MURCIA (EFE). Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén,Pedro Salinas, Luis Cernuda, Federico García Lorca, Ramón Gómez de la Serna, Gabriel Miró, Rafael Alberti: todos tienen en común que fueron autores de la Generación del 27 y que todos fueron retratados por el literato y editor murciano Juan Guerrero, cuyo legado fotográfico ha salido a la luz a través de una donación que ha recibido este martes el Museo Ramón Gaya de Murcia.
La donación ha llegado de la mano de Guadalupe Ríos, alicantina de 83 años que fue amiga de la viuda del literato, Ginesa Aroca, que le regaló una caja de cartón de un dulce inglés llena de negativos, unos 800, la mayoría retratos, pero también fotos de paisajes y de viajes personales.
En una rueda de prensa en el Museo Ramón Gaya, Ríos, acompañada por el escritor y crítico de arte Juan Manuel Bonet; por el director del centro pictórico, Rafael Fuster; y por el concejal de Cultura de Murcia, Diego Avilés, ha desgranado la novelesca historia de su relación con Juan Guerrero, al que le unen tanto su familia materna como la paterna, y los avatares que han llevado a que la colección acabe en el museo público del pintor murciano, primer Premio Velázquez de pintura, un galardón impulsado, precisamente, por Bonet.
La historia podría comenzar con la familia materna de Ríos, que era de Alicante. En los años 30 del pasado siglo, su tío Manuel, empresario vinculado al transporte de pescado, junto con otros empresarios de la zona, buscaba un negocio en el que emprender y Juan Guerrero, en aquellos años secretario del Ayuntamiento de Alicante, les propuso poner en marcha un parador en el peñón de Ifach, un edificio que hizo realidad el arquitecto alicantino Miguel López y cuyos interiores decoró Zenobia Camprubí, la mujer de Juan Ramón Jiménez, al más puro estilo de la Residencia de Estudiantes de Madrid.
El genial escritor del 27 era íntimo amigo de Guerrero, y muchas de las fotografías que se incluyen en esta donación son retratos suyos de esta época, como también lo son otras de miembros de la Generación del 27 que pasaron en aquellos años por Alicante, como Luis Cernuda, Gabriel Miró, Ramón Gómez de la Serna o Federico García Lorca, que dedicó a Guerrero, a quien bautizó como 'cónsul general de la poesía', su popular Romance de la Guardia Civil Española.
En aquel parador fotografió también Guerrero con su cámara Kodak a Rafael Alberti y su mujer, en lo que Bonet ha definido como un testimonio “excepcional” de la historia de España: el matrimonio fue retratado bajos los arcos diseñados por Miguel López y también embarcando hacia un viaje que hicieron a Ibiza, donde les pilló el estallido de la guerra civil, por lo que son las últimas fotos del poeta antes de su marcha al exilio.
Antes de ser secretario en el Ayuntamiento de Alicante, Guerrero lo fue también en el Ayuntamiento de Murcia, y fue en esa ciudad donde realizó otra parte de las fotografías ahora donadas a personajes como Pedro Salinas o Jorge Guillén, junto a quien fundó la revista 'Verso y Prosa', y también a artistas murcianos muy vinculados con la generación del 27 como Juan Bonafé, Pedro Flores y el propio Ramón Gaya.
Algunas de las fotografías que contienen los 800 negativos donados ya se conocían, pero buena parte de ellas son inéditas y, para Bonet, la labor del Museo Gaya ahora consistirá no solo en estudiarlas, analizarlas y positivarlas, sino también en poder catalogarlas, ya que hasta ahora, nunca se habían contemplado por su calidad fotográfica, sino como meros complementos documentales para textos o informes.
El director del Museo ha avanzado la intención del centro de llevar a cabo una "exposición magna" con este material, así como la publicación de un catálogo que ponga a Guerrero en el lugar de la historia que se merece.
A pesar del vínculo de la familia materna de Guadalupe Ríos con Juan Guerrero a través de este parador, la mecenas no accedió a este archivo por sus raíces alicantinas, sino a través de su familia paterna, originaria de Aragón y que tenía en Madrid un piso en el que vivieron alquilados Guerrero y su mujer. Ríos no tiene recuerdos de Guerrero, con el que solo tuvo contacto siendo niña, pero sí de su viuda, con quien entabló una profunda amistad, y quien le regaló la caja de negativos cuando se mudó de aquel piso.
El Museo Gaya ha decidido conservar también esa peculiar caja de cartón en la que este legado fotográfico ha sido conservado durante casi un siglo y que ahora verá la luz a través del trabajo del centro, que ha comenzado ya con las labores de análisis y catalogación para llevar a cabo su difusión.