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el eurocristiano tibio / OPINIÓN

Unionismo, separatismo y plurinacionalismo

16/09/2023 - 

CARTAGENA. El Preámbulo de nuestra Constitución empieza diciendo: "La Nación española...". Eso es de lo primero que habla, de la nación española. El punto 2 del artículo 1 dice: "La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado". Hay un pueblo, el español, y hay una soberanía, la del pueblo español. El artículo 2 empieza diciendo: "La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles...". Así que la Constitución no establece o desea la indisoluble unidad de la nación, sino que esa indisoluble unidad constituye el fundamento de la Constitución. Sin Constitución seguiría habiendo nación, pero sin nación carecería de fundamento la Constitución. Finalmente, el artículo 3 dice: "El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla". Anticipa que hay otras lenguas españolas, pues de lo contrario sobraría añadir "española" tras "lengua", pero el castellano es la única oficial en todo el Estado. No hay más lenguas oficiales en el conjunto del Estado.

"Equiparar España a una nación de naciones es inconsistente desde el punto de vista lógico"

Llamamos unionistas a las personas que comparten esos enunciados: España es una única nación, la soberanía reside en el pueblo español, la unidad nacional es indisoluble y el castellano (que recibe el nombre de español en el extranjero) es el único idioma oficial en todo el Estado. Puesto que esas convicciones coinciden con las previsiones constitucionales, también podríamos llamar constitucionalistas a los unionistas.

La ideología unionista, una forma de nacionalismo español, goza de dos cualidades importantes: es coherente en términos racionales y se corresponde con los datos históricos. Al asumirla, uno no incurre en contradicciones lógicas y, por otra parte, desde los romanos hasta el siglo XXI muchos indicios apuntan a la realidad de la nación española. No se trata de una ficción, es una realidad. Y también es un proyecto: hemos heredado una nación indisoluble y los unionistas aspiramos a legar a nuestros descendientes la misma nación indisoluble.

Frente a los unionistas, muchos españoles se consideran separatistas. Para ellos el territorio que llamamos español no alberga una nación, sino varias naciones. En particular, Cataluña, País Vasco y Galicia serían, según los separatistas, naciones distintas de la española. Para no crear confusión, llamaré Hemiespaña a lo que quedaría de España si le quitásemos esas tres comunidades autónomas. Pues bien, según los separatistas, Hemiespaña se ha dotado de un Estado imperialista que mantiene rehenes a esas tres zonas. Así, Cataluña, Vasconia y Galicia serían sendas colonias del Estado hemiespañol. Desde el punto de vista separatista, el castellano es un idioma extranjero en sus territorios, cuyas únicas lenguas propias serían el catalán, el vasco y el gallego respectivamente. Y, además, el separatismo es un proyecto: los separatistas han heredado unas naciones sometidas al yugo hemiespañol y aspiran a dejar a sus descendientes unas naciones liberadas de ese yugo, monolingües, y con sus propios Estados.

Desde el punto de vista racional, el separatismo es también una doctrina coherente. No se incurre en contradicciones lógicas al defenderlo. Su problema es que carece de base empírica: esos territorios han estado vinculados a Hemiespaña desde siempre, lo que equivale a decir que siempre han formado parte de lo que acabó siendo España. De ahí que al verlos como colonias se produzcan algunas paradojas fácticas, aunque no conceptuales. En el plano material, Cataluña sería una de las pocas colonias que acumularía más riqueza por habitante que la metrópoli. Sería una colonia tan curiosa que sus cargos públicos disfrutarían de sueldos más cuantiosos que los colonizadores. Y tan rara sería esa colonia que tendría ministros en el gobierno de la metrópoli. Insisto, el separatismo es racionalmente coherente, pero empíricamente falso.

"La Constitución no FUE un pacto entre diferentes naciones, ni tampoco ampara la idea de que en el territorio español conviven varias naciones, sino que explícitamente la niega"

En tercer lugar, se encuentran los plurinacionalistas, que no se consideran unionistas, pero tampoco separatistas. Según ellos, en el territorio español habría varias naciones, pero no deberían separarse unas de otras. Y habría varias lenguas oficiales, pero el castellano solo se hablaría en Hemiespaña. Y no habría una soberanía única del pueblo español, sino que los catalanes, los vascos y los gallegos serían otros tantos pueblos soberanos. Y, como tales, con derecho a segregarse. Solo que los plurinacionalistas de esas naciones votarían en contra de la segregación. En cambio, los ciudadanos de Hemiespaña no tendrían derecho a votar en esos referéndums, aunque fuesen plurinacionalistas convencidos.

