícito/ Nacido 8 de enero 1823-Fallecido el 7 de noviembre de 1913 / Explorador-Naturalista-Científico- Escritor/ Espiritualista/ Activista Social/".

Quizás él habría preferido otro. De hecho, se indignó cuando los regentes de la abadía de Westminster rehusaron instalar un monumento al poeta Byron. Con ese motivo apareció en el periódico El Constitucional un verso condenando la afrenta. Sus primeras líneas le impresionaron: "/ ¡Fuera con el epitafio y el esculpido busto! / Dejémoslos para decorar el podrido polvo/". Pero lo que mejor recordaba era la proclama central: "Su epitafio es la Inmortalidad". Ese sí habría sido un buen epitafio para Wallace y no los que su padre coleccionaba.

JR Medina Precioso

jrmedinaprecioso@gmail.com

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