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análisis / OPINIÓN

Emoción de censura

13/03/2021 - 

MURCIA. Los acontecimientos políticos de la última semana en la Región de Murcia inician una trama que bien podría ser la nueva propuesta audiovisual de Netflix o HBO. Algunos creíamos que las infidelidades de las que se iba a hablar esta semana eran las del popular programa de televisión la Isla de las Tentaciones, pero, primero, Ciudadanos contra su propio Gobierno y después los tres diputados que a partir del día del viernes serían no adscritos se han llevado todo el protagonismo.

Bromas aparte, después una jornada fatídica para el PP en el día del miércoles en el que todo apuntaba a que podría perder tres comunidades autónomas y varios ayuntamientos, para quien tiene el poder, como dijo en su día Maquiavelo, su principal hazaña no es otra que conservarlo, y en esas se ha visto Fernando López Miras. Con mucha cautela por razones obvias ante lo acontecido en las últimas horas, todo apunta en estos momentos a que la moción de censura no saldrá adelante.

Quizá el mayor pecado de Ciudadanos haya sido no «convencer» a Isabel Franco y los demás antes (o mejor) que el Partido Popular. Todo comenzó cuando López Miras decidió cesar a los consejeros de la formación naranja y a la vez aumentó las competencias de Franco. Todos los que sabíamos de las diferencias de Franco con Ana Martínez Vidal intuíamos lo que intentaba el presidente, sin embargo, lo que no pensábamos era que surtiría efecto con una persona que acababa de firmar una moción de censura apenas dos días antes contra quien le ofrecía el pacto.

La pregunta que ronda la cabeza de todos los murcianos en estos momentos es «¿Cuánto vales?»; es decir, ¿por cuánto nos venderíamos cada uno de nosotros de estar en esa situación? No obstante, aunque todos seamos corrompibles, se entiende que el precio de una persona que vive de su imagen y dignidad y que en teoría debe lealtad a una formación política, tiene que ser alto. Si bien es cierto que el primer pacto roto era el de la investidura de Miras allá por julio del 2019, Isabel Franco no puede argumentar que firmó la moción de censura por lealtad a su partido si ahora vota en contra y permite que su partido protagonice el mayor ridículo de la historia reciente de la Región y quién sabe si del país.

La situación de Ciudadanos ya era dramática: unos últimos resultados desastrosos, una estimación de voto mala y con una mejora gradual de la imagen de su principal competidor, López Miras como consecuencia de la gestión de la covid. Es por esa razón que decidió dar el paso. Ante tal situación, tocar poder pasando a ostentar la presidencia, era la única forma de intentar evitar la muerte clínica del partido en dos años, o al menos de hacerla más gradual.

A través del argumentario del Vacunagate (que no merece menos importancia ante el escándalo nefasto que vivimos hace unas semanas), Ciudadanos, dicen los que todavía forman parte del partido, se lanzó al ring de la moción de censura porque todos los firmantes estaban de acuerdo, es decir, que intentaron salvarse de salir escaldados. Sin embargo, toda precaución fue poca y el PP consiguió seducir a la vicepresidenta Franco, a Valle Miguélez, que incluso formaba parte de la negociación de la moción de censura con el PSRM, y a Francisco Álvarez. La muerte clínica no se evitó ni se redujo; se aceleró. A un grupo parlamentario de seis diputados de los cuales tres votan en un sentido y tres en otro, en la situación trágica que ya estaba inmerso, solo le queda marcharse de la sala de la forma más elegante posible.

Mientras tanto, el PSRM sigue viendo el partido desde el palco. El paso atrás de Conesa para formar parte del nuevo Gobierno por su caso abierto por presunta prevaricación no solo no ha servido de nada, sino que probablemente le dé más argumentos al PP para deslegitimar la figura del socialista.

¿Qué dudas quedan? Además de obviamente conocer el final de la que casi se ha convertido en una «emoción» de censura (sobre todo por no estar claro si acabará dándose un plot twist), queda saber si el PSRM saldrá ganando arrebatándole la alcaldía de Murcia capital a Ballesta. Mario Gómez y sus concejales dicen que su grupo municipal sí que está unido, pero quizá el candidato socialista, José Antonio Serrano, debería estar alerta porque si no se consigue cumplir una parte del pacto, igual se tambalea el resto.

Son tiempos entretenidos para aquellos que nos dedicamos a la Ciencia Política y al análisis político, pero también son tiempos de desafección política e inestabilidad de las instituciones. Conductas desleales y poco morales como las que en la opinión de un humilde servidor hemos visto por parte de los que firman algo hoy y lo destruyen pasado mañana, son el caldo de cultivo perfecto para peligros extremistas que se nutren del descontento y se disfrazan de verde «esperanza».

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