ALMORADÍ. El Ayuntamiento de Almoradí ha acogido el foro Agua y Futuro: Retos y Oportunidades para la Transformación de la Vega Baja, que reunió a administración, técnicos y regantes para hablar de aquello que vertebra la comarca: el agua. El encuentro dejó claro que la transformación de la ciudad no solo pasa por calles, parques y movilidad, sino por la capacidad de aprovechar cada gota, adaptarse al clima, defender el trasvase y atraer fondos que garanticen estabilidad en un territorio donde el agua define la economía, el paisaje y hasta la identidad cultural.
Moderado por Miquel González, director de Alicante Plaza, el debate contó con intervenciones de la alcaldesa María Gómez, el presidente de Riegos de Levante Margen Derecha, Pepe Andújar, el juez de Aguas del Azud de Alfeitamí José Luis Rodríguez y el gerente territorial de Veolia, Andrés Martínez. A partir de sus intervenciones, se dibujó una hoja de ruta que combina técnica, gestión y una visión de futuro marcada por el sentido de urgencia.
La nueva depuradora: de la reclamación histórica a un cambio estructural
La reutilización fue el primer gran bloque, con una certeza compartida: el sureste español se ha convertido en un laboratorio mundial de circularidad del agua. La nueva depuradora de Almoradí, que entrará en servicio en 2026, simboliza ese salto. La actual instalación no cumple parámetros y ha obligado a convivir con incumplimientos normativos. La nueva EDAR, con tecnología avanzada y una inversión de 22 millones, permitirá depurar mejor, cumplir la legislación europea y generar agua de calidad para riego.

- María Gómez.
“Nos da autonomía y nos permite no depender únicamente de recursos externos”, resumió María Gómez, que explicó que el Ayuntamiento ha pedido quedarse con parte del agua regenerada para parques y jardines. La idea es aliviar el consumo de agua potable en usos municipales, algo que conecta con la filosofía de aprovechar el recurso hasta el final del ciclo.
Pepe Andújar fue claro: “Una depuradora terciaria garantiza agua óptima para el campo. Eso evita contaminación de productos, algo clave para exportar hortalizas y cítricos”. La experiencia ya existe: los regantes llevan más de 20 años reutilizando agua de Guardamar y Ciudad Quesada. La cultura del ahorro no es un eslogan; es su supervivencia.
Andrés Martínez, desde Veolia, añadió una capa técnica: “Cada vez tenemos normativas más exigentes y necesitamos tecnología que asegure calidad. La depuradora no solo elimina cargas, también se integra en un sistema inteligente de medición, telemando y trazabilidad. Es la garantía de que cada litro se aprovecha”.

- Andrés Martínez, de Veolia.
Infraestructuras para resistir el clima: la ciudad tras la DANA
La conversación sobre infraestructuras tuvo un componente emocional. La DANA de 2019 sigue presente. Almoradí quedó anegada, hubo barrios sin agua y se pusieron de manifiesto las debilidades de la red. Desde entonces, se han ejecutado dos tomas de agua independientes para que no vuelva a ocurrir una semana de desabastecimiento. Hay obras en saneamiento, colectores y digitalización del control de redes, la empresa que gestiona el servicio de agua en la localidad y que ha impulsado, junto al Ayuntamiento, estas inversiones.
Uno de los puntos más llamativos fue la telelectura, que ya cubre la mitad de los contadores. Permite detectar fugas domésticas antes de que se traduzcan en facturas de mil o dos mil euros. También ayuda a prevenir ocupaciones. Todo se integra en un sistema de telemando que informa en tiempo real de lo que ocurre en el servicio. Si el consumo nocturno no baja a cero en dos noches consecutivas, se presupone una fuga. La tecnología, en este caso, es también política social, tal y como explicó Martínez, responsable de Veolia,
Pero la alcaldesa fue más allá. Recordó que Almoradí es un ejemplo de ejecución tras la DANA: “Fuimos el municipio de España que más dinero gastó y justificó en obras prioritarias. Pedimos 13 millones y ejecutamos 9. Cambiamos todo el saneamiento”.

