Era una alegoría ochentera, ideada por Jim Henson, creador de Los Teleñecos la década anterior, para enseñar a los niños de forma divertida cómo enfrentarse a las polémicas sociales, su identidad o el medioambiente. La línea más marcada era la referente a las culturas anglosajonas y protestantes, con estos muñecos se fomentaba que los críos no tuvieran un exceso de ambición que les llevase a pasarse toda la vida trabajando sin disfrutar de ella. Hoy, con el cambio de paradigma económico, ese mensaje es casi humor negro.
MURCIA. Padre de Los Teleñecos y de Barrio Sésamo, Jim Henson es una figura icónica de los años 70 y considerado unánimemente un ejemplo de buen gusto a la hora de diseñar entretenimiento para niños. Además, supo llevar la tradición de los títeres a la televisión, que es algo muy difícil de hacer, conciliar la pureza y la vanguardia. Sobre todo por los prejuicios de la gente. Uno de los problemas que tuvo Henson cuando metió sus marionetas en Saturday Night Live fue que el resto de humoristas no querían aparecer en un espectáculo en el que salían muñequitos.
Todo esto es conocido y reconocido, sin embargo, la época más atractiva de Henson fueron los ochenta, cuando rodó una de las mejores películas de la historia para niños, Cristal Oscuro, que ha sido convenientemente resucitada en forma de serie en 2019, y Fraggle Rock, que en España se llamó Los Fraguel. Una serie de televisión con títeres que presentaba unos mundos subterráneos delirantes y fantasiosos poblados por extrañas y divertidas criaturas. Mientras que las películas fracasaron en taquilla, la otra gran obra fue Dentro del Laberinto, en la tele Los Fraguel logró reunir audiencias millonarias en todo el mundo. Ahora se puede ver en YouTube en castellano.
Los capítulos empezaban con las andanzas de Doc y su perro Sprocket, que vivían encima del universo de Los Fraguel sin ser conscientes. Al menos no lo sabía el humano, porque el perro estaba constantemente tratando de decírselo. Dentro de las cuevas habitaban los Fraguel, cuyo único objetivo en la vida era pasarlo bien, y los Curris, los personajes que más han debido pasar a la historia, responsables muñequitos verdes que se dedicaban a construir como si toda su cueva fuese un gran litoral mediterráneo español. Como secundarios, había unos gigantes, una montaña de basura que hacía predicciones a cada cual menos acertada y otro hallazgo inolvidable, Matt el viajero, un Fraguel que recorría el mundo de los humanos y enviaba postales a su sobrino Gobo, que anhelaba ser como él, pero solo con todo lo que tenía que hacer para ir a por la postal ya corría bastantes aventuras saliendo al mundo exterior y exponiéndose a las iras de Sprocket.
Como todo producto ochentero de éxito, la maquinaria capitalista se puso en marcha para ofrecer más de lo mismo en diferentes formatos y estirar al máximo el chicle de los beneficios. Hubo serie de dibujos animados, dos elepés y cuatro singles, muñequitos a punta pala y, por supuesto, un cómic. En España, los tebeos aparecieron por cortesía de Cómics Forum que llegó a publicar con solo un año de retraso seis de los ocho números que salieron en Estados Unidos entre abril de 1985 y septiembre de 1986 y con dibujos de la mítica Marie Severin y guiones de Stan Kay.
El tono alegórico del programa de televisión se mantenía en estas viñetas. Por ejemplo, en su primer número, todo giraba en torno a un metrónomo que le robaban al señor Doc. Lo presentaban como "la máquina del tiempo que logrará que todos hagamos las cosas a la misma velocidad". Antes, habían tenido problemas para saltar a la comba porque Rosi se había dado un costalazo al saltar a un ritmo y Bombo y Musi ir más rápido con la cuerda. Necesitaban tener control del ritmo, del tiempo.
Sin embargo, Bombo se quejaba: "¿Y quién quiere eso? ¡Ahora comeremos más deprisa, dormiremos más deprisa y nos aburriremos más deprisa!" De hecho, los Curris, con el metrónomo de fondo, se ponen a trabajar más rápido que nunca. Visto lo visto, Bombo sentencia "¡No me divierte la diversión!". Mientras tanto, la postal de Matt desde "el espacio exterior" dice que esos "raros seres", o sea, nosotros, tienen curiosas formas de pasar el tiempo. Cada mañana se reúnen para hacer una fiesta y "permanecer juntos durante horas haciéndose música unos a otros", palabras que escribe mientras contempla un atasco en una autopista. "Por alguna extraña razón, a eso le llaman Hora Punta", termina. Al final, cuando el metrónomo deja de funcionar, vuelven todos al ritmo de antes dentro de la cueva. Gobo dice que han aprendido una lección, "si uno trata de obligarse a ir demasiado deprisa... puede acabar con dolor de oídos".
En otro número, Rosi se queja de que Gobo se pasa el día deseando estar en el espacio exterior para ser como su tío. Le dice que no es necesario aprender nada de ahí fuera, que tanto los Curris como los humanos "ambas razas son ridículas". ¿Por qué? Porque no se pasan el día divirtiéndose como ella. Esa historia es bastante cachonda porque hay una Curri, de nombre Vigueta, que se vuelve Fraguel, es decir, que no quiere trabajar.
Su padre, Buril, le coge sus apuntes de clase y ve que ha estado dibujando lo que ella ha querido. Le dice: "¿Estudiando? ¡Si has estado dibujando cosas raras!", ella le contesta que eso es un puente, su padre insiste en que los puentes no son así, a lo que ella sentencia: "¡Los míos sí!". Entonces tienen que amenazarla con que si no trabaja, le crecerá pelo y se convertirá en Fraguel. Para su sorpresa, ella dice que le encantaría y piensa en ser como Rosi, su modelo.
En aquella época todas estas moralejas tenían bastante sentido. Educaban a los críos en que no tuvieran una ambición desmesurada que les hiciera pasarse la vida trabajando sin disfrutarla. Algo muy propio, por otra parte, de las culturas anglosajonas, particularmente las protestantes. Henson había vivido en los años del capitalismo de posguerra, época de una economía en expansión al menos en cuanto al empleo, y esa es la mentalidad que reflejó en estos muñecos, aunque la crisis del petróleo ya hubiese iniciado el cambio de paradigma económico del que ahora estamos conociendo sus más duras consecuencias. Lo que no sabía Rosi es que en el futuro que se estaba gestando en esa década trabajar sería un sueño, casi un lujo. Y trabajar y pasárselo bien, no digamos.