El productor ejecutivo de Juego de tronos estrena el ecothriller El quinto día en Movistar+
MURCIA. Ballenas azules que arremeten contra embarcaciones de recreo, bancos de peces que ahogan a buceadores, mares que engullen grandes buques y langostas que escupen veneno en la mesa de trabajo de la cocina. El productor de Juego de tronos Frank Doelger, ganador de seis premios Emmy, abandona definitivamente la Edad Media para pulsar las preocupaciones medioambientales de la actualidad. El creador lidera la serie El quinto día, donde se relata el pulso de la humanidad contra un organismo marino inteligente que se rebela para garantizar la supervivencia de su hábitat. La propuesta, inspirada en el libro homónimo superventas de Frank Schätzing, levanta un espejo frente a la audiencia para mostrarle demostrarle que el verdadero monstruo somos nosotros en nuestra devastación del océano. La primera temporada inauguró la reciente Berlinale Series y se estrena el próximo 13 de marzo en Movistar Plus+.
- Ha definido esta serie como un ecothriller, pero da la sensación de estar más adscrita a los género de terror y de ciencia ficción
- Fue una etiqueta que utilizamos al principio porque era una manera fácil de explicar que habíamos rodado un thriller que abordaba temas medioambientales, pero con el tiempo he llegado a la conclusión de que es una película de monstruos en la que al final descubres que el monstruo somos nosotros, los seres humanos.
- ¿De qué manera has trabajado la empatía de la audiencia con esta vida inteligente que empieza a asesinar a personas?
- Si un hombre entra en un banco y dispara a cinco personas, no lo vives con la misma sensación que si, para proteger a su familia, alguien mata a un intruso que ha irrumpido armado en su hogar. Metafóricamente, esta fuerza dañina en la serie es la naturaleza. Quise asegurarme de que la audiencia comprendiera que esta entidad no tiene intención de atacar, sino de preservarse. El público puede sentir en los primeros episodios que algo está amenazando a los científicos, pero luego concluye que somos los seres humanos los que le estamos agrediendo. Es una violencia con efecto bumerán.
- La novela original es bastante densa. ¿Qué le convenció de su potencial audiovisual?
- He de reconocer que hice el intento de leerla varias veces y la rechacé porque no hallaba la forma de convertir 900 páginas de literatura científica en una serie entretenida. Pero me percaté de que las últimas 300 páginas se hacían totalmente accesibles y escondían una película de desastres con una trama increíble. Tengo entendido que han estado intentado desarrollarla como película durante 15 años, pero el quid estaba en no abordarla en línea recta, sino convertirla en un laberinto donde protagonistas y espectadores van avanzando y dando con puntos muertos y, finalmente, con la salida.
- En términos de producción y teniendo en cuenta su experiencia en Juego de tronos, ¿qué reto le supuso congregar a un elenco internacional para una trama rodada en varios continentes?
- La primera decisión que tomamos fue ser un rodaje verde. No puedes embarcarte en un proyecto como El quinto día, después de la pandemia y donde estás alertando del daño que le estamos infligiendo a los océanos y no aspirar a la sostenibilidad. Por ejemplo, cuando vas a un set, al final de un día de rodaje hay miles de botellas de plástico vacías. Nosotros buscamos maneras de evitarlo. No obstante, lo más significativo, fue buscar una localización central donde rodar el grueso. Mi coproductor ejecutivo, Mark Huffman, que es productor de Ridley Scott, y junto al que produje la primera temporada de Juego de tronos, me sugirió Italia. No le creí, porque pensé que no podías recrear Canadá, las Islas Chapman, Perú, Sudáfrica y Escandinavia, pero mandamos a un diseñador de producción y a un scout de localizaciones, que pasaron seis semanas bordeando el perímetro del país, porque queríamos que el rodaje siempre estuviera cerca del mar, y nos demostraron que sí era posible.
- Ha señalado lo inaccesible que le resultaron los dos primeros tercios de la novela, ¿cómo trabajó que la sensación del público no fuera esa misma?
