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como ayer / OPINIÓN

Juguetes políticos

18/03/2021 - 

MURCIA. Mientras releía el pasado jueves mi articulito sobre San Juan de Dios, su inmensa obra benéfica y los vínculos de ésta con la ciudad de Murcia, se desencadenaba ese terremoto político que dejó a todo el mundo, menos a quienes estaban en la trama, en fuera de juego.

Pero en cuestión de 24 horas, con la misma rapidez con que se infló el globo de la moción de censura, se volvió a desinflar (en la Comunidad Autónoma, que no en el Ayuntamiento capitalino) causando de nuevo general sorpresa al común de los mortales y provocando, según colores políticos, alegría, rechifla, consternación, sonrojo…

El alcalde se levantó del sillón y, encarándose con el público, dijo: "Esto es una chusma, y si eso es Murcia, yo me voy a vivir a Marruecos".

Algo habrá que contar, en consecuencia, que guarde relación con este tipo de trajines a los que buena parte de la ciudadanía asiste asombrada, sin comprender demasiado qué está sucediendo y preguntándose, seguramente, qué fue del voto que emitió hace menos de dos años.  

Y me vino a la cabeza la curiosa (y estruendosa) salida de la Alcaldía de la ciudad que tuvo un tío bisabuelo mío, Juan Rubio González, del Partido Conservador, que tomó posesión del cargo tal día como hoy hace 108 años.

Y lo hizo con un discurso en el que anunció  su propósito de continuar las obras de reforma emprendidas y "acometer obras de higienización moral y material de la población", teniendo en proyecto un matadero y un mercado. Habló también de la huerta, a la que se proponía dedicar sus esfuerzos, "desterrando la rutina y favoreciendo su progreso".

En realidad, no hubo lugar para mucho, pues el 13 de septiembre se produjo la dimisión del alcalde tras el bronco Pleno celebrado dos días antes, que traía causa, a su vez, de una desventurada merienda y reparto de juguetes, para niños pobres, organizados con ocasión de la Feria septembrina en el jardín de Floridablanca.

Los asistentes multiplicaron por nueve la disponibilidad de obsequios, según testimonió El Liberal, nada proclive, por lo demás a favorecer al regidor local, y al suspenderse el acto, por no poder atender a tan numerosa concurrencia, una multitud de madres y niños, más que enfadados, hizo oír su protesta a las puertas del Consistorio, ocasionando un escándalo de proporciones considerables, en el que no faltaron los "mueras" dirigidos al alcalde.

Un día después, la bronca subió de tono en el Pleno municipal. El periódico citado hizo el siguiente relato de los hechos: "El público invadía por completo el salón desde las primeras horas de la tarde, pudiendo observarse la mala impresión que llevaba por los recientas actos de la Alcaldía. La atmósfera estaba tan caldeada, que solo una intervención discretísima hubiera evitado a Murcia el triste espectáculo que se le dio".

"El público se penetra perfectamente de que solo tres concejales son conservadores, echando de menos a los más significados, que no concurrieron por no verse en el doloroso trance de desautorizar a su jefe, el alcalde. Tampoco asistieron los concejales romeristas y tetuanistas. El aislamiento de la presidencia era completo; mayor desautorización no era posible".

Antes del desarrollo del orden del día, un edil plantea el debate previo de una moción de urgencia "que afecta al prestigio de la Corporación", pero el alcalde tomó el escrito, "lo leyó para su coleto, y no dándose por aludido, ordenó al secretario que continuara presentando al despacho los asuntos que figuraban en el orden del día".

Hizo oír su voz en tono de queja el anterior alcalde, Teodoro Danio, pero Rubio replicó indicando que el primero estaba hablando sin su permiso "y falta a la cortesía social". Los concejales, en pie, protestaron entonces por la frase del alcalde, que añadió que le facultaba la ley para dirigir y ordenar las discusiones y amenazó con usar de sus prerrogativas, con lo que aumentaron los rumores en las tribunas.

Y ardió Troya. "El alcalde rompió con violento ademán la moción que le fue entregada por el señor Brugarolas, arrojando los pedazos al salón. Ordena a la guardia municipal desalojar el salón, y el público prorrumpió en mueras. El alcalde se levantó violentamente del sillón y, encarándose con el público, dijo la gran frase: Esto es una chusma, y si eso es el pueblo de Murcia, yo me voy a vivir a Marruecos".

"Entonces se produjo un tremendo escándalo; la gente quería asaltar el salón, siendo contenida  por los concejales liberales a duras penas. El alcalde se revolvió contra sus compañeros, apostrofándolos duramente con frases que no podemos reproducir. Los concejales le replicaban con vehemencia. El alcalde gritaba: no me quedan más que cuatro días de alcalde, y en cuanto deje de serlo... Suspende la sesión".

No se marchó mi remoto pariente a Marruecos, pero sí a Madrid, donde se instaló y vivió hasta su fallecimiento en octubre del año 1929, no sin antes haber recibido de manos del rey Alfonso XIII la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica.

La guerra de los juguetes acabó con su efímero mandato y le desterró de su ciudad. Y la guerra de las vacunas (entre otras) amenaza ahora a uno de sus sucesores en la Alcaldía.

Pero al final algo hay siempre de juego en todo este asunto. El juego de la silla, le llaman. Y aún habrá que esperar unos días para que cese la música.

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