Una serie, producción de Channel 4, sobre el porno europeo pretende, según sus creadores, que pensemos con más complejidad en las decisiones que toman los demás antes de entrar a juzgarles. La protagonista se defiende cuando es interpelada por feministas con que al menos ella se dedica al único trabajo en el que las mujeres ganan más que los hombres, sin embargo, por otro lado, arrastra una cirrosis y tiene múltiples problemas con sus hijos
MURCIA. Hay una serie de documentales titulada After porn ends de la que hemos hablado en esta columna. Se trata de entrevistas a estrellas del porno retiradas que cuentan qué supuso para ellas tamaña experiencia. Al mismo tiempo, trazan un perfil de su personalidad generacional, se nota quiénes estuvieron en el negocio en los 70, cuáles en los 90 y, por supuesto, las que lo han hecho en la era de Internet. También tratamos el contenido de varios documentales que explicaban la uberización del negocio, otrora glamuroso, y de cómo el streaming gratuito sirve para mover tal volumen de datos que es fácil camuflar en él operaciones más oscuras que el sexo, como el blanqueo de dinero.
Para ser la pornografía algo tan sumamente simple, es amplia la literatura que genera ya sea por su edad dorada o por una época, como la actual, donde la norma más que la excepción es el estajanovismo y la explotación sexual indiscriminada. Si su propia existencia sirve de pantalla para actividades mafiosas, el interés es todavía mayor. Por estos motivos, una serie como la británica Adult Material tenía un gran potencial, sin embargo, se ha quedado en muy poca cosa. Por estar desubicada, hasta ha llegado etiquetada durante mucho tiempo como "comedia" para espanto de muchos espectadores que la han visto esperando reírse.
Lo cierto es que no deja de ser cómico que se etiquete como comedia la historia de una actriz porno que arrastra una cirrosis y va a perder su casa en un juicio mientras sus hijos pequeños descubren a qué se dedica. Sin gags, con escenas duras y penosas, por momentos uno se pregunta si el humor inglés ha llegado tan lejos, pero no es el caso, se trata de un equívoco o vaya usted a saber qué.
Fruto de la casi siempre maravillosa producción de Channel 4, esta vez la historia deja indiferente. Parte de una situación familiar en la que una famosa estrella del porno mantiene varios hijos en una casa con enorme jardín y a su pareja, que es la que le lleva las redes sociales. Una joven actriz aparece en su vida y lo cambia todo. Es forzada a hacer un anal en su primer día de trabajo y eso hará que la protagonista sienta compasión por ella y termine enfrentada a la industria para defenderla. Esto sería lo verosímil. El enredo que acompaña ese argumento echa a volar la imaginación demasiado alto, con apuñalamientos y otras ocurrencias peregrinas que convierten la mini-serie en una charlotada más que un drama.
Para sorpresa de muchos espectadores, Channel 4 la publicitó como comedia y alguien en Imdb decidió catalogara así. Es verdad que la historia cuenta con algún alivio cómico, pero está lejos del humor. No por casualidad, el crítico del muy católico Irish Times ha publicado considera que es "indigerible" y que en lugar de una comedia, lo que parece es "una película de terror".
Ni haciendo fuerzas se puede pensar que es equiparable a Boogie Nights por el retrato de la industria y sus fiestas o a Deuce y sus madres coraje que intentan salir adelante con la pornografía que, al menos, las saca de la calle y los proxenetas. Lo que tenemos es un bombardeo de clichés. No obstante, parece que la serie ha contado con el asesoramiento de la actriz porno Rebecca Moore y las escenas relacionadas con la clamidia o los enemas tienen fundamento real.
La guionista, Lucy Kirkwood, ha explicado que cuando se documentó para escribir la mini-serie encontró que la pornografía era la salida de muchas mujeres de clase trabajadora enfrentadas a las urgencias de la maternidad. Sin embargo, aunque cree que se trata de una industria donde lo habitual siempre será que se produzcan abusos de hombres sobre mujeres, también cree que es el único negocio donde es normal que las mujeres puedan ganar más dinero que sus homólogos masculinos. Una afirmación en la que solo hace falta rascar un poco para comprobar que, en perspectiva, de ninguna manera ganan más las mujeres que los hombres en esa industria y hacerlo más que "sus homólogos", los actores masculinos, es el chocolate del loro.
Aunque hay algo que honra a Kirkwood. Su objetivo al hacer una serie como esta es "que anime a las personas a pensar de una manera más compleja sobre las decisiones que toman los demás". Buen propósito. La brillante monologuista Sarah Silverman, a años luz, eones y galaxias, de sus homólogos españoles, contaba en su actuación We are miracles que tenía por costumbre ver vídeos porno de principio a fin. Un día estaba siguiendo un gang bang y se encontró, en los últimos frames, después de que todos los hombres hubieran eyaculado sobre la misma chica, que se había colado uno que le decía a la actriz: "Me he dado cuenta de que te daba mucho asco, pero lo has hecho muy bien". La cómica concluía: "¡Hasta en un momento como ese y un lugar así se puede encontrarse humanidad!". Pues esos contrastes cuenta esta serie, aunque en mucho más tiempo y con mucha menos gracia.
A finales de los 90, una comedia británica servía de resumen del legado que había sido esa década. Adultos "infantiliados", artistas fracasados, carreras de humanidades que valen para acabar en restaurantes y, sobre todo, un problema extremo de vivienda. Spaced trataba sobre un grupo de jóvenes que compartían habitaciones en la vivienda de una divorciada alcohólica, introducía en cada capítulo un homenaje al cine de ciencia ficción, terror, fantasía y acción, y era un verdadero desparrame