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Llegan los jacobinos españoles

17/12/2022 - 

CARTAGENA. A principios del siglo XIII un sacerdote polaco llamado Jacobo coincidió en Roma con Domingo de la Calzada, fundador de la Orden de los Predicadores. A raíz de ese encuentro, decidió sumarse a sus filas. Con gran eficacia, el ahora dominico Jacobo desarrolló una decisiva labor evangelizadora en Polonia. Tanto que, llegada la etapa de la Revolución Francesa, los dominicos eran apodados jacobinos en Francia.

Una vez constituida la Asamblea Nacional, varios destacados políticos franceses se agruparon en la Sociedad de Amigos de la Constitución. Por haber instalado su sede en un convento parisino de los dominicos, sus adversarios empezaron a llamarlos jacobinos para ridiculizarlos. Partidarios de la soberanía nacional, del sufragio universal y de la indivisibilidad de Francia, apostaron por un Estado fuerte y centralizado para restringir los desmanes de los poderes regionales y locales. Defendían, pues, la igualdad de todos los franceses y sus libertades frente a los caciques locales. Su herencia se dejó sentir en las sucesivas repúblicas francesas y perduró hasta nuestros días.

"Una consulta a todos los censados tendría que realizarse en el conjunto de España, pero nunca en alguna de sus partes aisladamente"

Inspirándose en esos precedentes, unos animosos españoles han formado un laboratorio de ideas para defender la continuidad de España como nación. Convirtiendo la burla en virtud, han optado audazmente por acogerse al nombre de Jacobinos, pero todavía más sorprendente es que se consideran de izquierdas. Según el novelista Muñoz Molina, las izquierdas españolas primero se sintieron compatibles con el nacionalismo y después consideraron obligatorio declararse nacionalistas, para finalmente tachar de fascistas a los partidarios de continuidad de España, la soberanía del pueblo español y la indivisibilidad de su territorio. Otros, en cambio, no logran ver por ningún lado en qué etapa la izquierda habría sido españolista, la mítica fase primigenia de la que hablaba Molina

En la transición a la democracia los dirigentes del PSOE, en vez de mantener la federación catalana, prefirieron integrarla en el PSC, que hasta hace unos pocos años llevaba en su programa la autodeterminación de Cataluña. Ahora defiende realizar una consulta exclusivamente en esa autonomía, fingiendo ignorar que, en España (con perdón), todos los referendos son consultivos. Más importante, las comunidades autónomas solo pueden realizar consultas sobre sus competencias, entre las que no figuran la seguridad nacional, la defensa, las relaciones internacionales, la autoridad judicial, ni la integridad territorial. Una consulta a todos los censados, que es lo mismo que un referéndum, sobre alguno de esos temas tendría que realizarse en el conjunto de España, pero nunca en alguna de sus partes aisladamente. 

Más radicales, las estrellas de la galaxia comunista muestran esa misma tendencia, solo que acentuada. El PCE había renunciado a estar presente en Cataluña ya mucho antes de la transición, cediendo el protagonismo al PSUC. Y, si el PSC prescindió formalmente del derecho a la autodeterminación, el PCE, IU y Podemos lo mantienen. El exministro Illa, ahora dirigente del PSC, acaba de declarar que habrá una consulta en Cataluña, a lo que la ministra podemita Belarra ha apostillado que considera perfectamente legítima la pretensión de IRC de realizar un referéndum de autodeterminación. E incluso Junqueras, que se dice de izquierdas, ha apuntado que prefiere pactarlo con el Gobierno español, pero tampoco descarta hacerlo de forma unilateral.

Pues bien, frente a esa unanimidad izquierdista a favor de la plurinacionalidad, los Jacobinos defienden la Constitución en sus propios términos, es decir, reconociendo la integridad territorial de España, su soberanía, y la igualdad de los españoles de los distintos territorios. Y, pásmense, su programa es netamente de izquierdas. Hablan de defender los derechos de los trabajadores y de sustituir las políticas identitarias, que tanto practican las demás izquierdas, por políticas económicas de redistribución de la renta. Es más, vista la degradación paulatina de nuestra Educación y la dispersión de sistemas de nuestra Sanidad, los Jacobinos españoles se proponen centralizarlas. Aunque parezca increíble, resulta que a algunos españoles de izquierdas les gusta España. Incluso critican el papanatismo de los que se hayan tragado la leyenda negra contra su país y, cosa admirable, aprecian la belleza del idioma español. Añoran una diplomacia internacional que defienda la cultura española y, en un alarde, están en contra de que las lenguas cooficiales, cuya españolidad aceptan, se usen para establecer fragmentar la unidad de mercado y establecer barreras lingüísticas a que los españoles trabajen donde quieran o puedan.

"Imagínense el placer de oponerse a la derogación de la sedición y al abaratamiento de la malversación sin verse obligados a compartir las demás políticas del PP o de Vox"

En esta sugerente línea se mueven el abogado laboralista Guillermo del Valle y el profesor catalán Félix Ovejero, uno de los fundadores del primer Ciudadanos, el que se definía tan socialdemócrata como españolista. Fracasado el partido de Rosa Díez y pretendiendo el pecio de Ciudadanos reciclarse en liberal, la especie española de los Jacobinos es ahora única en su género. No hay ningún otro grupo que, declarándose antiseparatista, sea partidario de usar el Estado para garantizar la igualdad entre los españoles y de aprovechar las posibilidades que brinda la Constitución para proteger a los trabajadores. Quieren establecer limitaciones a las exageradas desigualdades sociales originadas por las grandes multinacionales, que no pagan impuestos en ningún sitio. Y quieren dinamitar los pactos de precios pactados encubiertamente por las empresas energéticas y otras.

Imitando a los ecologistas, convendría proteger a los Jacobinos españoles, una rara especie política emergente que, amenazada de extinción, ofrece lo que ninguna otra de su género. Nada menos que luchar contra las desigualdades entre los españoles originadas por los abusos de los separatistas con la complicidad de las demás especies del género izquierdista.

Las personas de nuestra región que, considerándose de izquierdas, estén hartas de las cesiones a los Ortuzar y los Rufián, les depriman las políticas lingüísticas de Armengol, o les cabree el ventajismo de Oskar Matute, ya están tardando en conectar con la página telemática de los Jacobinos. Que en unos meses habrá elecciones y lo mismo a algunos españolistas de nuestra región les apetezca competir con Podemos y con IU desde el área de la izquierda. Imagínense el placer de oponerse a la derogación de la sedición y al abaratamiento de la malversación, o de defender el Plan Hidrológico Nacional, o de alinearse con la ONU en el conflicto del Sahara, sin verse obligados a compartir las demás políticas del PP o de Vox. Ya tardan.

JR Medina Precioso

jrmedinaprecioso@gmail.com

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