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tribuna política / OPINIÓN

Arena, rastrillos y educación concertada

19/08/2024 - 

MURICA. La escena no puede ser más típica de estas fechas: una sombrilla, varias esterillas buscando la sombra en mitad de la playa y niños jugando con cubos y rastrillos, construyendo una fortaleza de arena, aislada por un foso que protege el castillo de las duras embestidas de las tropas de la imaginación infantil. Sobre las esterillas, dos mujeres apuran los últimos días de vacaciones, con los ojos puestos en la aparente insuficiencia de protector solar en la blanquecina espalda de los niños y la cabeza en el inminente inicio del próximo curso. Escuchando como sin querer, en ese descaro inevitable que tenemos todos cuando la conversación de al lado es sobre un tema que conocemos, me entero de que una de las mujeres, madre de los dos críos que levantan la arena sin atender al descanso del resto de vecinos de sombrilla, anda preocupada por el colegio en el que el mayor de los dos tendrá que empezar la primaria en apenas 15 días. Le ha tocado un concertado, sin darle más opción que elegir ir a ese centro o recorrer los 20 minutos en coche que separan su pueblo del centro público más cercano. Libertad de elección, lo llaman, para camuflar el hecho de que o eliges el privado o te generan un problema de conciliación y arraigo.

"Sólo si la gente defiende lo público podremos contar con un sistema justo"

La joven madre se queja de que aún no ha empezado el curso y ya han aparecido los primeros gastos. El uniforme no es precisamente barato, y además se vende exclusivamente en una gran superficie. Cuando preguntó por las cuotas, en la secretaría del centro le negaron su existencia. Pero eso sí, hay una fundación y para las actividades necesitan donaciones. Ya le han explicado cómo hacerlas y suena bastante a lo que viene siendo una cuota, le dice a su compañera de sombrilla. Por no hablar de las extraescolares. Todas por la tarde y todas de pago. Las organiza el mismo colegio y se imparten en el mismo centro, pero esas clases no están concertadas por la consejería y hay que pagarlas aparte. Desde la sombrilla de al lado, otro descarado cotilla se mete en la conversación sin invitación previa. Les cuenta que su hijo va a un público y que sí, que es verdad que no paga, pero que parece que la administración los ha abandonado y ya casi seguro va a un barracón prefabricado sin aire acondicionado. Es cierto que no tiene que pagar a ninguna empresa, pero el deterioro de los centros es evidente. "En los privados con conciertos pagas dos veces por lo mismo y así hay quien se forra, pero en lo público, como no hay negocio, tampoco hay interés", se queja. "La educación se ha convertido en un negocio", resume, antes de emprender camino al chiringuito más cercano.

La curiosidad me puede y pongo aún más la oreja. Las dos mujeres siguen su conversación, y la madre le cuenta a su amiga que el colegio es religioso y que, aunque sí existe la alternativa a religión, ya le han advertido de que su hijo estaría solo y que lo sacarían de clase a esa hora, apartándolo de sus compañeros y compañeras. Ella no quería que acudiese a esa clase, pero, chica, qué le vamos a hacer. También está preocupada por la orientación del centro. Nada de diversidad o de charlas sobre igualdad o respeto hacia las personas LGTBI. Como mucho, un programa impartido por el ayuntamiento sobre violencia de género, y para el que tendrían que firmar el famoso PIN Parental. Un documento que no van a firmar ni los negacionistas del machismo ni los padres de los niños y niñas que más lo necesitarían por lo que ven en sus casas.

"¿Y por qué no hacen otro público en tu barrio si hace nada que cerraron el que había?", le pregunta la amiga. Ahí la madre, con gesto de "no me creo que me lo preguntes" lo tiene perfectamente claro: "Pues por la pasta", le dice sin rodeos. Le están dando los recursos y fondos que deberían ir a la educación pública a una empresa privada religiosa que no tendría negocio si se construyese un centro público. Un colegio público es un derecho, pero un centro privado es una oportunidad de que alguien haga mucho dinero. Además, en la educación pública, los profesores entran por méritos, por oposición o por concurso, mientras que en la escuela privada (por muy concertada que esté), se puede tener a una plantilla con menos derechos laborales. Por no hablar de aquellos colegios en los que se puede "comprar" una plaza de docente, enchufar gente o despedir por no comulgar con el ideario de la empresa  / confesión religiosa propietaria. "Concierto es lo que hay esta noche en el paseo por las fiestas del pueblo. Lo de los colegios es darle el dinero de los impuestos a una empresa de amigos de los que mandan, en lugar de construir centros públicos y contratar profesores".

La conversación se interrumpe cuando la atenta mujer vuelve a embadurnar de crema protectora al pobre niño, que intenta escapar para darse un chapuzón. Finalmente vuelve llorando: el agua del Mar Menor anda repleta de medusas y no puede ni meter un pie. "Lo tienen todo hecho un asco", resume la amiga.

Y ahí me quedé yo. En la arena y bajo el sol, pensando en esa última frase. "Lo tienen todo hecho un asco". Ya sea el Mar Menor, con sus medusas, sus manchas blancas, sus algas invasoras y su falta de vida, o la Educación Pública, con sus conciertos, sus ratios por las nubes, su falta de profesores y profesoras, su carencia de recursos. Lo han sacrificado todo en el altar del dinero. El Mar Menor, dejando hacer a las multinacionales. La educación, vendiéndola a negocios de amigos y a grandes empresas.

El modelo está completamente viciado. La red de educación pública está quedando como subsidiaria de empresas privadas a las que dan dinero para cumplir una competencia que es de la administración. La llaman concertada para jugar con el lenguaje, pero igual que el castillo de arena se cae cuando sube la marea, la empresa privada muestra su verdadera cara en cuanto el curso empieza. Sólo si la gente defiende lo público podremos contar con un sistema justo, en el que el ascensor social sea una realidad y en la que los derechos de los niños y niñas y de sus familias estén garantizados.

Ángel Luis Hernández 

Secretario de Organización de Podemos Región de Murcia

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