CARTAGENA. Entre la región catalana y la murciana hay varias diferencias fáciles de observar. Mientras que la catalana es una región bilingüe, tetraprovincial, con más de ocho millones de habitantes y la tercera, tras Madrid y las Baleares, que más aporta a la Hacienda nacional, la región murciana es monolingüe, uniprovincial, con un millón y medio de habitantes y, en vez de aportarlos, recibe fondos de la Hacienda nacional. Esas diferencias básicas han acarreado diferencias socioeconómicas y políticas. Ha habido un flujo mucho mayor de trabajadores desde la región murciana a la catalana que a la inversa. Además, mientras que los emigrantes murcianos realizaban trabajos asalariados, con frecuencia de bajo nivel de cualificación, los escasos emigrantes catalanes eran empresarios o altos profesionales. La integración de los murcianos no solo se veía dificultada por su desconocimiento de la lengua catalana, sino principalmente por la antipatía con la que eran acogidos por los sectores catalanistas más radicales. Se temían que un exceso de inmigrantes pudiese diluir la identidad catalana, idealizada como una nación oprimida. Así, los murcianos caían en el llamado despectivamente grupo de los charnegos, tipificados por el expresidente catalán Torra como bestias con apariencia humana y graves defectos en su ADN.
"No hay desdoro en ese patriotismo de partido de los socialistas de la región, pero lo aleja de la aspiración mayoritaria murciana, claramente españolista"
En lo político, mientras que la región murciana es de las más españolistas de España, en Cataluña tienen bastante peso las formaciones políticas separatistas. De hecho, nunca ha habido ningún Gobierno autonómico catalán en el que faltasen miembros de alguno de los partidos separatistas, que también han dado varios presidentes regionales. En cambio, en la democracia del 78 no ha habido ningún Gobierno nacional español en el que haya habido algún ministro de esos partidos, mientras que con frecuencia los ha habido pertenecientes a la sección murciana del PSOE o del PP. Es más, mientras que aproximadamente uno de cada cuatrocientos murcianos milita en el PSRM, solo uno de cada seiscientos catalanes milita en el PSC. Como se ve, el partido socialista está más inserto en la sociedad murciana que en la catalana. Finalmente, está muy extendida en Cataluña la idea que los impuestos de los catalanes deberían invertirse allí, pero en Murcia prevalece la idea de que no se reciben suficientes fondos nacionales. Existe, pues, un conflicto de intereses manifiesto: los separatistas catalanes quieren reducir al máximo, e incluso anular, las transferencias a la caja común española, pero a los ciudadanos murcianos les interesa que se mantengan.
A la vista de esos datos, ha sorprendido a muchos analistas que, en el reciente referéndum sobre los pactos para investir presidente a Sánchez, hayan participado los socialistas murcianos (81,8% del censo) más que los catalanes (61,6). Además, han emitido unos pocos más votos a favor de los pactos (87,5) que los catalanes (85,2). No es una diferencia irrelevante, sino del 20% de los respectivos censos.
¿Por qué se han movilizado en mayor medida los socialistas murcianos que los catalanes a favor del pacto? Bien es verdad que la pregunta no mencionaba la amnistía, ni los nombres de los partidos con los que pactar, salvo el de Sumar. Entonces, ¿qué militante diría no a que gobernase su partido? No obstante, todo el mundo sabía que se estaba pactando una amnistía con los separatistas vascos y catalanes. Y se deseaba, como finalmente ha ocurrido.
La primera interpretación que se viene a la mente es que quizás esperen que haya una reducción de la deuda autonómica murciana, aunque la de Cataluña sea mucho mayor. O acaso se deba a que los socialistas murcianos no sufren cotidianamente la agobiante presión de los separatistas, ni tienen que competir con los partidos separatistas en las elecciones regionales y municipales. Pero todo eso también influiría en los militantes asturianos y castellanos, que no han mostrado el mismo entusiasmo por la amnistía. Lo más probable es que, hartos de que en nuestra región lleve muchos años gobernando el PP, los socialistas murcianos deseen muy intensamente que su partido siga ocupando el Gobierno de España.
No hay desdoro en ese patriotismo de partido, pero lo aleja de la aspiración mayoritaria murciana, claramente españolista. En consecuencia, quizás se haya abierto una oportunidad para un partido de izquierda que entienda que la igualdad entre los ciudadanos se ve muy disminuida cuando los recursos se desvían hacia las regiones más acaudaladas, como la vasca y la catalana. Un tal partido, que oscilaría entre la socialdemocracia y el socialismo, pero huiría de calificarse de centrista como de la peste, consideraría que España no es un Estado plurinacional, sino una nación. Y pensaría que constituye una unidad inclusiva de solidaridad y de redistribución de los impuestos. Un tal partido, recién nacido, estaría libre de antecedentes de corrupción y, más importante, de pactos con los separatistas, sea como el del Majestic, sea como, todavía más grave, el inconstitucional e inmoral trueque de deleción penal por votos. Quizás un tal partido, que no dejaría a su suerte a los charnegos, sintonizaría con los muchos murcianos que sienten socialistas, pero aborrecen conceder privilegios a los separatistas. Una noticia esperanzadora para ellos: promovido por el joven abogado Guillermo del Valle, ese partido está en trance de construcción. Se llama, de momento, Jacobinos.