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PSOE-Junts: un pacto entre débiles

Foto: CARLOS LUJÁN
1/10/2023 - 

CARTAGENA. Ha propuesto el presidente vasco Íñigo Urkullu celebrar una Convención para reinterpretar la Constitución sin modificarla. ¿En qué sentido habría que reinterpretarla? Esencialmente para reconocer que España no es una nación, sino un Estado plurinacional. Puesto que la Constitución dice justo lo contrario, lo lógico sería modificarla. Entonces ¿por qué no lo propuso Urkullu? Por debilidad. Todo se resume en que el PP y Vox, los principales partidos que ahora la defienden, tienen los suficientes diputados para impedir ese cambio de la Constitución de forma legal.

En cambio, las fuerzas políticas partidarias de cambiar la Constitución detentan la mayoría absoluta del Congreso, pero no tienen la mayoría reforzada para cambiarla. Es su debilidad lo que les ha conducido a proponer medidas inconstitucionales, como la amnistía, en vez de incorporarla a la Constitución. Aun con su exigua mayoría, parece que van a aprobarla.

Ese atentado contra el imperio de la ley abrirá una crisis sin precedentes, que podría implicar a la corona, símbolo y garante de la integridad territorial y la soberanía del pueblo español, pero también a los jueces y fiscales que serían los encargados de aplicarla.

"Por debilidad tuvimos que renunciar a la ruptura democrática y por debilidad tuvieron los franquistas que renunciar a su continuidad"

Esta contradicción entre una mayoría suficiente para tomar medidas inconstitucionales, pero insuficiente para modificar la Constitución, me recuerda la etapa en la que los jóvenes universitarios movilizados contra el franquismo hablábamos de la correlación de fuerzas. ¿Se daba una correlación de fuerzas para que triunfase una huelga general política? Cuestiones así no se nos iban de la boca. Sin embargo, el escritor comunista Manuel Vázquez Montalbán descubrió que sería más apropiado hablar de correlación de debilidades. 

En efecto, ni la oposición tenía suficiente fuerza para derribar el franquismo, ni los dirigentes del régimen conservaban la suficiente fuerza para prolongar la dictadura ilimitadamente. Ni nosotros teníamos fuerza para enjuiciar los delitos de nuestros represores, ni ellos tenían fuerza para seguir encarcelándonos. Nuestra debilidad se equilibraba con la suya y solo los apoyos internacionales a la democracia y la inclinación del rey Juan Carlos a una solución pactada logró desequilibrar la balanza política. Por debilidad tuvimos nosotros que renunciar a la ruptura democrática y por debilidad tuvieron los franquistas que renunciar a su continuidad. Por debilidad tuvieron ellos que amnistiar a los presos políticos y por debilidad tuvimos nosotros que amnistiar a los torturadores. Hubo reconciliación gracias a esa mutua debilidad. Fue un pacto entre débiles lo que, con la ayuda de la corona, posibilitó la transición a la democracia. 

Protesta contra la amnistía. Foto: ALEJANDRO VÉLEZ (EP)

Ahora vivimos otra transición, pero hacia un sistema político populista. Como ha dicho el podemita Pablo Iglesias, se trata de acabar con el régimen del 78. Y, como en la transición, hay un equilibrio de debilidades. Descartado que Feijoo pueda ser elegido presidente del Gobierno, se repetirán las elecciones o será investido Pedro Sánchez. Ahora bien, nunca el PSOE ha estado tan débil como bajo su dirección. En minoría en el Senado, detenta solo 121 escaños en el Congreso y gobierna solo en tres de las diecisiete comunidades autónomas. Para colmo, tiene menos alcaldes en capitales de provincia que el Partido Popular, y en la principal de ellas, Barcelona, por un regalo sin contrapartidas del PP. 

Esa situación de debilidad del partido socialista lo lleva a llamar golpistas a los que promueven pacificas manifestaciones, a expulsar de sus filas a los disidentes, a encargar al diputado Puente un discurso chabacano y a quejarse de la querella contra los separatistas del fiscal general Maza, ya fallecido. También lo lleva a aceptar una serie de condiciones a sus socios separatistas que nunca aceptaría si tuviese más fuerza. De hecho, no las habían aceptado durante las cuatro décadas precedentes. Si ahora dudan en darlas solo es porque, inducido por su debilidad, buscan hacerse con el Gobierno a casi cualquier precio, como declaró el presidente socialista de Asturias. Hay motivo: si no lograsen el Gobierno español, su debilidad se acentuaría hasta provocar el correspondiente cambio de líder.

No están las cosas mucho mejor en sus aliados. También Juntos por Cataluña (JpC), cuyos siete diputados son decisivos, se encuentra en gran debilidad. A su líder, Puigdemont, le han retirado la inmunidad como europarlamentario y, por tanto, no puede pisar España so riesgo de ser detenido. Además, como JpC abandonó el Gobierno autonómico catalán, solo dispone de algunos puestos municipales secundarios gracias a sus pactos con los socialistas. Eso sí: entre ambos acaban de renovarle el sustancioso contrato televisivo del que gozaba la esposa de Puigdemont. Ya solo le falta tener audiencia. Paradójicamente, la extrema debilidad de JpC provoca que exagere sus peticiones, entre ellas la de cobrar por adelantado. De otro modo no podría competir con Izquierda Republicana de Cataluña, su principal rival, que gobierna en Cataluña.

¿Qué saldrá de esta correlación de debilidades? Solo una cosa es segura: para evitar las elecciones, los socialistas tendrán que asumir gravosas concesiones. Acaso logren que la malversadora Laura Borrás quede fuera de la amnistía, pero poco más. O pasar por caja, o elecciones. Es lo que tienen los pactos entre débiles cuando se mezclan con los intentos de cambiar los sistemas políticos.

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