MURCIA. El Gobierno regional se ha marcado un objetivo: alcanzar el consenso de todo el tejido empresarial, los agentes sociales y la clase política para diseñar la salida de la crisis de la Región de Murcia. Sin embargo, el primer intento por mostrar una imagen de unidad en política se saldó con un fracaso: la oposición no respaldó las cuentas del Ejecutivo y el Presupuesto salió adelante con los apoyos de PP y Ciudadanos, la abstención de Vox y el rechazo de PSOE y Podemos.
Populares y socialistas pelearon hasta el último segundo por lograr un pacto, pero las negociaciones encallaron. Diego Conesa, que considera que unos Presupuestos elaborados antes de la pandemia no responden a las necesidades actuales, se comprometió a respaldar el texto a cambio de incluir un decálogo de medidas. El Ejecutivo, que no necesitaba a los socialistas para dar luz verde a las cuentas, acercó posturas y aceptó las diez propuestas. Pero el secretario general del PSOE lanzó dos últimas condiciones y la cuerda se tensó: ninguno de los dos dio su brazo a torcer y el acuerdo ya fue imposible.
Lo cierto es que, en política, el ejemplo más nítido de las enormes diferencias que separan al Ejecutivo de la oposición es el Presupuesto. Las cuentas reflejan la identidad de un Gobierno, sus planes y sus iniciativas. Los socialistas siempre repudiaron de los Presupuestos de PP y Ciudadanos, no solamente a partir la irrupción del coronavirus. Una prueba de ello son las críticas que profirió Jordi Arce, secretario de Organización del PSOE, una vez consumado el fiasco de las negociaciones: "Los Presupuestos aprobados recortan 54 millones en sanidad. ¿Aplaudirán esta tarde a los sanitarios?". Esta regañina, por cierto, no ha gustado en el Gobierno, que, con su presidente a la cabeza, la tachó de "bulo". Otra prueba del rechazo a las cuentas son las 55 enmiendas que presentaron los socialistas en la Cámara.
Así las cosas, ¿el PSOE iba a dar la mano refrendando implícitamente un texto que no comparte en aras de una imagen de unidad? Difícil. Complicado planteamiento. De hecho, una de las condiciones de Conesa confrontaba directamente una materia en la que ambos chocan ideológicamente: la política de impuestos. El Gobierno había anunciado una reducción del IRPF como medida estrella del curso político y el líder de la oposición le exigió la congelación de la bajada a las rentas más altas. El Ejecutivo se negó y Conesa no rebajó su pretensión. Los populares, por su parte, plantearon requisitos que, a su juicio, los socialistas no aclararon: conocer la procedencia de los fondos de Europa y España. Es decir, pidieron un compromiso al Gobierno central.
El chasco se escenificó en las intervenciones en la Asamblea Regional. López Miras acusó a Conesa de "mostrar voluntad de consenso en los whatsapp, pero ninguna para firmar" y el socialista le reprendió por enarbolar "el victimismo" ante el Ejecutivo nacional en vez de "asumir sus competencias autonómicas". Fue un debate con reproches mutuos, que evidenció sus discrepancias. Para más inri, el pleno agrietaba las relaciones entre el presidente y Podemos: la portavoz María Marín le recriminó su falta de valores democráticos y Miras le afeaba sus críticas. "Con esa actitud y esas palabras veo difícil el acuerdo con Unidas Podemos", aseveró el jefe regional. Entre tanto, Ciudadanos, olvidado en las negociaciones entre populares y socialistas, avisaba: "Somos el único puente entre aguas turbulentas". Al menos el trato con Vox se mantenía. Su portavoz, Juan José Liarte, reconocía que nunca ha tenido problemas de comunicación con el presidente.
Con este panorama, el Gobierno volvía al punto de partida. La Comunidad insiste en que el plan de reactivación debe contar con todas las formaciones políticas, porque así lo reclama la sociedad. No se toleraría otro fracaso. La patronal de empresarios echaba en cara la falta del consenso total para los Presupuestos. Para José María Albarracín, "no es de recibo que no exista unidad entre las fuerzas políticas" para hacer frente una pandemia. Los sindicatos también quieren una mesa de diálogo conjunta para abordar la recuperación. Y una ristra de colectivos también se une a la reivindicación de sellar un gran acuerdo político. La sociedad civil lo pide a gritos.
A pesar de todo, el presidente no ha perdido la fe; tampoco el líder de la oposición ha bajado los brazos. Una vez terminada la sesión de la Asamblea, López Miras abogaba por un entendimiento. "Me quedo con las posturas que nos unen, me comprometo a avanzar en ellas", manifestaba, mostrándose dispuesto a ceder y a ser generoso. "El Gobierno regional no es mi adversario; yo apoyo al Ejecutivo murciano", defendió Conesa, cuyo grupo parlamentario es el mayoritario en la Cámara y cuyo partido gobierna en 22 ayuntamientos (el PP lo hace en 17 localidades). Incluso Miras resaltó que la Región también necesita a Podemos, un partido con el que ya consiguió pactar la reforma del Estatuto de Autonomía. "Necesitamos a todos". Dicho queda: en sus manos está.