COMO AYER / OPINIÓN

Navidad sin Belén (y entre luces y sombras)

12/11/2020 - 

MURCIA. En el suma y sigue de las actividades, celebraciones y tradiciones que van quedando para mejor ocasión, y abocados ya a las fiestas navideñas más extrañas de la historia reciente, toca contabilizar entre las ausencias destacables en la programación de este el monumental Belén que la Peña de la Pava instala en San Juan de Dios y que es visitado por varios miles de personas a lo largo de los días que permanece expuesto.

Noticia triste para todos, pero más triste aún para quienes han (hemos) participado como miembros de la popular asociación folklórica o como colaboradores en su montaje a los largo de los últimos 40 años; para quienes durante cuatro décadas han puesto ilusión, imaginación, arte y sensibilidad al servicio de una tradición tan arraigada en nuestra tierra como es el belenismo; para quienes han hecho del montaje de esa gran tramoya bíblico-costumbrista ocasión para sorprender a propios y forasteros en su ritual y obligada visita a San Juan de Dios.

Fue en la Navidad de 1980 cuando la entonces casi clausurada y medio olvidada iglesia barroca, tan céntrica y tan desconocida para muchos, acogió por vez primera la espectacular instalación, que desde ese momento se ganó el aplauso y el cariño de cuantos se fueron incorporando a la legión de incondicionales de un belén que ha llamado siempre la atención por sus detalles, por su grandiosidad, por su apego a lo murciano y, desde luego, por la calidad de su colección de imágenes.

"Fue Salzillo aquella vez. Y en otra ocasión la Murcia musulmana"

Todos los grupos evangélicos, y muchas de las piezas costumbristas, incluidos algunos personajes murcianos y miembros de la Peña, son creaciones únicas, modeladas exprofeso por el escultor José Antonio Hernández Navarro, artista de Los Ramos que dio sus primeros pasos, precisamente, en el belenismo y que inició su colaboración en 1983, cuando La Pava homenajeó a Salzillo, en el II Centenario de su fallecimiento, y contó para cada pasaje con la aportación de un artista murciano, incluyendo a algunos tan reconocidos como González Moreno o Sánchez Lozano.

Fue Salzillo aquella vez. Y en otra ocasión la Murcia musulmana. Y se recrearon reconocibles monumentos de la ciudad como de otras localidades, siendo particularmente recordadas las impresionantes maquetas de la torre catedralicia, el Palacio Episcopal, el Ayuntamiento, el Huerto de las Bombas, la propia Iglesia de San Juan de Dios… y escenas como la Coronación de la Virgen de la Fuensanta, la salida de la Dolorosa en la mañana del Viernes Santo, el paso de los nazarenos coloraos, con su paso de la Samaritana, por la plaza de Belluga, el Bando de la Huerta, el Entierro de la Sardina, el canto de los mayos… Todo ello, con un gran sentido de la oportunidad, de la conmemoración de efemérides, de ocasiones para celebrar.

Habrá que esperar para volver a deleitarse con el famoso Belén de La Pava, y no sabemos cuántos más quedarán excluidos de nuestros itinerarios navideños, restando a las calles uno de los ingredientes que contribuyen a ambientarlas, junto con las luces, dicho sea de paso, que ahora pretenden eliminar los numerosos adheridos a uno de esos movimientos pretendidamente espontáneos que surgen en nuestros días como por ensalmo, con el fin de destinar el ahorro a la hostelería. Algo, si lo piensan bien, que sería muy perjudicial para los comercios que permanecen abiertos, y que serviría para acabar de sumirnos en la más profunda tristeza.

Una costumbre, la de la iluminación especial de las calles por Navidad, que no tiene en Murcia tantos años como se pudiera pensar. De hecho, en la Nochebuena de 1966, hace 54 años por tanto, podía leerse en el diario Línea: "La monotonía de las grandes urbes cambia de aspecto cuando llega el tiempo de Navidad. Es como un milagro. Estrellas, coronas, campanas, guirnaldas, árboles a los que les nacen como frutos bombillas de mil colores... La ciudad se convierte en un ascua de luz. Nosotros lo pedimos para Murcia. Y no creemos que sólo deban hacerlo los establecimientos comerciales. Es milagro que pedimos también al Ayuntamiento. Queremos que Murcia tenga sus luces de Navidad, como las tienen las grandes ciudades de Europa y América, como nuestra capital necesita y como la fiesta más hermosa del año lo pide".

Y el efecto fue inmediato, porque un año después, el domingo 17 de diciembre de 1967 fue inaugurada la iluminación navideña por todas las autoridades de la época: gobernadores civil y militar, presidente de la Diputación y Corporación Municipal en pleno, con su alcalde a la cabeza. En aquella primera ocasión, el alumbrado especial, alcanzó a las calles de Isidoro de la Cierva, Barrionuevo, Salzillo, Trapería, Platería y Sociedad, a las plazas de Cetina, de la Cruz y de San Bartolomé y al jardín de Floridablanca, y fue costeada en buena parte por los comerciantes (la mitad del coste de los adornos luminosos y soportes).

En 1970 se adelantó ya la inauguración al 8 de diciembre, y se extendió a vía tan céntrica, transitada y principal como la Gran Vía. Contaba la prensa que hasta ese momento no podía llevarse a efecto porque el tendido eléctrico no habría soportado semejante sobrecarga, pero que esta vez de habilitaba una línea supletoria que evitaría cualquier contratiempo.

No mucho después, en 1973, llegó la primera gran crisis del petróleo, y con ella la necesidad más que acuciante de ahorrar energía, con lo cual el estreno de la fastuosa fachada lumínica de El Corte Inglés, que había abierto su establecimiento en Murcia en el mes de mayo, quedó reducida a la mínima expresión: una hora diaria, de 19 a 20 horas.

Desde el Gobierno Civil se emitió ese año un comunicado recordando las instrucciones sobre de ahorro dictadas por el Gobierno (en aquellos días, el único gobierno): Reducción del alumbrado público al 50 por ciento a partir de las 23 horas. Las iluminaciones de Navidad sólo estarían encendidas hasta las 21 horas, y únicamente entre el 22 de diciembre y el 6 de enero. Como caso excepcional, los días 24 de diciembre y 5 de enero podrían mantenerse hasta medianoche, y el 31 de diciembre hasta la 1 de la madrugada.

Este año veremos en qué quedan los belenes y las luces. Y en qué queda la queda. La del toque, digo.

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