como ayer / OPINIÓN

Conventos de Murcia que fueron y otros que aún son

19/12/2024 - 

Nos ha dado noticia Murcia Plaza de la próxima marcha de las monjas benedictinas del Santuario de la Fuensanta, donde se encontraban establecidas desde el año 1978 utilizando como convento el edificio anexo a la casa de la Patrona, construido en 1967 como hotel.

Allá por el mes de febrero de 2022 relataban estos ayeres la efímera historia del pequeño hotel serrano, a la par que dábamos noticia de la llegada de las benedictinas en la fecha indicada.

Diremos hoy que, a diferencia del resto de conventos de órdenes femeninas establecidos a lo largo de los años 60 y 70 del pasado siglo en las proximidades del Santuario patronal, las benedictinas no habían tenido con anterioridad presencia en la ciudad de Murcia.

Las monjas antonias llegaban desde su anterior casa en la calle que, precisamente por su larga estancia en ella, se llamó y se llama de San Antonio. Permanece en pie la antigua iglesia conventual, utilizada en la actualidad por las Comunidades Neocatecumenales.

También las verónicas (recuerden los lectores de estos ‘ayeres’ que dimos cuenta de su historia y presencia en la feria navideña de artesanía) llegaron al monte desde la ciudad. Dos calles llevan ese nombre como recuerdo de su cenobio, una de ellas con alusión al desaparecido arco bajo el que discurrían los viandantes. El templo, dedicado al Salvador, como se puede constatar en su fachada, es hoy sala de exposiciones de arte contemporáneo, mientras que el espacio del convento lo ocupan los restos de la muralla musulmana de la ciudad, incluyendo dos torreones.

"Hubo otros conventos que desaparecieron en distintas circunstancias y que ya nunca volvieron a reaparecer"

Del que no quedó nada fue del convento de las carmelitas descalzas, al final de la calle de Sagasta, esquina a la de Federico Balart, (antiguamente de la Sal). Ni el espacio conventual ni la iglesia se salvaron de la piqueta, y en su lugar se alzó un enorme edificio de viviendas.

En el casco urbano se mantienen, en sus edificios históricos, cuajados de arte, las claras y las anas, separadas antaño por el palacio del Marqués de los Vélez y hoy por el paseo, avenida o gran vía (esta es la menos usada, pero es la denominación que aparece en la rotulación) de Alfonso X el Sabio, y calle Acequia aguas arriba, las agustinas. Si a la calle que hoy se denomina, según los tramos, Acisclo Díaz, Maestro Alonso, Santa Clara o Enrique Villar se le hubiese denominado de las Iglesias o de las Monjas, a nadie le hubiera extrañado.

También siguen en Murcia, aunque en los confines de la ciudad, unas al este y las otras al oeste, las monjas justinianas, al final del Polígono del Infante Juan Manuel, y el de las capuchinas, junto a los maristas del Malecón.

Hubo otros conventos que desaparecieron en distintas circunstancias y que ya nunca volvieron a reaparecer. Como el de las Isabelas, que dio nombre a la plaza, y luego jardín, de Santa Isabel.

Marcharon tras la desamortización a la iglesia de la Purísima, aneja al convento de los franciscanos, a la entrada del Malecón, pero tras el incendio provocado por exaltados días después de la proclamación de la II República, que dio lugar a la pérdida de la más admirada (y de mayor tamaño) de las Inmaculadas de Salzillo, se integraron en el conventos de Santa Clara, donde se encuentran hoy, la una en la iglesia y el otro en el Museo, dos espléndidas piezas salzillescas, como son otra Purísima y el Cristo crucificado que procesiona el Viernes Santo por la noche con el Santo Sepulcro.

El convento benedictino de la Fuensanta era el único de esta orden que había en el sur de España. De los 20 en total que contabiliza la web de la Fundación de Clausura, los 19 restantes se encuentran de Madrid hacia arriba, con destacado protagonismo de los emplazados en la extensa comunidad de Castilla y León, entre los que el que será destino de las siete monjas procedentes de Murcia, dentro de unos días, sito en Alba de Tormes.

En la hora del adiós a las benedictinas, pueden recordarse algunos hitos de sus primeros años en Murcia. Como un elogioso escrito publicado en ‘Línea’ recién llegadas a la Fuensanta.

Las monjas cantarán por última vez el 4 de enero, cuando el obispo Lorca Planes presida la misa de despedida

Decía el autor, Santos Gutiérrez, que la Patrona de Murcia, visitada constantemente por millares de devotos, merecía “un culto espléndido y solemne, y nadie mejor que las hijas del patriarca San Benito para estos menesteres. En las abadías benedictinas se celebra la liturgia con espléndida magnificencia, con ese lujo de Dios que fascina el espíritu con la suntuosidad sobria de los ornamentos litúrgicos y con la estética armoniosa de las ceremonias. El canto gregoriano ofrece el homenaje de su arte, elevando la plegaria con suavísimas y delicadas melodías que ponen en los bellos textos litúrgicos la sutileza más exquisita, una penetración mística más profunda, más sabrosa”.

A los dos años de su llegada, celebraron las monjas el XV centenario de su fundador, San Benito de Nursia. De este modo el día 21 de marzo de 1980 tuvo lugar la celebración principal, presidida por el recordado obispo Azagra. La segunda gran fiesta litúrgica fue el 11 de julio, día en que la Iglesia honra la memoria del fundador de benedictinos y benedictinas. 

Con este motivo, se recordó que el santo murió en el año 543, y fue enterrado junto a su hermana gemela, Santa Escolástica. Fue declarado patrono del Cuerpo de Archiveros y Arqueólogos de España en el año 1948, y el Papa Pablo VI, el 24 de octubre de 1964, lo proclamó patrón de Europa.

Finalmente, el domingo 12 de septiembre de 1982, a las 8:15 de la mañana,  fue retransmitida por Radio Nacional de España la santa misa desde el Santuario de Nuestra Señora de la Fuensanta.

La misa, correspondiente al domingo 24º del tiempo ordinario, fue oficiada por Narciso Dols Morales, canónigo magistral de la Catedral y capellán del Santuario de la Fuensanta, y cantada para toda España por las monjas benedictinas, dirigiendo la transmisión y realizando los comentarios el padre Llamararen, capuchino. Las monjas cantarán por última vez el 4 de enero, cuando el obispo Lorca Planes presida la misa de despedida.

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