Una de las noticias que nos traía la semana en curso del año 1975 lucía en primera plana del diario Línea en términos tan contundentes como sorprendentes: “El Mundo no se acabó”.
Se refería a las predicciones que los Testigos de Jehová habían hecho sobre el fin del mundo, que habían determinado tal acontecimiento con absoluta precisión: las 15.55, hora solar, del día 23 de septiembre. Traducido al español, 17.55 hora española. La única alteración que se produjo fue una tan rutinaria como la entrada del otoño.
El diario madrileño Pueblo publicó al respecto un reportaje sobre las ideas de los Testigos de Jehová en relación con el fin del mundo. Suponían que acabaría a los 6.000 años de la aparición del hombre sobre la Tierra, por lo que cabe suponer que la conocían con absoluto detalle. Según ellos, después no tendría lugar el juicio final, sino que había una etapa de mil años de duración que ellos denominan era de Jesús.
Claro que antes de eso habían afirmado que la bomba atómica destruiría el planeta en algún momento entre los años 1946 y 1984, una predicción mucho más asumible considerando el muy reciente lanzamiento de las artefactos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki, el inicio de la llamada Guerra Fría… y la amplia horquilla temporal propuesta. Y tampoco dieron en el blanco.
Al hilo de esta cuestión, y dando un salto atrás con la máquina del tiempo de nuestros ayeres, nos encontramos con que a mediados del año 1969 había en la Región (provincia entonces) de Murcia seis iglesias protestantes y el número de miembros de las mismas no sobrepasaba el 0,23 por ciento de la población (unos 830.000 habitantes en aquellos años).
Un reportaje periodístico, también en Línea, señalaba que las tres principales iglesias, autorizadas e inscritas en el Registro de Asociaciones, eran la Iglesia Evangélica Bautista, la Iglesia Cristiana Adventista del Séptimo Día y la Iglesia Evangélica de los Hermanos del Sureste de España.
Aparte, estaban la Iglesia Evangélica Española, los Testigos de Jehová y la Iglesia Anglicana de Águilas.
Centrándonos en Murcia, funcionaban en la práctica sólo dos de las autorizadas legalmente: la Evangélica Bautista y la Adventista. La primera, la más antigua, estuvo en la calle del Pilar, y se trasladó después, de modo provisional, a la avenida del Río Segura, a la espera de construir un templo o capilla que fuera su sede definitiva.
Lo habían conseguido ya los Adventistas del Séptimo Día, que edificaron su templo en el barrio del Carmen, calle del Alcalde López Somalo, junto a las instalaciones deportivas que ocuparon el lugar donde estuvo el desaparecido campo denominado de Zarandona.
Al parecer, los testigos de Jehová sólo tenían presencia, sin sede determinada, en Cartagena, y apenas eran una decena.
Saltó también, no mucho más tarde, la noticia sobre la propensión de los testigos de Jehová de declararse objetores de conciencia. Eran alrededor de 150 los miembros de esta religión (secta para muchos), que cumplían condena en prisiones españolas por negarse a prestar el servicio militar.
Fue por entonces cuando diversos 'predicadores a domicilio' comenzaron a ir de puerta en puerta en busca de nuevos adeptos"
De ellos, 74 se encontraban en 1970 recluidos desde hacía más de tres años, e iban a ser puestos en libertad próximamente en virtud de un indulto. En aquellos momentos, 48 de aquellos objetores de conciencia cumplían condena en el penal militar de Santa Catalina, un antiguo castillo defensivo, de los tiempos del rey Felipe II, situado en Cádiz, que dejó de servir de prisión en 1991.
Otros 10, con bastante peor fortuna, se encontraban en El Aaiún, la capital de la entonces provincia del Sahara Español; ocho se encontraban en Cartagena; y el resto en otras prisiones peninsulares.
En los últimos cinco años se habían producido en España un centenar de casos de negativas a prestar el servicio militar en virtud de principios religiosos y la mayor parte de ellos pertenecían a los testigos de Jehová que, según un investigador de la época, eran por entonces 857 en toda España.
No era la 'mili' la única objeción de aquellos militantes (nunca militares) pues fue también en los primeros años 70 cuando se produjo un llamativo hecho en el examen de acceso a la Universidad de Murcia para mayores de 25 años. Fueron 87 en total los aspirantes que se presentaron de los que sólo aprobaron 27. Se dio el caso de que algunos matriculados se retiraron ante determinadas pruebas, y entre ellos figuraban dos testigos de Jehová que alegaron que, puesto que ellos tienen prohibido trabajar en sábado, no podían realizar los ejercicios.
Fue por entonces cuando diversos 'predicadores a domicilio' comenzaron a ir de puerta en puerta en busca de nuevos adeptos. Y, claro, uno recuerda haberles abierto la puerta en alguna ocasión, sin mayores consecuencias.
Un párroco catalán puso sobre aviso a sus feligreses en estos términos en vísperas de las fiestas navideñas de aquel 1970: “Son muchas las personas que visitan las casas, con el pretexto de enseñar nuevas ideas religiosas, presentando una Biblia como aval de seguridad, al propio tiempo que hacen la gran propaganda de sus revistas, folletos y libros. Dichas personas, que se llaman Testigos de Jehová, han sido engañadas antes, y ahora les engañarán a ustedes”.
Sin embargo, lo cierto es que, como informaba el diario ABC hace unos meses, los Testigos de Jehová fueron reconocidos oficialmente en 1970, tres años después de que se aprobara la Ley de Libertad Religiosa, y que a partir de esa fecha se produjo un evidente crecimiento de su presencia en España durante los años 70 y 80, mientras que en los 90 y primera década del siglo registraron un aumento más sostenido. A partir de 2014 han ido en paulatino descenso. En la Región de Murcia cuentan con cuatro sedes.