MURCIA. Ante el luto sólo sé pronunciar el silencio. Qué se puede decir en un momento así. Frente al dolor inmenso de la muerte todas las palabras están de más. Sobran. Ni una sola expresión es capaz de consolar, ni nada palia el desgarro del sufrimiento. Cuando la tragedia se cierne sobre las familias ningún comentario tiene valor. Descansen en paz las víctimas, personas a quienes la muerte le llegó celebrando la vida. Cuánta crueldad. Pero en ese silencio de obligado respeto hacia las víctimas también surgen preguntas. ¿Qué condiciones de seguridad había en esas instalaciones? ¿Quién asume las responsabilidades? Y sobre todo: ¿Cómo se originó el fuego? ¿Por qué sucedió? ¿Por qué ocurren estas desgracias?
La comparecencia de los dos concejales de siglas antagónicas dejó una buena estampa: un edil del PSOE y otro del PP, ambos con funciones delegadas en Urbanismo, dando explicaciones al unísono. Fue una reacción meritoria en épocas de trincheras, donde el enfrentamiento político está a la orden del día. Ojalá la unidad perdure sin que eso menoscabe que uno es el Gobierno y debe depurar responsabilidades mientras el otro es oposición y debe ser vigilante. Aun así, la intervención de los ediles, cargando contra las dos discotecas, deja dolorosos interrogantes en el aire. ¿Por qué, si sabían que no tenían licencia, permitieron que las discotecas siguieran abiertas y funcionando con normalidad? ¿Por qué no lo comprobaron? ¿Qué hicieron tras firmar la orden de cese de actividad de Teatre y Fonda? ¿Nadie las inspeccionó? ¿Qué ha fallado?