Es bien sabido que desde antiguo ha habido dirigentes políticos con mala suerte. Con esos antecedentes ya estábamos preparados para afrontar algunos casos de mala suerte que nos resultan más cercanos. Tal es el caso Errejón. Como todos sabemos, las mujeres que denuncian agresiones sexuales llevan invariablemente razón. Pues bien, a nuestro infortunado político le ha tocado, según él mismo afirma, la única denuncia falsa por agresión sexual de la historia de España. Ya es mala suerte.
Y no mucha mejor suerte ha tenido la actriz denunciante. Presentó la denuncia y, zas, su abogada se quedó embarazada, lo que la obligó a pedir la suspensión del procedimiento hasta que dé a luz, y no sabemos si también hasta que pase el periodo de baja maternal, que es cosa sagrada, como nuestro diputado Egío nos ha demostrado. Acosada por la mala suerte, la pobre denunciante ni siquiera ha tenido ocasión de ratificar en el juzgado su denuncia. Por no hablar de Isabel Serra, otra víctima de la otra única denuncia falsa presentada por una mujer, aunque en este caso no era de naturaleza sexual. Me refiero a la policía que la denunció por una agresión pura y dura, con resultado de condena por el tribunal competente.
Y tampoco ha tenido buena suerte Yolanda Díaz. Nombrada vicepresidenta de España, eligió de asesor en materia económica a un catedrático de la universidad de Santiago. Ese hombre, al que ya un articulista ha llamado "el facha de Sumar", no se le ha ocurrido otra cosa que publicar un docto artículo demostrando que el cupo fiscal catalán, pactado por Illa a cambio de su Presidencia, es un auténtico atentado contra la igualdad y demás valores socialistas. ¿Qué hacer? Hacerse la despistada, que entre gallegos anda el juego.
Otro con mala suerte ha sido el ministro Óscar López, responsable de la Función Pública. Destinado a ejercer de candidato en Madrid para tratar de vencer a Ayuso, ha tenido que afrontar que a su colega de Sanidad, la ministra Mónica García, le haya dado por cargarse Muface, como figuraba en el programa de Sumar. Y ahora López, competente en materia de funcionarios, tiene que bregar con el cabreo generalizado que ha despertado el anuncio de la autodefinida como médica y madre. Con el aliciente de que, si se cumpliese, colapsaría aún más el ya recargado sistema sanitario público.
"Aunque los militares lograsen una reconstrucción ejemplar, no se libraría Mazón de pasar a lo que Artur Mas llamó la papelera de la historia"
De forma improvisada, la mala suerte también ha acometido a nuestro diputado Sánchez Serna. Andaba el hombre tan ufano proclamando que a los de Podemos no los engañaría el presidente Sánchez. Ellos no votarían el paquete fiscal bajo negociación si no incluía el impuesto a las empresas energéticas. El problema era que los socialistas les habían prometido a los separatistas de Juntos por Cataluña eliminar ese impuesto. Precavida, Belarra, copartidaria de Serna, anunció que exigirían que los de Juntos reconociesen públicamente que apoyarían el impuesto energético. Así estaban las cosas cuando impactó sobre toda la banda el meteorito Aldama. Acababa de confesar ante el juez que había dado dinero a Koldo, a Ábalos y algunos socialistas más. Y, peor todavía, que Sánchez estaba al tanto de sus andanzas. La orden podemita interna fue fulminante: ¡abortad operación!, repito, ¡abortad operación! El maldito Aldama ponía en riesgo la estabilidad del Gobierno, de modo que era demasiado arriesgado seguir jugando a la feroz oposición. En apenas cuatro horas, los de Podemos anunciaron que aprobarían el paquete fiscal. Por cierto, los de Juntos no habían dicho un mu. O como se diga mu en catalán.
Tampoco ha sido buena semana para Sánchez. Ya antes del cantaor Aldama (según Viudes, cantó por carceleras), había tenido que ordenar a sus eurodiputados que votasen a favor de sendos comisarios de extrema derecha. Y todo porque los de PP se habían empeñado en que cambiase a la ministra Ribera por otro candidato a comisario europeo. Para vencer esa barrera no había otro remedio que traspasar la última línea roja que le quedaba en pie: pactar con los fachas de la italiana Meloni y los todavía más fachas del húngaro Orbán. Ahora sabemos que, si Sánchez necesitase los votos de Vox, no tendría ningún escrúpulo en aceptarlos. Lo dicho: mala suerte.
Pero la palma de la mala suerte hay que dársela al presidente valenciano Mazón. Quedó el buen hombre a comer con una atractiva periodista para ofrecerle la dirección de la televisión autonómica y lo que parecía una tormenta, fuerte, pero tormenta, se convirtió en un diluvio frente al cual el propio Noé habría temblado. Políticamente anegado, Mazón se ha negado a dimitir. Espera que un teniente general, ayudado por un general, le saque las castañas del fuego. Aunque los militares lograsen realizar una reconstrucción ejemplar, no se libraría Mazón de pasar a lo que Arturo Mas, reconvertido en Artur Mas, llamó "la papelera de la historia" cuando los da la CUP lo echaron de la Presidencia catalana. Y eso que la aspirante socialista a sustituirlo, la ministra Morant, tiene que esperar a que acabe la legislatura porque, sin escaño en el Parlamento valenciano, ahora no podría ser nombrada ahora presidenta. Son cosas que pasan. Mala suerte.