En sostén de su tesis dan algunos curiosos argumentos. Como la Constitución menciona la existencia en España de regiones y nacionalidades, opinan que habla de regiones y naciones. En realidad, eso chocaría con la tesis claramente expresada de que hay una Nación española. Según una lectura sistemática, en vez de fragmentada, de la Constitución, la única interpretación racional de la palabra "nacionalidad" es "región bilingüe". En efecto, no hay ningún otro modo de distinguir a las regiones de las nacionalidades en el texto de la Constitución que el hecho de que, en esta últimas, hay una lengua cooficial junto al castellano. Esa interpretación tiene la ventaja de que no cierra el elenco de posibles nacionalidades: tantas como regiones bilingües. Si mañana fuese cooficial el bable, Asturias entraría en el grupo. En contra de lo que los plurinacionalistas pretenden, la Constitución no consistió en un pacto entre diferentes naciones, ni tampoco ampara la idea de que en el territorio español conviven varias naciones, sino que explícitamente la niega. Y, para colmo, no se conocen españoles, sean de Sangenjo o de Palafrugell, que no sepan hablar castellano.

Así, el plurinacionalismo comparte con el separatismo el doble estigma de ser anticonstitucional y antihistórico, pero, además, sufre la lacra, específicamente suya, de resultar incoherente en términos racionales e inviable en términos de proyecto. Equiparar España a una nación de naciones es inconsistente desde el punto de vista lógico. Tales entes no existen, ni pueden existir. Las soberanías no pueden solaparse y, por tanto, o bien las leyes españolas rigen en todo el territorio, o bien no rigen en determinadas zonas. El principio de contradicción es insoslayable también en política. Por otra parte, el plurinacionalismo es inviable: o bien España seguirá siendo una única nación o bien se disgregará en varias naciones independientes. Lo único que no ocurrirá es que perviva unida mediante un pacto entre naciones diferentes: no hay ningún motivo para que los separatistas quisieran vincularse a Hemiespaña una vez segregados. Se consideran colonias y no querrían volver a una situación similar.

Algunos plurinacionalistas nos acusan a los unionistas de no percibir de la diversidad cultural y lingüística española. Habría que estar ciego para no verla. Todos sabemos dónde se habla gallego y se bailan muiñeiras, y dónde se habla catalán y se bailan sardanas. Pero, hombre, si hasta los franquistas organizaban certámenes de coros y danzas regionales y campeonatos gastronómicos pluriprovinciales. Si somos capaces de distinguir Sangonera la Seca de Sangonera la Verde, cómo vamos a confundir Aragón con las islas Canarias y las jotas con las folías. Pues claro que los unionistas sabemos de esa diversidad, solo que la consideramos parte de la riqueza cultural y lingüística de una única nación llamada España. Y claro que nos gusta esa España polimorfa; si no nos gustase nos importaría un ardite que se disolviese en varias naciones. Amigos plurinacionalistas, es a los separatistas, no a los unionistas, a los que no les gusta la diversidad de España. Son ellos, y no nosotros, quienes quieren territorios monolingües y homogéneos. Son ellos los que dicen que no son españoles, mientras que nosotros decimos que no solo los catalanes, sino incluso los murcianos, son españoles. Son ellos, y no nosotros, quienes rozan el racismo. 

En resumen, son ellos, y no nosotros, quienes no quieren una Estado federal simétrico, sino la disgregación del Estado o, como mínimo, una federación asimétrica con todas las ventajas para ellos. El plurinacionalismo es un sofisma muy útil para ganar elecciones, sosteniendo una cosa y la contraria a la vez, pero está destinado a sucumbir, ya sea porque se imponga el unionismo, ya sea porque ganen los separatistas. Es una idea errónea e inestable. Aunque, de momento, nos cuelen una amnistía para los separatistas.

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