- Pepe Andújar, el presidente de Riegos de Levante Margen Derecha.
El problema, dijo, es otro: las grandes obras hidráulicas que deberían proteger la Vega Baja llevan décadas esperando. La presa de Tabala o la rambla de Abanilla son actuaciones estructurales. Sin ellas, advirtió, “cada vez que llueva fuerte, volverá a pasar lo mismo. Podemos hacer parques inundables o infraestructuras verdes, pero si el río se desborda, toda la Vega Baja es un parque inundable”.
Los regantes fueron aún más directos: “No queremos más anteproyectos. Queremos inversión”, exigió Andújar. “Cada inundación cuesta en daños y reparaciones lo que costaría hacer la obra”.
El trasvase: una infraestructura vital para economía y turismo
Si hubo un punto en el que la sala se calentó fue el trasvase. Los cambios de caudal, los recursos judiciales y la incertidumbre dibujan un escenario tenso. Para los regantes, el trasvase no es un privilegio: es una infraestructura nacional que ha generado riqueza, empleo, exportación agrícola, industria agroalimentaria y turismo.
“El trasvase nació en 1933, se construyó en dictadura, se terminó en democracia y ha sido útil a todos los gobiernos”, recordó Andújar. “Ha traído bienestar. ¿Cómo hemos llegado a ponerlo en cuestión?”.
Los regantes viven restricciones del 23% y 24 horas de vigilancia para que no se pierda una gota. “Estamos regando, pero con mucha dificultad”, reconoció Rodríguez. “Si no llueve en los pantanos, el año que viene lo tenemos crudo”.
La alcaldesa añadió una dimensión económica: “Sin previsión de agua no hay inversión. La incertidumbre frena al agricultor, al agroalimentario y al turismo, que también depende del trasvase. La provincia se abastece de agua del Tajo-Segura”.

- Pepe Andújar y José Luis Rodríguez, juez de aguas.
En un clima político polarizado, el foro coincidió en que el debate se ha contaminado de ideología. “Se ha instalado un falso ecologismo urbano”, lamentó Gómez. “Se ven las cosas desde la ciudad, sin conocer la realidad del campo”.
Fondos europeos: Almoradí entra en el paisaje europeo de inversión
El último bloque dejó un mensaje de optimismo: Almoradí ha entrado por primera vez en el circuito de fondos europeos. Ahora, con más de 20.000 habitantes, puede acceder a convocatorias que antes estaban vetadas. Ya se han conseguido 10 millones con financiación del 60% y el objetivo es activar 13 millones en dos años para ampliar tres millones más.
Los proyectos son visibles y palpables. Conexiones ciclistas, reurbanizaciones, embellecimiento de espacios públicos, digitalización, drenajes y trabajos ligados al ciclo integral del agua. La ciudad, llana y compacta, ha apostado por conectarse con Rojales y Dolores a través de carriles bici. La imagen urbana también importa: plazas, teatros y entornos se están renovando.
La clave, dijo la alcaldesa, es ejecutar. “No basta con tener ilusión. Hay que hacer obra”. Y Almoradí ha demostrado que lo hace: fue el municipio que más dinero pidió para reparar la DANA y lo justificó. Esa capacidad de gestión ha generado confianza institucional.
Un modelo que combina técnica, territorio y cultura del agua
El foro dejó un relato compartido: el agua es un recurso transversal. No solo riega campos. También sostiene hoteles, restaurantes, logística, industria hortofrutícola, horticultura ornamental, campos deportivos y parques urbanos. La Vega Baja vive de una cultura del agua hecha de acequias, azarbes, juzgados de aguas y comunidades de regantes que llevan siglos administrando el recurso.
“No se trata solo de ingeniería, sino de identidad”, resumió uno de los asistentes fuera de micrófono. “Aquí el agua es economía, pero también cultura”.
Almoradí quiere situarse en el centro de esa transformación: depurar mejor, digitalizar servicios, protegerse del clima, defender el trasvase, atraer inversión y reutilizar cada litro.
El foro cerró con una premisa muy clara: el futuro de la Vega Baja se decidirá en las infraestructuras, en la planificación y en la capacidad de no perder el agua cuando llega. No se trata solo de sobrevivir a la próxima lluvia, sino de diseñar una comarca preparada para el siglo XXI.