MURCIA. La verdad, la verdad, es que sueños tengo varios, no les voy a engañar: un vestidor del tamaño de una plaza de toros; dar la vuelta al mundo (a ser posible no en noventa días que ya bastante estrés llevo encima); conocer a un buenorro que beba los vientos por mí y me despierte todos los días con el desayuno (o lo que sea) en la cama; pesar cincuenta y cinco kilos; que desaparezcan las arrugas de expresión; poder pegarme una fiesta y despertar como a los veinte, sin resaca y como una rosa, no como ahora, desahuciada, decrépita y moribunda... Mejor paro porque al final esto se tendría que llamar: Carta a los Reyes Magos.
Pero hay un sueño que me haría especial ilusión y que es más fácil que se cumpla a que yo vuelva a pesar cincuenta y cinco y es vivir con mis amigas en el mismo bloque de pisos en la vejez. Eso sí, cada una en su casa y el enfermero cachas en la de todas. Seguro que usted también lo ha pensado. ¡Imagínese, ¡qué fantasía! Veo esos grupos de señoras en el almuerzo y pienso, una de esas seré yo a su edad. Bueno, confío en que no me dé un chungo que me joda el sueño.
"Es duro reconocer el paso del tiempo"
Es duro reconocer el paso del tiempo y que donde había Sexo en Nueva York en breve estarán Las Chicas de Oro. Como allí, en todos los grupos está la amiga simplona que se cree todo lo que le dicen los hombres, la sensata barra responsable que es la que pone cabeza en el grupo, la divina que siempre lleva lo último en trapitos, la ninfómana que no aparece a la quedada del viernes porque le acaba de saltar un match en el barrio de al lado o la escéptica de "eso no me lo creo si no lo ven mis ojos". Supongo que a los hombres les pasará lo mismo con las salvedades propias del sexo. Posiblemente su sueño sea compartir una botella de coñac mientras la maridan con un buen habano o hacerse unos hoyos… ¡Ejem!
Así que he soñado que entre todas invertimos en un edificio de apartamentos en el centro de la ciudad. ¡Por supuesto!, que yo soy un animal de asfalto. ¡Qué manía con mandar a los mayores a las pedanías! La España vaciada, para las cabras. A ver si no, qué hago yo sin mi inspección periódica a las novedades de El Corte Inglés o sin mi vino blanco con marinera al solecito viendo pasar a la gente y haciéndoles un traje a medida. Todo esto con mis amigas, en compañía.
Pondremos en la parte baja del edificio una zona de ocio y una garita para un enfermero, que a esas edades hay que tomarse a diario la tensión, el azúcar… ¡Ja, ja, ja! Ya me entienden. Del proceso de selección nos encargamos nosotras. Requisitos: título de enfermería, moreno sempiterno, medidas griegas, es decir, los brazos 2,5 veces la circunferencia de la muñeca, las pantorrillas de 1,9 veces el tamaño del tobillo, los muslos 1,75 veces la rodilla, los hombros 1,6 veces la cintura, y el cuello de 2,5 veces la muñeca (abstenerse los iniciados en la materia). Si cumples con esto entonces no se necesita experiencia, ¡el puesto es tuyo!
Ya ven qué fácil y qué difícil a la vez. Quiero envejecer entre risas y alegría, sentirme querida, acompañada, ocupada, feliz y útil. Ser un reflejo de lo que he sido, ni más ni menos, pero envejecer. ¡Qué felicidad !
Gracias por su lectura.