- Un elemento interesante del casting fueron los actores que darían vida a los científicos. Mucha gente percibimos a las personas que se dedican a esta profesión como esquivos, encerrados en sus laboratorios, que hacen las veces de torres de marfil. No tienen conexión con el mundo real. De ahí que eligiéramos a actores jóvenes con los que la audiencia pudiera sentir una empatía natural. Son personas reales, con vidas y problemas que podemos compartir. Decidimos reducir la edad de los científicos, cambiar el género y aportar la diversidad de la que carece la novela, porque está poblada de hombres mayores y blancos. Personalmente no me gustan los dramas, así que quería rodar una película de héroes, donde los estudiantes de posgrado y doctorandos fueran los protagonistas. Además, esta decisión nos ha permitido mantener conversaciones sobre ciencia que resultan más sencillas de comprender, al contrario de si hubieran sido científicos establecidos. Si son jóvenes todavía están formándose y no tienen un lenguaje tan especializado, pero con todo, podíamos incorporar conversaciones científicas precisas.
- Es muy llamativo que una novela de 2003 anticipara tanto de lo que estamos viviendo en la actualidad.
- Efectivamente, es muy interesante que muchas de las cosas de las que el autor habló hace 20 años estén pasando ahora. Este verano hubo informes de ataques de orcas a barcos pesqueros. Piensan que es porque las ballenas están luchando por el alimento que les está esquilmando la pesca. Todos los veranos, las medusas infestan los puertos. Las ostras y los mejillones se están envenenando. Hemos descubierto nuevas especies que actúan de manera muy extraña por la influencia medioambiental. Así que todo lo que Frank Schätzing previó hace 20 años y fue considerado fantástico, está ocurriendo ahora.
- Uno de los personajes cuestiona lo mucho que sabemos del espacio y lo poco que conocemos del océano. ¿Por qué piensa que priorizamos al cielo?
- Por un lado, hubo un tiempo en que el ser humano percibía la existencia de una amenaza alienígena y sentía fascinación por la existencia de vida exterior, así que muchos fondos se destinaron a la búsqueda de hexoplanetas. Y por otro lado, los conflictos entre naciones generaron inversión en la tecnología de los satélites espía. Así que ha habido variedad de razones para que el cielo atrajera nuestro dinero y atención. En contraste, nadie le ha hecho caso a los océanos, porque no sentían amenaza alguna y sus secretos parecen mucho más accesible que los del espacio. Pero lo cierto es que tan solo hemos explorado un 3 por ciento de la profundidad de los océanos. No hemos contado con la tecnología para hacerlo hasta hace bien poco, porque tampoco se pensaba que hubiera razón para invertir en su desarrollo.
- Esto es, en lugar de intentar sanar la Tierra estamos buscando la huida hacia otros planetas.
- Exactamente, con el fin de colonizarlos. Del mismo modo que se piensa que puede haber extraterrestres, pero no seres extraños en el fondo del mar, que ha estado ahí más tiempo del que nosotros sobre la faz de la Tierra.
- Schätzing ha declarado su decepción con la serie porque considera que no han incorporado la situación sobrevenida desde la publicación del libro. ¿Le afectan esas críticas?
- Frank aprobó los esbozos de guion, pero lo que sucedió después es que tuvimos diferencias creativas significativas porque quería ambientar la trama en el futuro, con ideas que, bajo mi parecer, cambiaban la novela más de lo necesario. Además, tampoco queríamos hacer una serie política. En el pasado he adaptado a distinguidos autores en lengua inglesa, como William Trevor o George R. Martin. En las primera reuniones siempre digo que una adaptación de éxito necesita convertirse en algo en sí misma. Has de darle al equipo creativo la libertad para realizar la transición de un género a otro. Para mí era esencial, pero Frank no estaba contento, por eso partimos peras.
- ¿Cómo no se puede ser político cuando estás abordando el cambio climático?
- Poniendo el foco en la responsabilidad individual. Cuando vas llegando al final de la serie, uno de los personajes afirma: “Si los océanos mueren, nosotros también”. Es la afirmación más rotunda y manifiesta de un fenómeno alarmante, ¿no crees? Crecí en una época en la que éramos conscientes de que estábamos llenando de basura el planeta. Devastamos la selva tropical y los desiertos, pero pensábamos que los mares eran tan vastos que no podríamos destruirlos. Hoy día todos sabemos que sí. Otro aspecto importante ha sido la división generacional. Los últimos dos años me ha interesado la furia de los jóvenes contra mi generación, así que hemos incluido un par de secuencias en las que un joven científico critica a uno veterano preguntándole si va a solucionar el problema con un paper, a lo que el veterano responde: “Escribimos informes, pagamos nuestros impuestos, votamos a los partidos con conciencia climática, pero es cierto que nunca hicimos el trabajo duro”. Es lo que yo mismo siento que ha sido mi vida. Así que el drama está diseñado para que la audiencia se percate de que hablar no es suficiente.